El viernes 30 de septiembre de 2011 al mediodía finalizó el XIII Encuentro Humboldt y era hora de despedirnos de Dourados y de nuestros colegas y amigos, esperando volver a verlos en poco tiempo en algún otro evento. Así que almorzamos junto con los brasileños en un agradable restorán donde aproveché para volver a pedir las típicas comidas acompañadas con feixoada, arroz y bananas.
Con Elias Antonio Vieira del estado de Sao Paulo
Solange y Telma, quien estaba viviendo en Rio de
Janeiro
Adáuto, de Dourados; y Nathan, quien residía en
la ciudad de Brasília
Por la tarde, Adáuto y Silvana, nuestros anfitriones, nos llevaron a recorrer diferentes lugares de Dourados que por la intensidad de las actividades del Encuentro no habíamos tenido posibilidades de conocer, y cuando ya el sol estaba cayendo, nos invitaron a probar empanadas brasileñas acompañadas con cerveza, jugo de naranja y helado.
Solange y Silvana degustando
empanadas brasileñas
Esa misma noche partí junto a Omar y Solange
rumbo a Puerto Iguazú, que a pesar de aparecer en los fríos mapas como que se
encontraba distante sólo a quinientos kilómetros de Dourados, sabíamos que nos
demandaría casi un día llegar a destino.
Omar tomando una bebida bien fría
en el hotel a la noche antes de partir
Efectivamente se trataba de un excelente
ejemplo para mis clases de Geografía Económica donde establecía la diferencia
entre distancia geométrica y distancia geográfica, diciéndoles a mis
estudiantes que en Geografía “…quinientos kilómetros no eran iguales a
quinientos kilómetros”, dependiendo de las condiciones físicas del terreno,
de la infraestructura existente, de cuestiones políticas, así como de las
particularidades de quien se trasladara, fueran tanto relativas a edad, sexo,
estado de salud como de carácter socio-económico. Y en este caso se sumaban
otro idioma y otra moneda.
Si bien el Google Maps daba como tiempo
estimado siete horas con veintiocho minutos, de hecho, hacía referencia a un
traslado en automóvil; y aun así no creo que fuera posible recorrer ese
trayecto en tan poco tiempo, no sólo por las condiciones del camino sino por la
existencia de un paso fronterizo.
La primera cuestión a considerar era que no
había servicio directo, no sólo al sector argentino sino tampoco a Foz do
Iguacu. Así que tuvimos que tomar un ómnibus que partió cerca de medianoche de
Dourados, en Mato Grosso do Sul, para llegar a la ciudad de Cascavel, en el
estado de Paraná, casi diez horas después, a la mañana del día siguiente, ya
que durante los cuatrocientos diez kilómetros del trayecto subieron y bajaron
pasajeros en varias localidades. Además, el vehículo era el equivalente a los
servicios comunes de Argentina, y con menores comodidades.
En Cascavel, después de esperar alrededor de
una hora que aprovechamos para tener un frugal desayuno, tomamos el ómnibus de
la empresa Princesa dos Campos, que me parecía una maravilla, comparado con el
anterior, y que en algo más de dos horas recorrió los ciento cuarenta
kilómetros que nos separaban de Foz do Iguacu, en una ruta bien marcada pero
tan angosta como la anterior.
Desde allí, en un micro local cruzamos la
frontera que de no existir controles demandaría media hora para los dieciséis
kilómetros que faltaban, pero que, a pesar de no haber tenido inconvenientes,
nos llevara una hora más hasta la terminal de Puerto Iguazú.
Y ese era el caso, del cual si bien la
distancia Dourados–Puerto Iguazú, que medida en términos geométricos era de
quinientos sesenta y siete kilómetros y de sólo ocho horas con treinta minutos,
en términos geográficos, es decir en tiempo, había alcanzado a un total de
catorce horas, más el desgaste físico que estaría incluido en los costos, ya
que los pasajeros nos comportamos como carga perecedera.
Nos alojamos en el Apart Hotel El Paraíso, un lugar pequeño y sencillo, pero muy cómodo y bien ubicado, lo que nos permitió salir a recorrer Puerto Iguazú, a pesar del cansancio.
Catedral de
Puerto Iguazú
Era sábado a la tarde y la ciudad estaba repleta de turistas. Compramos prendas, yerba mate, y algunas artesanías para llevar de regalo a nuestras familias. Y en cuanto se hizo la noche fuimos a cenar y prepararnos para al día siguiente, volver a visitar las Cataratas.
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