lunes, 10 de julio de 2023

De los volcanes a las cenizas…

 Volviendo de Managua pasamos nuevamente por el volcán Masaya, y aun de día llegamos a Granada. Era sábado y al pasar por el Centro nos sorprendió un desfile de grupos de baile que lucían trajes típicos, y según me dijeron, era una actividad habitual en la ciudad.

 

Grupo de folklore nicaragüense bailando en las calles

 

Y antes de que anocheciera fuimos hasta el lago Cocibolca o Nicaragua, en cuya orilla noroccidental se encontraban la ciudad de Granada y el volcán Mombacho. Tenía una extensión de 8624 km2, siendo el mayor de Nicaragua y el segundo en tamaño de América Latina, después del Maracaibo en Venezuela.

 

Lago Cocibolca o Nicaragua en Granada

  

En el interior del lago hay más de cuatrocientas islas. En una de ellas, denominada Omepete, había dos volcanes, el Concepción que se encontraba activo, y el Maderas que era un santuario de flora y fauna. Era el único lago de agua dulce que albergaba especies marinas como tiburones y peces sierra, ya que el río San Juan le servía como desaguadero conectándolo con el mar Caribe.

 

 El lago ofrecía gran cantidad de atractivos tanto para los lugareños como para los turistas

  

El Malecón de la Amistad “Pablo Antonio Cuadra”, que bordeaba el lago era un lugar de recreo para personas de todos los niveles y edades. Sin embargo, el vertedero municipal “La Joya” estaba saturado y la contaminación de las aguas estaba comenzando a ser crítica debido a que varias comunidades habían sido afectadas por plaguicidas y agrotóxicos, a la basura que se depositaba en las costas, al fecalismo producto de los efluentes de los centros urbanos de sus costas y a los residuos industriales.  

Malecón de la Amistad “Pablo Antonio Cuadra”

  

Llegué al hotel, me di una ducha rápida y salí a caminar por Granada. Y tanto por lo que me habían comentado como por lo que veía en las calles, me sentí muy tranquila. Muchas casas tenían sus puertas abiertas y no existían las rejas de seguridad que había visto en San José.

 

Peatonal de Granada

  

La calle La Calzada era la que reunía la mayor cantidad de restoranes y barcitos, y todo otro tipo de comercios destinados al turismo.        

   

Peatonal La Calzada en preparativos para la noche

  

Y en cuanto se hizo de noche se colmó de gente que iba y venía y consumía todo tipo de comidas y bebidas en las diferentes opciones que se ofrecían. Si bien los precios eran muy bajos para mi presupuesto, comí en un lugar popular en una mesita en la calle para poder disfrutar de una noche en la calle sin temor a que me pasara nada. Todo era una verdadera fiesta, y a medianoche cuando me fui a dormir, todo continuaba.          

Hotel – restorán Darío

  

El domingo a la mañana me levanté tan temprano que todavía no estaba el desayuno listo y me puse a hojear algunos libros de la singular biblioteca del lobby del hotel, hecha con una vieja canoa. Muchos de ellos estaban referidos a la historia de Nicaragua y a diferentes temas de carácter artístico.  

        

Biblioteca del hotel

  

Volví a la peatonal La Calzada, que a esa hora estaba casi desierta. Todos descansaban de la movida de la noche.   

La Calzada el domingo 31 de julio a la mañana

  

Pasé nuevamente por el hotel restorán Darío, que ocupaba una antigua mansión colonial. Y siendo de día pude tener una visión más clara de su patio central con una hermosa fuente y gran cantidad y variedad de plantas a su alrededor.  

 

Patio del hotel restorán Darío

 

Continuando camino pude ver la cúpula de la catedral, que era solo uno de los varios templos con que contaba Granada.  

  

Cúpula de la catedral

  

La catedral, como en toda ciudad hispanoamericana se encontraba frente a la plaza principal, que se denominaba Parque Colón.   

Catedral frente al Parque Colón

  

Caminando por la ciudad, a cada paso se podían encontrar edificios antiguos, algunos de los cuales habrían sido construidos dos siglos atrás, todos muy bien restaurados en los últimos años.  

  

Antiguo edificio de Granada

  

En 1989 Ernesto Cardenal y Dietmar Schönherr fundaron la “Casa de los Tres Mundos”, promoviendo así proyectos culturales con mejora de las condiciones de vida de los artistas de América Central. Y desde 1999, cuando el huracán Mitch devastó la región, además del crecimiento artístico de niños y jóvenes, hubo también un proyecto de desarrollo en Malacatoya y Granada. Allí se realizaban conciertos, exposiciones y lecturas, se daban conferencias y organizaban teatro y bailes. También había cursos de idiomas, simposios internacionales y festivales.

 

Casa de los Tres Mundos

  

Alrededor de las diez de la mañana abrieron los puestos de la plaza. Entonces aproveché para comprar algunas artesanías. Y si bien siempre trato de que los regalos que llevo cumplan con tres condiciones básicas, ser pequeños, livianos y baratos, cuando se trata de llevarles recuerdos a mis nietas no hago caso a esos principios. Y fue así que les compré a las cuatro niñas, sendas enormes muñecas con traje típico nicaragüense que me obligaron a cargarlas en grandes bolsas.

   

Puestos de venta de artesanías

  

De pronto el repique de las campanas anunciaba la misa de once, y gran parte de los pobladores y turistas se dirigieron hacia la catedral.  

A las once comenzó el movimiento con la misa

  

Y algunos, hicieron lustrar sus zapatos para ingresar a la iglesia un poco más presentables. Todavía allí se utilizaban más zapatos que zapatillas aun cuando el resto del atuendo fuera informal.

  

Allí todavía los lustrabotas tenían trabajo

  

Pero a mí se me terminaba el tiempo ya que el micro de vuelta a Costa Rica partiría al mediodía…  

Jardín del hotel donde me hospedé

  

Regresé al hotel y utilicé el desayuno a modo de almuerzo, debido a la contundencia de lo que allí se servía.

 

 Hice del desayuno un suculento almuerzo

  

Tomé un taxi hasta la oficina desde donde partiría el micro y en el camino una mujer me pidió compartirlo, ya que iba al hospital y no conseguía otro. Al margen de esa situación especial, en el pueblo era costumbre que eso ocurriera.

El ómnibus venía de Managua y para mi sorpresa, fue mucho más confortable que el que me había llevado el día anterior.

A poco de andar cruzamos uno de los ríos de pendiente hacia el Pacífico que se caracterizaban por su escasa longitud y caudal.

Río de pendiente hacia el Pacífico con vegetación exuberante

  

En la zona rural todavía muchos establecimientos utilizaban bueyes como fuerza de tiro, lo que era muy común en muchos países latinoamericanos demostrando su bajo nivel de desarrollo.

  

Bueyes en establecimientos rurales

  

Justamente por esos niveles de desarrollo a estos países se los solía denominar despectivamente “bananeros”, ya que sus producciones estaban absolutamente ligadas a empresas extranjeras explotadoras de mano de obra, y con una gran dependencia de las exportaciones de este rubro.

  

Plantación de bananas en el sur nicaragüense

  

Y con la vista perdida en el gran lago Nicaragua y en sus volcanes, que se divisaban a lo lejos, entre las localidades de Belén y Rivas, el viaje continuó sin inconvenientes hasta cruzar la frontera hacia Costa Rica.

 

  Volcanes en el lago Cocibolca o Nicaragua

  

Pero había sido un hermoso día de domingo en el cual mucha gente había salido a pasarlo al aire libre, por lo que al llegar al área metropolitana de San José, el tránsito se puso muy pesado y llegamos al anochecer.

Ya en el hotel pedí algo liviano para comer, tan solo un pequeño sanguchito, pero me trajeron algo enorme, ¡y con papas fritas! 

 

Algo livianito para cenar

  

En la mañana del lunes salí a comprar más recuerdos y regalos, eligiendo todo tipo de objetos con formas o dibujos de animales y en lo posible, la leyenda PURA VIDA.

Sonia y Clarita habían partido hacia la Argentina el día anterior, y yo tenía pasaje para esa tarde. Fui al aeropuerto con suficiente tiempo y me informaron que la escala en Panamá estaba asegurada pero el tramo a Buenos Aires dependía de la presencia de cenizas volcánicas en los aeropuertos. Yo pensaba: “-Estuve dos semanas en área de volcanes y justamente voy a tener problemas justo en un lugar donde no los hay”. Pero hacía ya dos meses que el volcán Puyehue de la Patagonia chilena había entrado en actividad con erupciones y las cenizas llegaban al río de la Plata por predominar el viento pampero, del sudoeste.

En Panamá la temperatura era de 36ºC con una terrible humedad, lo que para mí resultaba insoportable. Pero por suerte, confirmaron el vuelo.

Dormí casi toda la noche a pesar de la turbulencia y de la pésima atención de COPA. Y al bajar en el aeropuerto de Ezeiza a primera hora de la mañana siguiente, ¡hacían solo 2ºC! Así que entre el cambio brusco de temperatura y las cenizas que permanecieron en el aire durante mucho tiempo, estuve con bronquitis durante todo el mes de agosto.


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