sábado, 29 de julio de 2023

Volviendo a visitar las Cataratas del Iguazú

   Era el primer domingo de octubre y el día había amanecido espectacular. No sólo por la presencia de febo sino por lo fresco del ambiente, aunque por tratarse de un clima subtropical sin estación seca y con temperaturas medias que iban de los 24°C en verano a los 14°C en invierno, con precipitaciones cercanas a los 2000 mm anuales, el tiempo podía variar permanentemente. Así que, por temor a que eso ocurriera, con Omar y Solange tomamos un ómnibus local y nos dirigimos al Parque Nacional Iguazú.

El Parque Nacional Iguazú poseía una superficie de 67720 hectáreas en el extremo norte de la provincia de Misiones, limitando con el río Iguazú, que en guaraní significa “agua grande”, y desemboca en el Paraná en un barranco de lava, formado hace más de ciento veinte millones de años.

El primer propietario de esas tierras había sido Gregorio Lezama quien, por considerarlas de escaso valor, las vendió en un remate público cuyo anuncio rezaba “bloque de selva que linda con varios saltos de agua”. Su siguiente dueño, Domingo Ayarragaray, lo promovió parcialmente colocando un hotel y caminos para que los visitantes pudieran ver los saltos y explotó el tesoro maderero del lugar hasta que fuera adquirido por el gobierno del presidente Hipólito Yrigoyen. Y luego de esa incorporación al patrimonio nacional, el 9 de octubre de 1934 fue declarado Parque Nacional a través de la Ley 12103.

A pesar de haber visitado las Cataratas en varias oportunidades, nunca las había visto de la misma manera, no sólo por la temperatura sino por la cantidad de agua que llevaban. No se trataba meramente de un paisaje visual sino de todos los sentidos; tanto los sonidos, los perfumes y las sensaciones en la piel siempre habían sido diferentes.

Ya era la segunda vez que debía tomar el denominado “tren ecológico”, ya que se habían anulado las sendas peatonales anteriores. El cuestionamiento respecto de su rol de protección del ambiente tiene que ver con que para su construcción fuera talada parte de la selva, lo que diera origen al crecimiento de pastizales, al margen del negociado que las empresas hicieran con la madera. Y, además, con que de esa manera se concentraba en demasía la densidad de visitantes generando una mayor presión sobre el ecosistema.

 

Con Omar en el trencito de las Cataratas

 

 

Pastizales crecidos después de talar la selva para construir el “tren ecológico”

  

El trencito nos dejó en el área de acceso a los circuitos inferior y superior, donde la Selva Paranaense, que era la de mayor biodiversidad de la Argentina, aún estaba presente.

La vegetación era verdaderamente exuberante, abundando lianas, epífitas y helechos. En determinados sitios presentaba bosques de palmito y palo rosa, árbol gigante que buscando luz llegaba a los cuarenta metros de altura, o el del laurel y el de guatambú.  

 

Vista de la Selva Paranaense o Bosque Subtropical Misionero

  

Los distintos estratos selváticos servían de hábitat para una variadísima fauna como monos, coatíes y ardillas, entre otros. En el suelo había cuises, corzuelas, zorros de monte, lagarto overo, y por sus huellas era posible adivinar la presencia del yaguareté. En el agua algún yacaré, biguá cuello de víbora, tortugas y peces. Y desde el cielo enjambres de vencejos de cascada (emblemático del área protegida), tucanes y urracas, entre las cuatrocientas cincuenta especies detectadas.

De todos modos, ya se encontraba bastante limitada debido a la construcción de los aeropuertos internacionales de Puerto Iguazú (Argentina) y de Foz do Iguazú (Brasil) en sus cercanías, que además del sonido de los aviones en un ambiente húmedo, utilizaban petardos para evitar que las aves se introdujeran en las turbinas. Pero, además, el ingreso de contingentes de turistas que hacían bullicio, acompañados por guías que megáfono en mano daban vacías explicaciones o lo que era peor, contaban chistes, terminaban por ahuyentar a la mayor parte de los animales. Todo lo contrario de lo que había experimentado en los parques nacionales costarricenses, en que se pedía absoluto silencio durante las caminatas, y los guías hacían las indicaciones en voz moderada a pequeños grupos, y de esa manera se podía avistar a gran parte de la fauna. Así que pretendiendo dedicarme a la caza fotográfica, traté de separarme lo más posible del resto de la gente, y poder obtener así mis tomas. 

 

Un mono trepado en las ramas de un frondoso árbol

  

Si bien en el sector brasileño de las Cataratas estaba permitido alimentar a los coatíes, no era así del lado argentino. Pero estos atrevidos animalitos trataban de hurtar comida a los turistas, en muchos casos, arrebatándola de las manos de los niños. Y en determinado momento, uno de ellos encontró sobre la silla de uno de los barcitos una mochila semi-abierta y sigilosamente se acercó y sacó un sándwich que había dentro de ella. ¡No quieran saber la indignación de su dueño! Un hombre mayor que le reboleó la mochila por la cabeza y pretendía correrlo, siendo contenido por quienes estábamos a su alrededor. 

 

Un coatí en busca de comida

  

La cantidad de aves del Iguazú era elevadísima, pero con tanto bochinche era difícil poder escuchar sus gorjeos, y mucho menos verlos. Sin embargo, en determinados momentos, las urracas aparecían posadas en las ramas de los árboles. 

 

Una Urraca Común posada en la rama de un árbol

 

 

Otra Urraca Común a corta distancia

  

Comenzamos el recorrido por el Circuito Inferior, y a poco de andar pasamos por el salto Lanusse, llamado así en honor a don Juan José Lanusse, segundo gobernador de la provincia de Misiones y responsable de llevar vía fluvial a las primeras corrientes turísticas a las Cataratas y a las ruinas de San Ignacio; fundador además de las colonias de Apóstoles y Azara.  

 

Salto Lanusse en honor a quien fuera el segundo gobernador de Misiones

  

Le pedí a Solange que me tomara una fotografía junto a Omar en el puentecito que estaba sobre ese bonito salto, pero mientras estábamos posando alguien nos advirtió desesperadamente que había una víbora a nuestro lado; y lejos de salir corriendo, primero la fotografié y recién entonces descendimos.

 

Con Omar en el puentecito donde había una víbora

 

 

Víbora desplazándose por una de las pasarelas

  

En 1984 el Parque Nacional Iguazú fue declarado Patrimonio de la Humanidad por la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO) para la preservación y difusión universal de su importancia natural y cultural excepcional para la herencia común de la humanidad.

Mientras nosotros estábamos allí, año 2011, se estaba llevando a cabo la votación mundial organizada por la fundación suiza “New Seven Wonders”, para declarar a las Cataratas del Iguazú “Nueva Maravilla Natural del Mundo”. 

 

Vista panorámica de las Cataratas del Iguazú desde el mirador del Circuito Inferior

 

 

Con Omar en el mirador del Circuito Inferior

 

 

Salto San Martín, en homenaje al Padre de la Patria

 

 

Una lancha con turistas navegando en las proximidades del salto San Martín

 

 

Acercándose peligrosamente…

 

 

A tanto no nos animamos…

 

 

Formación de arco iris en cada cascada

 

 

Salto Bossetti, en honor al pionero naturalista y gran explorador de la Selva Paranaense

 

 

Con Omar en el mirador del salto Bossetti

 

 

Con Solange en el salto Bossetti

 

 

Salto Chico

 

 

Salto Dos Hermanas, en homenaje a María y Teresa, las hijas de Juan José Lanusse

 

 

Omar en los jardines del hotel Sheraton, un verdadero elefante blanco

 

 

Antiguo hotel Cataratas, en mejor relación con el paisaje

  

Después de tomar un refrigerio iniciamos el recorrido por el Circuito Superior, que, si bien también gozaba de gran belleza, no era tan impactante como el Inferior donde las aguas caían casi encima de nosotros.

 

Salto Ramírez desde arriba

 

 

Manuel Antonio Ramírez fue un periodista y poeta que le cantó al río

 

 

Río Iguazú marcando el límite entre la Argentina y Brasil

 

 

Salto Mbiguá

 

 

El mbiguá era un ave parecida a un pato cuyo hábitat eran las islas del río Iguazú Superior

 

 

Detalle del salto Mbiguá

 

 

Salto Mbiguá visto desde arriba

 

 

Agua y selva, un espectáculo maravilloso

 

 

Más lanchitas acercándose a los saltos

 

 

El Sheraton desentonando con el paisaje

 

 

Vista panorámica de los saltos Mbiguá y Adán y Eva

 

 

Saltos Adán y Eva y Bossetti

 

 

El mirador del Salto Bossetti

 

 

Vista de la Selva Paranaense desde el Circuito Superior

  

Ya de tarde volvimos al trencito y nos dirigimos a las pasarelas que nos conducirían a la Garganta del Diablo. Y en el camino nos topamos con algunos otros ejemplares de la fauna de la región.

 

Lagartija de la lava o Teyú Taragüí

  

Se habían encontrado más de ciento treinta especies de mariposas diurnas

 

 

Un nido de avispas

 

 

Con Omar en la pasarela que nos conducía a la Garganta del Diablo

 

 

Llegando a la Garganta del Diablo

 

 

¡La Garganta del Diablo!

 

 

Se denominaba “Garganta del Diablo” a un sector de las Cataratas del Iguazú

donde convergían varios saltos

 

 

Salto Mitre, en honor a quien fuera militar, político, periodista e historiador,

nombrado presidente de la República Argentina por el Congreso Nacional en 1862

 

 

Una lancha navegando muy cerca del salto Mitre

 

 

Detalle del salto Mitre

 

 

Arco iris sobre el salto Mitre

 

 

Increíble la fuerza del agua

 

 

Salto Unión que debía su nombre a que se encontraba ubicado sobre la línea demarcatoria fronteriza que dividía la República Argentina y la República Federativa del Brasil

 

 

Mirador del sector brasileño visto desde el mirador de la Garganta del Diablo en Argentina

 

 

Con Solange en el mirador de la Garganta del Diablo, en el sector argentino

 

 

La Garganta del Diablo (Aña Ragio) debía su nombre a que, para los guaraníes,

habitantes originarios del lugar, el diablo era el rey de las tinieblas

  

Nos mantuvimos en el Parque hasta la hora de su cierre. Quisimos aprovechar al máximo el día que se había mantenido excepcional. Estuvimos en silencio en todo el recorrido hasta Puerto Iguazú. Yo cerraba los ojos para imaginarme que me encontraba aún al pie de los saltos de agua. Y sin haber llegado a destino, ya estaba pensando cuál sería la próxima vez en que podría volver. Porque conociendo toda la Argentina, y en ese entonces, treinta y tres países más, si me decían que podía viajar sólo a un lugar más, sin duda que elegía Iguazú. 

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