martes, 11 de julio de 2023

Una escapada invernal a Las Termas de Río Hondo y Catamarca

   El domingo 14 de agosto de 2011 a la noche, junto con mi mamá y mi hijo Martín, estaba partiendo de la terminal de ómnibus de Retiro rumbo a Las Termas de Río Hondo. Por un lado, yo debía comenzar a hacer las gestiones correspondientes a la organización del Encuentro Humboldt que se realizaría un año después, y, por otra parte, el invierno era una excelente estación para que pudiéramos disfrutar del lugar, ya que las temperaturas de primavera y verano eran excesivamente elevadas.

Al llegar nos hospedamos en un hotel sencillo, pero con piletas de agua termal cubierta y descubierta para poder elegirlas en función del estado del tiempo. Y antes de que se hiciera el mediodía, comencé a visitar diferentes salones que pudieran ser sede del Encuentro.

 Almorzamos, dormimos la siesta, y como la temperatura era muy agradable, descansamos en el jardín mientras Martín entraba y salía de la piscina permanentemente.

Cuando bajó el sol salimos a caminar por las calles céntricas que estaban repletas de negocios, en plena temporada turística, con predominio de contingentes de jubilados. Y a la noche, a una peña con empanadas y asado. 

 

Mi mamá disfrutando de la cena en la peña

  

Sin embargo, a Martín, ni el agua termal, ni las chacareras que tanto le gustaban, ni la parrillada que devoró en un santiamén, lo conformaron. Y exigió ver lo que más le agradaba en todos los viajes: ¡las montañas! Pero allí no las había, así que a pesar de que pretendíamos permanecer tranquilas disfrutando del spa, tuvimos que contratar una excursión de día entero a la provincia de Catamarca.

Nos pasaron a buscar alrededor de las seis de la mañana, y después de continuar la gira por varios hoteles más, tomamos el camino hacia Tucumán desde donde luego arribaríamos a nuestro destino. 

 

En cuanto Martín vio las primeras montañas comenzó a sonreir

 

Al ingresar a Catamarca, comenzamos a ascender lentamente la sierra de Ancasti, cordón montañoso que formaba parte integral de las sierras Pampeanas. 

 

Ancasti significaba “nido de águilas” en la lengua de los diaguitas

 

 

La sierra de Ancasti estaba constituida por un basamento predominantemente metamórfico de grado medio y alto, y algunos cuerpos graníticos y gabroides aislados. Sus faldas se encontraban pobladas de lapachos, quebrachos, palos borrachos, y gran diversidad de plantas, gracias a la humedad reinante.

 

Llegando a la cima del Ancasti

 

 

Y al llegar a la cima, nos encontramos en el mirador, desde donde pudimos observar las poblaciones de los valles, como también la sierra de Ambato, hacia el oeste.

 

 

Mirador en la cima de la sierra de Ancasti

 

 

Desde allí comenzaba la cuesta del Portezuelo, que. descendiendo hacia el oeste, nos permitiría el acceso a la ciudad de San Fernando del Valle de Catamarca.

Y esa cuesta fue la que diera origen a la zamba de Polo Giménez “Paisaje de Catamarca”, de gran fama en el ambiente del folklore nacional.

 

 

Homenaje a Polo Giménez con la letra de su zamba “Paisaje de Catamarca”

 


 

Paisaje de Catamarca…

 


 

Con mil distintos tonos de verde…

  

Un pueblito aquí…

 

 

Otro más allá…

 

 

Y un camino largo que baja y se pierde…

  


Ya las expectativas de Martín estaban cubiertas, pero faltaba complacer a mi mamá que deseaba visitar el santuario de la Virgen del Valle. Así que en cuanto llegamos a Catamarca Capital, nos bajamos en la plaza principal, y junto con el resto del contingente, ingresamos a la Basílica Catedral.

El templo era uno de los más importantes en su tipo que existía en la Argentina. La fachada, pintada de un tono rosado intenso, estaba enmarcada por dos altas torres en sus extremos laterales, culminando con un reducido frontis triangular.

 

Una de las torres de la Catedral Basílica de Catamarca


Desde el hallazgo de la Venerada Imagen de Nuestra Señora del Valle, alrededor del año 1620, habían sido varios los templos construidos en su honor, pero su casa definitiva terminó siendo la catedral catamarqueña, inaugurada en 1869.

 

Escudo de Nuestra Señora del Valle en el interior de la catedral

  

En agosto de 2010, tan solo un año antes de nuestra visita, la Diócesis de Catamarca había cumplido los cien años de su nacimiento como Iglesia Particular, por lo cual se habían hecho una serie de actos que culminaron con una multitudinaria peregrinación de antorchas desde el Predio Ferial hasta la Catedral, donde el Cardenal Francisco Javier Errázuriz Ossa, enviado por Benedicto XVI, hizo entrega de la Rosa de Oro que el Papa otorgara a Nuestra Señora del Valle. La Rosa de Oro era una condecoración que databa del año 1049, y consistía en un rosal de oro con flores y hojas, colocado en un vaso de plata renacentista en un estuche de oropel con el escudo papal. El Papa la bendecía el cuarto domingo de Cuaresma, la ungía con el Santo Crisma y se la incensaba, de modo que era un sacramental.

 

 

Rosa de Oro otorgada por Benedicto XVI a la Virgen del Valle

 

Cuando se construyó la Catedral, se creó un pequeño espacio para visitar a la Virgen en recogimiento y en silencio, pero debido a la cantidad de gente que acudía, años más tarde se le destinó un pequeño templo anexo sobre la sacristía del santuario. Ese Camarín conservaba el estilo romántico, como el del resto de la Catedral.

 

Camarín de la Virgen del Valle, Patrona Nacional del Turismo

  

Salimos de la Basílica, hicimos un paseo por la florida plaza 25 de Mayo, recorrimos algunos locales de artículos regionales y tuvimos un rápido almuerzo en uno de los restoranes de los alrededores, porque debíamos emprender la vuelta, ya que el camino era largo y difícil. 

 

Plaza 25 de Mayo en San Fernando del Valle de Catamarca

  

Durante el regreso volvimos a disfrutar del paisaje montañoso, y ya cansados llegamos a Río Hondo con el único fin de sumergirnos en el agua termal.

 

Martín (20) en la pileta cubierta de agua termal

  

Al día siguiente la temperatura había bajado considerablemente y soplaba un viento muy fuerte, pero aprovechamos para visitar los alrededores de Las Termas. Y fue así, que llegamos hasta el Dique Frontal Río Hondo, que se encontraba a tres kilómetros y medio aguas arriba del puente sobre el río Dulce, que cruzaba la ciudad.

Desde el puente carretero de acceso por la ruta nacional número 9 Juan Bautista Alberdi, se destacaba la imponente mole de estructura mixta de tierra y hormigón destinada a contener el río, formando un gran embalse que permitía a la vez controlar los caudales de evacuación. En el sector de hormigón armado estaban las válvulas que permitían el paso regulado de las aguas, las compuertas y la usina de la central hidroeléctrica que funcionaba desde 1.976.

 

 

Mi mamá (87) junto al dique frontal del embalse de Río Hondo

 

El espejo de agua recibía las aguas superficiales que bajaban del Aconquija, por los ríos colectores principales, como el Salí, Gastona, Medina, Mayo y Marapa de la vecina provincia de Tucumán.

Desde el murallón pudimos ver hacia un lado el inmenso lago artificial, que cubría una superficie de treinta y tres mil hectáreas, siendo el volumen máximo normal acumulado de mil setecientos cincuenta hectómetros cúbicos, que semejaba un mar, en medio de un paisaje árido y desolador.

 

El lago artificial desde el murallón del dique frontal

 

 

Y hacia el otro lado, donde se encontraban las compuertas, una gran concentración de aves y diferentes actividades turísticas. 

 

Concentración de aves en las rocas cercanas a las compuertas del dique de Río Hondo

  

La presa fue construida con tres finalidades: riego, generación de energía y atenuación de crecidas, ya que en la zona se producían fuertes precipitaciones en el período estival con varios meses seguidos de sequía. Pero, además, el lago fue sembrado con alevinos de dorados, bogas, bagres, tarariras, sábalos y pejerreyes fomentando la pesca deportiva. Y todo eso había brindado un lugar de esparcimiento para la comunidad local, y fomentado el turismo de playa y el camping, así como la práctica de deportes como la motonáutica, el ski acuático y el remo, realizándose todos los años competencias nacionales e internacionales. 

 

Vista panorámica del Dique Frontal desde el murallón

 

En el entorno del lago se habían realizado obras de infraestructura como parquización, balnearios y quinchos. 

 

Costanera del lago con palmeras implantadas poco tiempo atrás

  

También estaba el Yacht Club del Faro y tratando de darle mayor jerarquía al lugar, se había construido el Marina del Faro Resort, un hotel de cuatro estrellas que pretendía ser un lugar de descanso.

  

Yacht Club del Faro en la Villa del Lago

  

Pero lo que realmente le había dado empuje a las inversiones de la zona, era el autódromo, ya que se habían realizado competencias internacionales que exigían nuevos y sofisticados servicios. Justamente en ese preciso momento se encontraba en construcción el aeropuerto internacional, lo que nos pareció un absurdo ya que Las Termas de Río Hondo se encontraban a solo sesenta y cinco kilómetros del aeropuerto de Santiago del Estero, y a ochenta del de San Miguel de Tucumán, pero todos decían que era exigencia de las entidades que organizaban las competencias automovilísticas, y que Cristina (Kirchner) los estaba ayudando, por lo que había ganado las elecciones por amplísima mayoría.

 

Puerta de entrada al Autódromo Termas de Río Hondo

  

El mayor problema en todo eso era que la provincia de Santiago del Estero era una de las más pobres del país, con un elevado porcentaje de la población bajo la línea de pobreza, y grandes carencias de infraestructura para cubrir las necesidades básicas de la población. Y las grandes inversiones estatales y privadas solo estaban destinadas a las demandas de las grandes empresas que lucraban con un turismo de elite que no dejaba prácticamente nada en el lugar salvo los desechos. Sin embargo, la mayoría de la gente estaba esperanzada en que sería beneficioso para todos, sin tener en cuenta que no se puede buscar la solución en quien genera los problemas.


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