martes, 30 de julio de 2019

De La Paz a La Tacita de Plata


  
La ciudad de La Paz fue fundada en 1548 por el capitán Alonso de Mendoza, como punto de descanso para quienes transitaban entre Potosí y Cusco. El nombre original fue Nuestra Señora de La Paz, en conmemoración a la restauración de la paz después de la guerra civil que siguió a la insurrección de Gonzalo Pizarro contra Blasco Núñez Vela, primer virrey del Perú.

Vista de La Paz desde uno de los barrios altos


En 2008, año en que nos encontrábamos allí su población era de aproximadamente dos millones de personas, incluyendo El Alto, lo que constituía el centro urbano más importante de Bolivia.

La ciudad ascendía por los cerros


Estaba ubicada al borde del altiplano, donde se iniciaban las quebradas, y se extiendía por el valle de Chuquiago Marka (en aymara, Chuqiyapu), que significaba “chacra de papas o de oro”. Ese nombre se debía tanto a la abundante cosecha de papas como al oro que el río arrastraba desde las laderas altas.

La ciudad de La Paz a lo largo del valle de Chuquiago Marka


La ciudad de La Paz, debido a su altura, era bastante fría. El promedio anual era de poco más de 9ºC, no teniendo casi variaciones a lo largo del año. Pasaba de 10ºC en enero a 7ºC en el mes de julio. Por otra parte, las precipitaciones apenas superaban los 500 mm anuales, de los cuales, siendo el verano la época de las lluvias, caían más de 100 mm en enero. Por lo tanto, era lógico que las nubes no se fueran del horizonte, y prácticamente no nos dejaran ver al Illimani.

Ciudad de La Paz bajo la lluvia del verano


Si bien Martín amaba las montañas, ya hacía muchos días que venía pidiendo el mar o tan sólo una pileta donde poder sumergirse. Y en parte por esa razón, y por otro lado porque nos hubiese gustado conocer esa región, nuestros planes eran bajar del Altiplano hacia Cochabamba y Santa Cruz de la Sierra, donde las temperaturas eran muy superiores, ¡pero las lluvias también! Y por esa razón, los caminos estaban cortados y permanecieron así durante muchos días.
Así que, siendo ya 28 de enero, decidimos festejar el cumpleaños de Martín y salir al día siguiente rumbo a Tarija.
El festejo lo hicimos en una pizzería-confitería donde ya habíamos estado dos meses atrás, y que era lo más selecto para estos casos. Durante la cena todo estuvo bien, pero cuando le trajeron una porción de torta de cumpleaños, Martín reclamó el dulce de leche, sin el cual no concebía postre alguno. A mí me solía ocurrir lo mismo. Cuando salgo de Argentina, lo que más extraño en cuestiones gastronómicas es justamente el dulce de leche.

Cumpleaños de Martín con torta sin dulce de leche


Después de viajar toda la noche por el Altiplano, llegamos a la Cuesta de Sama, por la cual se bajaba al sector oriental de Bolivia. En menos de 50 km se pasaba de 3900 msnm a 2000 msnm en que se encontraba la ciudad de Tarija. Era la mañana y parecía de noche. Generalmente esa cuesta se encontraba cubierta de nubes, pero si a esto le agregamos que era época de lluvias y además, que hacía una semana que no disminuía el nivel de las tormentas, eso era de esperar. El camino era de tierra, muy escarpado, angosto y con mucho tránsito, sobre todo cargado de camiones. ¡No se veía nada! El suelo era barro. El micro patinaba permanentemente y había vehículos quedados en el camino que lo atravesaban por partes. Éramos los únicos extranjeros y teníamos miedo. Y mucho más cuando los propios bolivianos de la zona decían que se querían bajar y caminar al lado del micro. Y cuando ya estábamos decididos a descender, aunque nos mojáramos, se despejó la nube, y pudimos ver Tarija desde lo alto.

Plaza principal de la ciudad de Tarija


Tarija parecía más una ciudad del norte argentino que de Bolivia. Es más, los tarijeños se sentían argentinos y hasta despreciaban a sus propios connacionales. Cuando se les preguntaba de qué equipo de fútbol eran, decían que de River, Boca, u otros equipos de Buenos Aires.

Calle céntrica de Tarija


Las ferias y mercados callejeros brindaban todo tipo de productos y allí sí podían verse algunas diferencias con Argentina, sobre todo en los cortes de carne vacuna y en las presas de los pollos y gallinas. Por ejemplo, cuando se pedía pata de pollo, no se referían a la “pata muslo” como la entendíamos nosotros, sino a la pata propiamente dicha, es decir, a la extremidad amarilla con dedos. Y eso se vendía para hacer las sopas y también se comía.

Feria callejera en Tarija


Debido a su clima templado, desde muy temprano prosperaron cultivos como la vid, el trigo, los naranjos y los olivos. Asimismo, se había podido criar una variedad de ganados como vacunos, porcinos, ovinos y equinos. Eso había favorecido la radicación de colonos españoles, que, mestizados con indígenas, dieron lugar a la cultura gauchesca y al estilo de vida conocido como “chapaco”. Ya en tiempos coloniales Tarija y su región se habían convertido en proveedoras de vinos y aguardientes a las ciudades del Alto Perú.
La pujanza económica de la región dio la posibilidad de reflejarse arquitectónicamente a través de majestuosos edificios que aún se conservaban. Era el caso de la Casa Dorada, de fines del 1800, que era una fiel exponente del Art Noveau en Tarija. También la Catedral Metropolitana era una reliquia de la arquitectura del siglo XVIII, testigo de la presencia jesuítica en Tarija. Otro edificio emblemático del Modernismo en Bolivia era el Castillo Azul, cuya fachada representaba un palacio con detalles de arcos lobulados, cornisamentos y una terraza con detalles moldurados. Además, hacia el frente se levantaban unas torres de plantas diferentes, a un lado de forma cuadrada y al otro circular.

El Castillo Azul


Tarija estaba a orillas del río Guadalquivir o Nuevo Guadalquivir. El valle en que se encontraba era llamado “paraíso de la primavera”, ya que durante la mayor parte del año la temperatura era templada. Sin embargo, los inviernos eran fríos, con temperaturas bajo cero en el mes de julio.

Río Guadalquivir y floración durante el agradable verano


Y, como en el resto de la región, los veranos eran muy lluviosos, lo que no permitió que Martín disfrutara de la pileta del hermoso hotel en que nos alojamos.

Martín en el hotel de Tarija


Así que emprendimos la vuelta. Tomamos la ruta 1 hacia el sur, y pasamos por Padcaya, una localidad ubicada en el valle del río Orosas, afluente del Bermejo y flanqueada por el Cerro Huancani, de 2960 msnm.

Padcaya, a la vera del río Orosas


Durante las Guerras de la Independencia Hispanoamericanas, Padcaya funcionó como centro de reunión de guerrillas independentistas que resistían la repetida ocupación de Tarija por los realistas.

Alrededores de Padcaya, un festín geomorfológico


En camino hacia la frontera fuimos bordeando el Bermejo en su curso superior. El río corría encajonado entre la espesa vegetación boscosa, formando pequeñas barrancas.


Río Bermejo en Emborozú


En la zona de Emborozú había planes de protección del bioma y de práctica del ecoturismo por lo cual se estaba preparando a la población del lugar para que pudiera insertarse como guías locales.

Selva o bosque subtropical al sudeste de Bolivia


La camioneta nos dejó en la localidad de Bermejo, donde estaba el puesto fronterizo boliviano. Pero allí seguimos de largo porque nadie controló nada. A pocos pasos ya estaba el puente internacional.

Puesto fronterizo boliviano


El puente estaba sobre el río Bermejo que era el límite entre las provincias de Tarija, en Bolivia y de Salta, en la Argentina.

Río Bermejo desde el puente internacional


Cruzamos el puente caminando. Desde Bolivia se pasaban a la Argentina todo tipo de tejidos y artefactos electrónicos. En ese momento los costos en el país vecino eran de tres a cuatro veces menores que en el nuestro.

Con Estrella, Martín y Omar en el puente internacional


Ya en el sector argentino del puente, vimos a muchas personas con cantidad de bultos para vender del lado boliviano. La mayor parte de las mercaderías que se llevaban desde nuestro país estaba relacionada con alimentos y elementos de limpieza y tocador.

Mercaderías llevadas desde Argentina hacia Bolivia


Entramos a la Argentina por Aguas Blancas en la provincia de Salta. Allí nos revisaron el equipaje y Martín se enojó porque no quería que le abrieran la mochila, y la mujer gendarme, fue bastante bruta, lo que no me causó sorpresa.

El cartelito amarillo indicaba UD. ESTÁ AQUÍ


Atravesamos la selva de las yungas, que se caracterizaba por su espesura y diversidad. Había sido declarada por la UNESCO, Reserva de la Biosfera de las Yungas en 2002.

Distintos niveles de vegetación en las yungas


Las Yungas eran selvas y bosques subtropicales de montaña que se desarrollaban entre los 300 y 5000 m de altura. Y además de la vegetación y fauna albergaban a diversos pueblos originarios, entre ellos a los kollas, los guaraníes y los ocloyas, quienes conservaban sus costumbres, festividades y artesanías.

A medida que avanzábamos hacia el sur comenzaban los raleos


Se trataba de una selva muy castigada en beneficio de diferentes producciones como caña de azúcar, plantaciones de bananas, pastura para ganado y explotación petrolera.

Plantaciones de bananas


En esta zona también las precipitaciones se concentraban en la estación estival provocando las grandes crecidas de los ríos, que cuando llegaban a la llanura se hacían meandrosos buscando su nivel.

El río Bermejo al avanzar sobre la llanura


Y al bajar las aguas las tierras arcillosas se compactaban rápidamente por la intensidad del calor solar en esas latitudes.

Suelos arcillosos en las riberas del río Bermejo


Ya en la provincia de Salta llegamos a San Ramón de la Nueva Orán, pero el sol seguía sin aparecer. Por momentos paraba de llover, pero continuaba nublado.

Terminal de ómnibus de San Ramón de la Nueva Orán – provincia de Salta


Al paisaje de esta región lo habían pampeanizado, poco quedaba de la selva tucumano-oranense, para dar paso al cultivo de soja, degradante en todos los sentidos que se les quisiera dar. Previamente tabaco y otros cultivos también habían avanzado sobre las Yungas.

Cultivos en el Chaco Salteño


Esa era una de las tantas áreas de Argentina afectadas por el desmantelamiento del ferrocarril. Esa zona había sido cubierta por el ferrocarril General Belgrano, de trocha angosta.

Vía muerta en la localidad de Hipólito Yrigoyen, estación Tabacal


La infraestructura ferroviaria incluía puentes sobre los ríos, que tenían una mayor resistencia al fenómeno de las crecidas. Las crecidas en esta región no se debían a ningún cambio climático, sino que eran características de la estación estival. El chivo expiatorio del supuesto cambio climático obedecía a la falta de planificación de las obras necesarias por parte de los gobiernos provinciales y del nacional.

Puente ferroviario sobre el Alto Bermejo


En Pichanal había quedado sólo el cartel “CUIDADO CON LOS TRENES”, que se necesitaban más en temporada de lluvias por el estado de los caminos.

Vía abandonada en Pichanal – provincia de Salta


Las lluvias, que no habían modificado su régimen, producían más inconvenientes debido a la falta de absorción de los suelos, lo que generaba mayor escorrentía y a mayor velocidad. Los cultivos de soja se expandían día a día en estos valles aumentando la ya tan cuestionada tala de las Yungas.

Cultivo de soja en Pichanal – provincia de Salta


Por otra parte, en algunos sectores, luego de la destrucción del bosque natural con el cual se hacían grandes negocios, se plantaban especies de rápido crecimiento con el fin de abastecer a las papeleras de la región.

Bosque implantado tras la tala del bosque subtropical


Y llegamos a Jujuy, la provincia a la que sólo le falta el mar para ser perfecta. Después de todo, se le podría pedir un pedazo a Chile, para sumarnos así a los reclamos de bolivianos y peruanos.
Pocos kilómetros antes de llegar a la ciudad capital, arribamos a Perico, donde se encontraba, entre otras, la planta de Massalin Particulares.

Planta de Massalin Particulares, en Perico - Jujuy


Como casi todos los fines de semana en esta región, se organizaba una choriceada, que podía incluir feria al aire libre, partidos de fútbol y hasta bailes.
                                                                              
Choriceada y feria en un fin de semana en Perico


Pero ni Jujuy se salvó de la soja. Además de la tala indiscriminada de las Yungas, que ya era algo reprobable, se destinaba el suelo a este cultivo, que además de destruirlo, venía con un paquete tecnológico de gran peligrosidad para la población circundante.

Soja en los alrededores de Perico


Finalmente entramos a San Salvador de Jujuy, La Tacita de Plata. Se encontraba entre los ríos Grande y Chico o Xibi-Xibi, y para mi gusto, era una de las ciudades más bonitas de Argentina.

Entrada a San Salvador de Jujuy


A pesar de las desigualdades y problemas socioeconómicos, la ciudad estaba cada vez más linda, y, sobre todo, cuidada.

Peatonal de San Salvador de Jujuy


Nos producía un gran placer caminar por San Salvador. En pleno centro y en “hora pico” continúa siendo tranquila y la gente se movía con total calma, como si el tiempo no pasara.

Casa de Gobierno de la Provincia de Jujuy


Era 1ro de febrero de 2008 y se cumplían treinta años del fallecimiento del cantante de origen jujeño Jorge Cafrune, que fuera un símbolo del folklore argentino en las décadas del ’60 y ’70. “El Turco”, a diferencia de otros artistas comprometidos, decidió quedarse en el país durante la dictadura, y habiendo cantado una canción prohibida en el Festival de Cosquín, había sido sentenciado a muerte, según testigos del centro clandestino cordobés de La Perla, por el teniente primero Carlos Ernesto Villanueva, quien opinó que “había que matarlo para prevenir a los otros”. Pocos días después, emprendió una travesía desde Buenos Aires a Yapeyú, provincia de Corrientes, como homenaje al General José de San Martín quien había nacido allí. A poco de andar fue atropellado por una camioneta. Todavía no había sido esclarecido el hecho y se lo consideró un simple accidente.

Homenaje a Jorge Cafrune a treinta años de su muerte


La Catedral de San Salvador de Jujuy databa de principios del siglo XVII. Entre las obras de arte que guardaba, lo más destacado era el púlpito. Había sido tallado por los nativos y en la taza estaban representados los cuatro evangelistas.

Púlpito de la Catedral de San Salvador de Jujuy


Muy cerca de la ciudad de Jujuy, se encontraban las lagunas de Yala, un lugar paradisíaco, que asemejaba el paisaje de Lapataia en la Tierra del Fuego. El camino tenía una pendiente muy pronunciada por lo que no siempre era posible llegar a destino, en verano por las precipitaciones y en invierno, por las nevadas. En sólo veintiséis kilómetros se subían ochocientos metros, ya que San Salvador de Jujuy estaba a 1200 msnm y las lagunas a 2000 msnm. Tanto por la altura como por el encierro entre montañas, se presentaba un microclima con mayores precipitaciones y temperaturas bajas durante todo el año. La vegetación se hacía muy densa y tenía características de bosque templado-frío más que subtropical. Podían encontrarse laureles, matas y helechos arborescentes.

Laguna de Yala en la provincia de Jujuy


Y antes de dejar La Tacita de Plata, subimos hasta el mirador del Hotel Alto La Viña, desde donde se podía observar la ciudad en vista panorámica, además de disfrutar del canto de los pájaros entre la variada vegetación.

El río Grande en San Salvador de Jujuy, la “Tacita de Plata”


Y como decía Antonio Palean, “Tacita de Plata es un apelativo que posee San Salvador de Jujuy. Uno de los tantos significados se debe quizás, por su ubicación geográfica, oquedad plena de verdes cerros que la exaltan. Por su antigua artesanía y riqueza en plata, que teje en mil filigranas el Tesoro del Aguilar. Por su blancura y donaire, por su coqueteo trazado entre ríos, el Xibi-Xibi y el Grande, que de plata reverberan cuando los enchapa la Luna. Decires, sólo decires. No sabemos cuándo y cómo, por quién y por qué fue bautizada Jujuy, La Tacita de Plata. Pero que le queda, no hay duda. ¡Qué bien le queda, qué bien…!”



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