sábado, 29 de septiembre de 2018

A Bogotá por el EGAL


  
Marzo de 2007. Se hacía en Santa Fe de Bogotá, el XI Encuentro de Geógrafos de América Latina. Y la delegación argentina iba a ser bastante numerosa dado que los costos en Colombia no nos resultaban elevados.
Después de mucho tiempo, volvía a cruzar la Cordillera por aire, pero esta vez ya no me permitieron pasar a la cabina y sólo pude tomar fotografías desde la ventanilla. Y si bien siempre disfruto del paisaje cordillerano, no me impacta tanto como cuando cruzo por tierra.
 Como volábamos por LAN, pedimos un stop en la capital chilena para visitar a los amigos, algunos de los cuales viajaron luego con nosotros hasta Bogotá.
En esos momentos se estaban viviendo en Santiago las consecuencias de la instalación del Trans Santiago, un sistema de ómnibus que ocupaba los carriles centrales de las principales avenidas, y que tenía paradas en estaciones tal cual el ferrocarril. Como el funcionamiento de este servicio vino aparejado con la eliminación de todas las pequeñas micros que se desplazaban hasta los barrios más alejados, mucha gente quedó aislada, teniendo que caminar decenas de cuadras para acceder al metro. A la vez se sobrecargó de tal manera el subterráneo, que se producían todos los días desmayos y hasta muertes, por la falta de oxígeno y los apretujamientos. Y como siempre, las respuestas de las autoridades eran ridículas, aconsejando a los ancianos, embarazadas y mujeres con niños que evitaran tomar estos medios de transporte. 
Subimos a un avión más grande que el que nos había traído y continuamos viaje a Bogotá.
La ciudad se encontraba en un valle de la Cordillera Oriental de los Andes, por lo cual estaba rodeada de cerros. Los más conocidos eran el Montserrate y el Guadalupe, al este de la ciudad.
El nombre Bogotá, derivaba del término muisca Bacatá que significaba “cercado fuera de la labranza o final de los campos”. Y justamente estaba relacionado con que se encontraba en una sabana por encima de los 2600 msnm, pudiendo llegar a 4000 en algunos sectores.
 Nos alojamos en el hotel Bacatá de cuatro estrellas, en la Avenida Calle 19, pleno Centro. Allí estaban muchos participantes conocidos de tiempo atrás, por lo que era como que el verdadero Encuentro comenzaba allí.
En Bogotá a las calles que van en sentido este-oeste se las denominaba “calles” aunque fueran avenidas, y en ese caso se decía “avenida calle”; pero a las calles que iban de norte a sur se les decía “carreras”, y también si se trataba de una avenida se decía “avenida carrera” y su respectivo número, porque todas estaban numeradas, lo que hacía bastante sencillo encontrar una dirección. Por ejemplo, la dirección de nuestro hotel era Avenida Calle 19 No 5 – 20, lo que significaba que se encontraba en la Calle 19 nro. 20 esquina carrera 5; el Museo del Oro en la calle 16 entre 5ta y 6ta (refiriéndose a carreras), pero el Museo Botero quedaba en calle 11 Nro. 4-41, y eso significaba que se encontraba en la calle 11 y carrera 4 (que se solía marcar K4 en los mapas) nro. 41 de la calle 11. Sólo algunas avenidas importantes eran conocidas por su nombre.
 Santa Fe de Bogotá fue fundada el 6 de agosto de 1538 por el conquistador Gonzalo Jiménez de Quesada, de quien llevaba nombre una de las más centrales avenidas, que arrancaba desde el llamado eje ambiental y dividía la ciudad de Oriente a Occidente. 
Como era domingo, aprovechamos para visitar La Candelaria. Centro Histórico que estaba conformado por varios barrios donde podían encontrarse edificios de estilo colonial y republicano. Las calles eran angostas y no mantenían las líneas rectas. Estaba muy bien cuidado y era el lugar preferido de artistas y bohemios, siendo el principal destino para el turismo cultural bogotano. También había pequeños barcitos donde se podía tomar un delicioso café y probar todo tipo de confituras de chocolate, ambos producidos en las zonas tropicales del país.

  La mayoría de las construcciones que se conservaban habían sido declaradas Bienes de Interés Histórico y Cultural. Gran parte del patrimonio se había perdido por el paso del tiempo y a causa del gran incendio del año 1900, que destruyó las Galerías Arrubla, donde, en el momento en que nos encontrábamos allí, se erigía el Palacio Liévano, quedando el Archivo Municipal reducido a cenizas.

   

Balcones y fachadas muy bien cuidados


Otra pérdida de edificios históricos tuvo que ver con los acontecimientos sucedidos durante “El Bogotazo”, en 1948. Con el asesinato de Jorge Eliécer Gaitán, líder liberal que tenía posibilidades de llegar a presidente por el apoyo de las clases media y baja, se desató una revuelta que además de dejar centenares de muertos en las calles, incendió más de ciento cuarenta edificios. Entre ellos, el Ministerio de Gobierno, la Nunciatura Apostólica, el Palacio Arzobispal, el Palacio de Justicia, la Gobernación y el Hotel Regina. 
En 1890 llegaron los salesianos a Colombia con el fin de fundar tanto instituciones educativas como de asistencia a los necesitados. En la ciudad de Bogotá se fundó el Colegio León XIII, localizado junto al Santuario Nacional Nuestra Señora del Carmen. El templo era de una singular belleza y fue diseñado por el arquitecto salesiano Giovanni Buscaglione, en estilo gótico florentino, con toques bizantinos y árabes. Y se destacaba por su pintura interpolada marrón y crema, colores emblemáticos de los Carmelitanos. Por su significado histórico, originalidad, valor arquitectónico y sus riquezas artísticas, santuario y colegio fueron declarados Monumento Nacional.
 El punto central era la Plaza de Bolívar, en homenaje al Libertador. Parece ser el inicio de la ciudad que se conformó con doce chozas. Allí también se colocaron las primeras piedras de la Catedral Primada de Colombia. Se trataba de una plaza seca donde también se situaban el Congreso de la República, el Palacio de Justicia, la Alcaldía Mayor (Palacio Liévano), el Colegio Mayor de San Bartolomé y la Casa del 20 de Julio donde se dio el grito de Independencia. Además, había instituciones de arte, museos y centros de investigación.
Si bien era la zona turística por excelencia no pude tomar fotografías de la Casa de Gobierno, porque cuando lo estaba por hacer, alguien me apuntó con una ametralladora y no muy cortésmente me informó que estaba prohibido. Yo, de todos modos, me enojé y le dije que no había ningún cartel que lo aclarara y, además, que no era forma de decírmelo. Pero como no dejaba de apuntarme y se acercó otro sujeto más, me fui protestando en voz baja.
Al caer la noche, La Candelaria se transformaba en un lugar de esparcimiento muy importante, donde concurrían muchos jóvenes a los bares para tomar tragos y escuchar música. Pero los controles con hombres con armas largas aumentaban, muchísimo peor que en los tiempos de la dictadura en Argentina. Algunos lo justificaban por hechos políticos o de la alta criminalidad, pero por el motivo que fuera, esto demostraba la violencia de la sociedad y las injusticias de las que estaba siendo víctima. 
El lunes comenzaba el EGAL. Por lo tanto, fuimos por la mañana a la Universidad Nacional que no quedaba demasiado cerca, para hacer las acreditaciones, y por la tarde comenzaría la ceremonia de apertura.
Entre el viaje y la lluvia, yo tenía el pelo a la miseria, así que decidí ir a una peluquería por la tarde temprano para que también me arreglaran las manos. Pero en lugar de una peluquería era una academia de peluqueros, por lo que el tiempo que ocupé en eso fue mayor que el habitual ya que los profesores controlaban lo que hacían sus alumnos. Regresé al hotel, me cambié y tomé un taxi hasta la Universidad Nacional. La lluvia y el tránsito atrasaron aún más la llegada a destino. Y al entrar al salón de actos, donde la ceremonia ya había comenzado, vino a buscarme con desesperación alguien de la organización, diciéndome que me habían estado llamando por parlantes para estar en el panel con las autoridades, y se había atrasado la ceremonia por mi culpa. Me subieron al escenario y cuando terminaron de hablar las autoridades, nos dieron la palabra a Álvaro Sánchez Crispín y a mí, a quienes nos habían tomado de sorpresa. De todos modos, ambos no necesitamos ni preparaciones previas ni papeles y hablamos sobre la UGI (Unión Geográfica Internacional), la UGAL (Unión Geográfica de América Latina) y el Centro Humboldt. Nadie nos había avisado nada antes, pero gracias a eso nos hicimos de unos cuantos enemigos, de quienes hubiesen querido ocupar ese lugar.
 Al día siguiente, más distendidos ascendimos en funicular al cerro de Montserrate, que tenía 3152 msnm, y una iglesia en su cima, a la cual acudían muchos fieles que subían trepando las extensas escalinatas como forma de penitencia.   
A medida que se ascendía se podía ver a Bogotá en vista panorámica. Socioeconómicamente hablando la ciudad iba presentando franjas ubicándose los barrios más acomodados en el norte y disminuyendo su nivel hacia el sur. También aumentaba la inseguridad en la medida en que la protección se le ofrecía sólo a quienes estaban en mejores condiciones.
 Al llegar a determinada altura, bajamos del funicular y comenzamos a caminar por senderos muy bien construidos, rodeados de una frondosa vegetación con muchas flores, que me recordaban las que veía en mi colección de estampillas colombianas, cuando era chica. Ese camino iba siguiendo el Vía Crucis que finalizaba cerca del santuario, dentro del cual había una estatua del Cristo que recibía peregrinos todo el tiempo.
 Cerca de la cima del Cerro también había dos restoranes, la Casa San Isidro y la Casa Santa Clara. El primero se especializaba en comida francesa y el segundo en platos típicamente colombianos, como ser mero costeño, tamales tolimenses, la bandeja paisa, cuajada con dulce de mamey y parrilladas de chuletitas y chuletones. Pero, además, el atractivo de la Casa Santa Clara, era que su construcción databa de 1924 en el pueblo de Usaquén, y trasladada al Cerro Montserrate en 1979.
  Al parecer los temas que se trataban ese martes a la mañana no nos interesaban demasiado porque había más participantes en el Cerro que en los salones de la Universidad. O tal vez fuéramos a rezar para que nos fuera bien en las exposiciones o quisiéramos aprovechar las pocas jornadas sin lluvia que nos ofreció esta ciudad.

 Desde la cima del Montserrate, la visión de Bogotá parecía aérea. Nos quedamos un largo rato disfrutando de ese paisaje y del aire puro que se respiraba en las alturas. También visitamos la feria artesanal y los puestos de venta de recuerdos del país, además de las imágenes religiosas.

Si bien no nos desplazamos demasiado por barrios “no recomendables”, permanentemente sentí tensión en las calles, y desde ya muchas protestas por temas de lo más diversos.
Es mi costumbre tratar de conversar con todo el mundo y cuando me preguntaban a qué había ido, y yo respondía que a un congreso, sonreían y lo veían como algo positivo; pero cuando decía que se hacía en la Universidad Nacional, les cambiaba la cara y quedaban callados, como que era mala palabra. Y cuando pretendía preguntar sobre su opinión del gobierno, la mayoría me cambiaba de tema. Justamente me resultaba preocupante que no se hablara de política con desconocidos. Porque lejos de ser señal de que las cosas anduvieran bien, me daba la impresión contraria, recordándome viejos tiempos en Argentina, en que todos desconfiábamos de todos.
Las desapariciones seguidas de muerte parecían seguir siendo moneda corriente en este país. Uno de los casos por los que se reclamaba en esos días era el del historiador Jaime Enrique Gómez Velázquez, profesor de la Universidad Javeriana, asesor del Senado y fundador del movimiento político de oposición Poder Ciudadano. Después de estar desaparecido más de treinta días, había sido hallado en el parque donde estaba trotando, mientras que el gobierno había argumentado que se trató de un accidente. 
Si bien las mujeres colombianas me parecieron más liberadas que en otros países latinoamericanos, tal cual como ocurría en México, Ecuador, Perú, Bolivia…, había demasiados negocios especializados en trajes de novia. Eso me pareció un gran símbolo de atadura religiosa y de subdesarrollo que además, expresaría una especie de mandato, de rol de la mujer. Todo era mucho más formal que en Argentina, que parecía ser el país con menos prejuicios de América Latina.
 Bogotá tenía variados y extensos parques, siendo el más agradable el del Centenario de la Independencia, construido en 1910 en conmemoración de la Independencia que tuviera lugar el 20 de julio de 1810. Además de los desniveles que le daban un marco interesante, lo destacable era la cantidad y diversidad de la flora, predominando especies autóctonas como las palmas de cera. También contaba con ejemplares de gran antigüedad de eucaliptos, pinos, cauchos y acacias. Y en los últimos tiempos se habían plantado algunas especies tropicales. La cantidad de plantas y flores atraía además a cantidad de pájaros que lo hacían más atractivo aún.
Pero a poco de estar allí, cerca del mediodía, nos tuvimos que retirar debido a las actitudes de quienes estaban consumiendo drogas.
En el corazón del Centro Internacional de Bogotá, rodeado por los árboles y monumentos del Parque de la Independencia se encontraba el Planetario, lugar de divulgación científica adaptada a grandes y chicos. Este importante centro de estudios astronómicos fue inaugurado en 1969, meses después de que el hombre llegara a la Luna.
La Plaza de Toros La Santamaría, fundada en 1931, estaba ubicada en la zona oriental del Centro Internacional. En ese entonces se realizaba la temporada taurina durante los meses de enero y febrero, presentándose reconocidas figuras del toreo mundial. También se utilizaba como escenario para manifestaciones políticas, conciertos y espectáculos teatrales. Y había sido declarada Monumento Nacional de Colombia.
También me parece un signo retrógrado que se continúe con las corridas de toros, y lo digo especialmente por la Madre Patria, que lo había divulgado en estos lares durante la conquista. Sin embargo, Argentina las prohibió en 1899, Cuba en 1901 y Uruguay en 1912. 
Siguiendo nuestro recorrido por el Centro de la ciudad, sobre la carrera 7ma. con calle 28 se encontraba ubicado el Museo Nacional de Colombia, el más antiguo del país y uno de los más antiguos de América. Inicialmente se instaló una exposición de botánica, mineralogía y zoología y luego se incorporaron objetos históricos y artísticos.  
Colombia era uno de los pocos países donde querían a los argentinos. En muchas ocasiones veía pasar jóvenes usando camisetas de fútbol de la selección argentina, o de equipos como River, Boca, Independiente, San Lorenzo… Yo me acercaba preguntándoles si eran argentinos. Pero ninguno lo era y se quedaban conversando conmigo preguntándome sobre diferentes cuestiones con mucha curiosidad y cariño. 
En muchos bares y confiterías podían escucharse tangos durante todo el tiempo. Además, muchos lugares tenían como decoración imágenes de Buenos Aires, de Tita Merello y de muchos otros cantantes, y particularmente de Carlos Gardel, que murió precisamente en tierra colombiana. Diría que se escuchaba y bailaba más tango en Colombia que en Argentina.
En las comidas predominaban los productos tropicales y en especial el plátano con el cual se realizaban diferentes preparaciones saladas y dulces. La sopa solía hacerse con caldo de banana que es delicioso. Los plátanos fritos o asados solían acompañar todo tipo de carnes. Y además se utilizaba arroz blanco como principal guarnición en todos los platos.
En las áreas de mayor poder adquisitivo se concentraba la banca internacional. El Citibank, el BBVA y el Santander estaban presentes. También otras empresas españolas. Y eso me hacía sentir que se trataba de una nueva conquista de América porque las había visto por muchos otros países en proceso de crecimiento o de acaparamiento.
Finalizado el Encuentro, Omar y yo, continuamos recorriendo la ciudad, alejándonos un poco hacia barrios menos recomendados. Para eso tomamos el Trans Milenio, el mismo sistema de ómnibus que se acababa de imponer en Santiago de Chile, y la experiencia no me pareció para nada positiva. Desde ya la demanda era muy superior a la oferta y se viajaba bastante mal, además de ser mucho más lento que un subterráneo. Debido a esa lentitud y escasa frecuencia no pudimos visitar algunos puntos sobre los que teníamos especial interés.
Y al cabo de algo más de una semana, emprendimos el regreso a Buenos Aires. No sin antes comprar varias cajas de granos de café revestidos en chocolate y de café Juan Valdés para continuar disfrutando de las principales exquisiteces de este país.




martes, 25 de septiembre de 2018

Carnavales en Montevideo



Febrero de 2007. Nuevo pretexto para cruzar a Montevideo. Ir a divertirnos al carnaval. A un carnaval muy particular, el de los tablados.

Pasando por el Obelisco de Buenos Aires en un taxi rumbo a la terminal del BUQUEBUS


Martín feliz en el BUQUEBUS


Edificios desde el puerto de Buenos Aires


Próximos a zarpar


Partiendo…


En medio del río de la Plata


Martín disfrutando de un chivito montevideano


Pleno Centro de Montevideo


Avenida 18 de Julio


Las presentaciones de los tablados eran una de las tradiciones características del carnaval de Montevideo, donde antiguamente cada barrio tenía su propio tablado, un estrado improvisado de madera adornado con lucecitas de colores donde se presentaban los talentos del pueblo. Competía cada barrio, en ocasiones hasta de esquina a esquina de una misma calle, para ver quien ponía el tablado más bonito, el que más llamara a la gente a salir de sus casas (a veces llevando, cada quien, su silla) para ver los vistosos disfraces y escuchar las pegajosas melodías. Ahora los tablados se organizaban en lugares fijos, distribuidos a lo largo y ancho de Montevideo. Concurrían familias enteras, grupos de jóvenes, personas mayores, todos con el sempiterno mate que el uruguayo llevaba a todos lados. El ambiente era de fiesta dominical, en el pasillo de entrada se vendían choripanes, carne asada, cerveza, gaseosas…
Aníbal Sicardi, pastor metodista, autor de La Murga Uruguaya decía que las murgas eran las principales promotoras de que en el carnaval uruguayo se vendieran más entradas en un mes que en el fútbol en un año. La murga venía a ser la válvula de escape de la sociedad durante el carnaval. Cada uno de los grupos pasaba el año preparando las letras y los coros que presentaría en cada carnaval. Eran hombres y mujeres de extracción popular que hablaban justamente de las cosas que le pasaban al pueblo, tamizando de humor los eventos del año. De hecho, se decía que si uno quisiera enterarse de lo que había pasado en Uruguay en un año bastaba con asistir a los tablados en carnaval y escuchar a las murgas. Aunque en los últimos años también habían incorporado temas internacionales.
Había grandes diferencias entre las murgas de Montevideo y las de Buenos Aires. Las uruguayas contenían letras y canciones durante casi una hora de espectáculo, que apuntaban al humor y la crítica, mientras que la murga argentina era más una expresión callejera basada en el baile.
En 2007 ganó el concurso oficial Asaltantes con Patente, que era una murga tradicional. Algunas de las otras que actuaron fueron Araca la Cana, Falta y Resto, Agarrate Catalina, Colombina Che, Diablos Verdes, Queso Magro, Curtidores de Hongos y Demimurga, entre otras.
Así, se abordaba todo tipo de temas, llegándose a repetir algunos que por su importancia se volvían obligatorios en el repertorio de cada murga, por ejemplo, el conflicto entre Uruguay y Argentina por la instalación de plantas papeleras con capital extranjero y sus consecuencias ecológicas:
“La planta de celulosa
la polémica encendió
y uruguayos y argentinos
discuten su instalación.
Nos tienen de basurero
apuntan siempre hacia el sur
porque aquí está el Tercer Mundo
y su desesperación”
Araca la Cana

Desde Finlandia,
con gran propaganda,
llegan las plantas
de un jugo especial.
Y al mismo tiempo
que aumenta el trabajo,
esto nos trajo un quilombo ambiental.
Con perdón
del espíritu de Jack “Custó”
y la yegua de Briggitte “Bardó”;
¡que viva la inversión!
¡Qué placer
ir al río a mojarse los pies
y sentirse por primera vez
un gaucho finlandés!
Ahijuna por el repecho
Vienen llegando los finlandeses
Se iban para Entre Ríos
Pero eligieron cruzar el puente
Y ahí fue que los porteños
Se preocuparon del medio ambiente
Y así comenzó el berrinche
Con la rabieta de su intendente
¡Si tocan la celulosa
van llenarse de sabañones!
¡Se van a quedar pelados
van a volverse mariposones!
No ven que es un plan macabro
Para transformarlos en lobizones
Un plan de los finlandeses
Tabaré Vazquez y los masones
Ahijuna por el repecho
Vienen llegando los finlandeses
Que traigan la celulosa
Y que revienten todos los peces
-Pare primo la canoa,
que me parece que veo un pececito que solloza.
¿Será por la celulosa
que no para de llorar?
-¿Cómo se hace para ver
que hay un pez llorando ahí?
¿Dónde empieza el llanto y termina el río
como distingue usté?
¡Si debajo del agua los peces lloran,
quién diablos va a saber!
-¡Ahijuna los finlandeses, juera sotreta,! ¡Luz mala Botnia mandinga!
¡Amalaya gringos maulas, vayan pa ´sus pagos a picanear los pescaos!
-Callesé no sea vejiga
los finlandeses son buenos socios
no joda más con la ecología
se va perder terrible negocio
-¿Negocio?
- La celulosa no mata al pueblo
Y a los pescaos les encanta
Los bichos se desestresan
Mirá cómo hacen la plancha
Quietitos y panza arriba
Mirá qué lindo descansan
-¡Pero haber sabido antes que era un negocio tan conveniente…!
¡Lo que es apresurarse con un juicio de valor...!
¡Los uruguayos somos mandados a hacer pa´ hablar al pedo! ¿No?
¡Qué van a estar muertos estos bichos, tan descansando!
¡Mirá qué lindo pescadito, qué vitalidad…mirá, mirá como salta!
¡Vamos, Finlandio, salte, salte!
(interacciones con el pescado muerto)
-”Hola, soy Finlandio me encanta la celulosa”!
- ¡Si usté viera la cantidá de pescao que hay allá en la arena tirao también,
tomando sol, loco e la vida, como usté!
¡Hasta se han hecho amigos de las moscas que les andan revoloteando!
¿Eh…lo qué..? ¡Pero dígalo usté, Finlandio, no se quede con la “espina”!
-¡La celulosa es muy buena para el medio ambiente!
-¡Sí señor! El ecosistema está en su esplendor. Es un caldo de cultivo.
Ni se sabe la cantidad de animalitos nuevos que van a surgir gracias a la celulosa. ¡Semejante contribución pa´ la biología! ¡Miles de especies nuevas!
 ¡Fauna y flora en plena mutación!
-¡Que lo parió!
Se da cuenta, Finlandio, tamo´ siendo testigo´e´ la evolución!
Rumbeando para Fray Bentos
de alpargatas y escafandra
qué lindo es volver al pago
y encontrarse con la planta
pa´ sentir olor a humo
que las chimeneas largan
pa´ hacerle fiesta a los perros
con pescuezo de jirafa
Y esos viejitos divinos
bien cargaditos de escamas
con tentáculos y branquias
amargueando de mañana
- Clavo mi remo en el agua
lo saco todo podrido
creo que he visto un mamut
del otro lado del río.
- Qué lindo es volver al pago
Pa´ ver las vacas que pastan
como la vaca de Milka
violeta con manchas blancas
y jinetes con caballos
visibles para los coches
porque tienen pelo verde
que brilla cuando es de noche
y ovejas modernizadas
conscientes de lo que es bueno
que en vez de crecerles lana
les crece polietileno
-¡Qué lindo es volver al pago,
con Don Rosendo, con Doña Eustaquia,
con la pequeña paseando el hamster,
bajando higos con gusto a papa.
Corriendo un choclo con el Finlandio
con “Bob Esponja” abajo del agua
con antenitas todos mutando,
jugando al teto y a la piragua.
Con los porteños, los finlandeses,
los españoles, todos en casa
gritando juntos todos unidos
pero qué linda que está la planta!!!
¡Celulosa, celulosa, celulosa!
Agarrate Catalina

El público festejaba las ocurrencias y se aprendía las letras más notables. Al final de cada actuación la murga ejecutaba una última melodía que se llamaba “retirada”, en la cual predominaba la nostalgia por estar próximo el final del carnaval.
Casi a la medianoche, después de apreciar el espectáculo, aplaudir y reír, el público se despedía del tablado cargando con la familia entera, el mate y la tonada de la despedida de las murgas, que prometían volver el año siguiente, o la noche siguiente para los que, fieles, irían a ver a su murga favorita a otro tablado. 

lunes, 24 de septiembre de 2018

Tres semanas en Esquel



Enero de 2007. Hacía sólo un mes que mi viejo, mi querido viejo se había ido de viaje, pero esta vez para siempre. Él fue quien me contagió la pasión de viajar, de tomar fotografías, de leer, de escribir… A sus jóvenes ochenta y nueve años, pocos días antes de partir, me había dicho que creía que ese verano, por primera vez, no iba poder acompañar al grupo scout de Ingenierto White, al cual pertenecía, a su campamento anual. Él había viajado por todo el mundo. Y en tiempos en que no era posible hablar por teléfono a cada rato ni mirarse por la camarita de la computadora, yo esperaba ansiosa al cartero para que me entregase una postal de la quebrada de Humahuaca, de México, del Coliseo o de las pagodas de Tokyo… Y cuando volvía, no pretendía regalos, que me traía y muchos, sino que escuchaba con atención sus relatos y miraba una y otra vez la enorme cantidad de diapositivas que había tomado. Muchas veces viajé con él y además de aprender, me divertí muchísimo. Y cuando comencé a viajar sola, él me buscaba mapas, textos de historia y geografía del lugar, me daba consejos, y una larga lista de teléfonos y direcciones de amigos y conocidos a quienes saludar de su parte, o bien recurrir en caso de emergencia. Los servicios telefónicos fueron mejorando y al ser posible comunicarnos diariamente, iba disfrutando cada paso que yo daba. Así que mi dolor era enorme, y si bien al principio sentíamos como que se trataba de otra de sus escapadas, era hora de comenzar a hacer nuestro duelo. Para eso teníamos que buscar un lugar que nos permitiera distraernos, pero a la vez, caminar en silencio, meditar y llorar cuando lo necesitáramos… Y Esquel nos permitiría todo eso. Además, nunca habíamos estado allí con él, porque de lo contrario hubiese sido todo mucho más difícil.
El año anterior, en los pocos días que había estado allí con Omar y Martín, no habíamos podido recorrer mucho debido a las permanentes lluvias. Así que por segundo año consecutivo visité la Casa de la Provincia del Chubut en Buenos Aires, pidiendo información sobre hotelería y atractivos turísticos del oeste de la provincia, y no sólo que no tenían datos ni folletería, sino que intentaron que desistiera de visitar esa zona, dándome todo tipo de incentivos para que fuera a la costa. Era evidente el boicot que el gobierno le hacía al turismo, a favor de las empresas mineras. Y a pesar de los riesgos que eso conllevaba, alquilamos por internet un departamento en el Centro de la ciudad para poder desplazarnos con comodidad hacia los alrededores.
La segunda semana de enero, salimos de la terminal de ómnibus de Retiro con la empresa Vía Bariloche. Y después de ver muchas vacas y cada vez más soja en la provincia de Buenos Aires, arribamos a Bahía Blanca, donde subió mi mamá.

Campos de soja a poco de andar por la provincia de Buenos Aires


Pastizales al acercarnos a la ciudad de Las Flores


Ganado vacuno de la mejor calidad en el centro de la provincia de Buenos Aires


Campos cultivados próximos a la ciudad de Azul


Campo de girasoles en el sudoeste de la provincia de Buenos Aires




De noche atravesamos el valle del río Negro por la ruta 22 hasta la ciudad de Neuquén. Ya de día tomamos el camino que bordeaba el río Limay, haciendo de límite entre las provincias de Neuquén y Río Negro, siendo utilizado para la producción energética mediante las represas de El Chocón, Piedra del Águila y Alicurá.



Embalse de la represa de Alicurá


Ganado vacuno en Paso Chacabuco


Bordeando el río Limay


Típica meseta patagónica


Y atravesamos el Valle Encantado, una zona de rocas volcánicas, desgastadas por la erosión hídrica y eólica, presentando diferentes formas bautizadas en relación con la imaginación de los visitantes. La más famosa era el Dedo de Dios.

Dedo de Dios en el Valle Encantado, provincia del Neuquén


Esta zona constituía una ecotonía entre la estepa arbustiva y el bosque andino patagónico. Como puntos de referencia, pueden tomarse la ciudad de Neuquén con precipitaciones de 160 mm anuales y Bariloche con alrededor de 900 mm. Al ingresar a la ciudad de San Carlos de Bariloche, pudimos ver el cerro Catedral cuyo nombre se debía a que los cerros testigos graníticos semejan las agujas de una catedral gótica.

San Carlos de Bariloche y el cerro Catedral en el mes de enero


La Cordillera Patagónica está formada por batolitos de tonalita, granodiorita y granito, ascendidos por movimientos tectónicos y erosionados durante las glaciaciones. Su cerro más alto es el Tronador de 3491 m.s.n.m., mientras que el promedio de alturas apenas llega a 2000 m. El cerro Catedral tiene una altura máxima de 2388 m.s.n.m., siendo menos de la mitad que el sector cordillerano a la latitud de la provincia de Mendoza. Esto es lo que permite el avance de los vientos húmedos del Pacífico.



Agujas del Cerro Catedral


Llegamos a Bariloche, y desde allí, con una hora de espera, tomamos otro micro hasta Esquel, ya que no había nada directo. Ese último tramo era tan hermoso como peligroso, y pese a tratarse de camino de montaña y con precipitaciones abundantes, nadie bajaba la velocidad.

Villa Mascardi, al sudoeste de Bariloche


Laderas cubiertas de vegetación


Pasamos por El Foyel


Y por Epuyen


Plantación de pinos en la zona de Epuyen


La ciudad de Esquel no era tan bonita arquitectónicamente como otras ciudades andinas, pero al estar rodeada de montañas, el entorno la hacía muy atractiva. El trazado urbano era ortogonal en damero, con la clásica plaza y los edificios principales a su alrededor. Y lo suficientemente tranquila como para descansar dentro de un ámbito urbano que contaba con todos los servicios necesarios, aunque sin demasiadas diversiones ni locales destinados al turismo. Para nosotros, ideal.


Municipalidad de Esquel, uno de los mejores edificios


Martín encontró diversión en la plaza central


Las precipitaciones aquí disminuían bastante en relación con Bariloche, no llegando a más de 500 mm anuales. Y volvían a aumentar hacia el oeste en el límite con Chile. Por ende, la vegetación iba variando nuevamente desde la estepa, hasta el bosque patagónico y la selva valdiviana en función de las isohietas.
Una salida donde pudimos observar las características de la vegetación y la ciudad en forma panorámica fue la del ascenso al centro de esquí La Hoya, que en invierno atraía a gran cantidad de turistas nacionales y extranjeros.

Base del centro de esquí La Hoya



Vegetación esteparia en las laderas cercanas a La Hoya


Cerros que rodean a la ciudad de Esquel


Vista panorámica de Esquel desde La Hoya


Regresando a Esquel


La mayor parte de los turistas que iba a Esquel se alojaba en establecimientos retirados del casco urbano, muchos de ellos sobre la carretera. Predominaban las cabañas, que ofrecían muy buenos servicios y algunas de ellas incluían casa de té, artesanías, o museo como era el caso de un ciudadano lituano que contaba con reliquias traídas por sus familiares u otros inmigrantes de ese origen en sus respectivos viajes. Todo comenzó como una pequeña muestra y ya, la Villa Olgbrun, estaba reconocida por entidades culturales de Lituania que le habían brindado apoyo para que el proyecto pudiera consolidarse.

Mi mamá y Martín en el ingreso a la Villa Olgbrun


Museo de la Inmigración Lituana en una cabaña de Esquel


Importante colección numismática


Homenaje al Perito Francisco Pascasio Moreno


El principal bar de la ciudad estaba en la esquina de nuestro departamento. Muy bien puesto, y casi el único. Allí podíamos ir a leer el diario por la mañana, tomar té con tortas por la tarde y un café por las noches, todo en la medida en que no hiciéramos excursiones durante el día. Y a través de sus ventanas ver a la gente pasar y dejar la mente en blanco…  Y en ese lugar, un día vimos al gobernador durante una visita que le hiciera a la Sociedad Rural.



Pleno Centro de Esquel en hora pico





Maquetas de los proyectos de explotación minera en los cerros que rodean a Esquel


Quisimos que mi madre conociera la pequeña y bonita localidad de Futaleufú, del lado chileno. Esta vez visitamos algunos establecimientos ganaderos, caminamos bordeando la laguna Espejo, que se encontraba al extremo oriental del pueblo, y tomamos la once en una casa de té frente a la plaza de Armas.

Cría de ovejas en un establecimiento del pueblo de Futaleufú


Ganado lechero en Futaleufú




Laguna Espejo (Chile), que como su nombre lo indica reflejaba el paisaje que la rodeaba


Con mi mamá y Martín junto a la iglesia del pueblo


Vista de la iglesia desde la plaza de Armas


Martín y mi mamá en la plaza de Armas


Todos los mediodías íbamos a comer a una parrillita que estaba a una cuadra, que era más económica que comprar la carne y prepararla, donde también servían corderito patagónico. Y después, a tomar un helado artesanal en la esquina, en especial con sabor a frutos del bosque. Sólo cocinábamos de noche, porque con el frío nos daba fiaca salir y nos quedábamos viendo los festivales de Jesús María y Cosquín, por televisión. Pero hubo excepciones. Una noche fuimos a escuchar un concierto, y otra, a Rubén Patagonia.

Rubén Patagonia en una presentación muy popular


Muchas de las excursiones las hicimos en remises, no sólo porque el precio era bastante inferior, sino porque de esa manera no quedábamos atados a los horarios de la empresa de turismo. Y para conocer detalles de la zona, leíamos folletos e incluso libros sobre la historia de la región. Así es que fuimos a Corcovado, sitio elegido para la práctica del turismo aventura. Se trataba de una zona caracterizada por la pesca del salmón del Pacífico. Esta especie llegaba luego de atravesar contra la corriente el río chileno Palena, que en territorio argentino tomaba el nombre de Corcovado o Carrenleufú. Los pescadores podían capturarlos entre los meses de noviembre y marzo, ya que en ese período hacían ese recorrido para desovar y luego morir. También había truchas Arco Iris, Marrón, Fontilalis y de Arroyo.
Este fenómeno se producía porque se trataba de uno de los pocos sectores argentinos cuyos ríos pertenecían a la cuenca del Pacífico. Esta fue la zona que había generado la disputa de límites denominada Río Encuentro-Alto Palena, donde los gobiernos de Argentina y Chile recurrieron a la Corona Británica para resolver el conflicto. El motivo fundamental era que el Tratado de 1881, proponía que los límites pasaran por las altas cumbres que dividían aguas, quedando así los ríos de la vertiente atlántica para Argentina y la del Pacífico para Chile, tal cual como ocurría en Mendoza y San Juan. Pero los Andes Patagónicos no tienen la misma morfología y las altas cumbres no coinciden con la divisoria de aguas. El gobierno argentino entonces sostuvo el criterio de las más altas cumbres de la Cordillera de los Andes. Y el gobierno chileno, el de la divisoria de aguas, que en muchas áreas coincide con el cordón de morenas glaciarias, habiendo generado captura en ríos que otrora vertían sus aguas hacia el Atlántico. El tribunal británico consideró que el lenguaje del tratado de 1881 y del protocolo de 1893 era ambiguo y susceptible de varias interpretaciones, siendo irreconciliables las dos posiciones. Finalmente, se determinó que el límite pasara en algunos sitios por las altas cumbres y en otros, por la divisoria de aguas. Y este era el caso del río Carrenleufú-Palena. Pero los salmones nunca se enteraron de este hecho y lo recorrieron siempre sin documentación alguna.

Llegada a la zona de Corcovado


Martín con el fondo del cerro Herrero o Cabeza de Indio


Típica estancia andino-patagónica


Abrojo característico de la región,
que en lengua tsonek (de los tehuelche) le diera nombre a la ciudad de Esquel


Río Corcovado o Carrenleufú


Martín sobre el puente colgante de Corcovado o Carrenleufú


Y ya de vuelta visitamos el Complejo Hidroeléctrico Futaleufú que había generado una impactante modificación del ecosistema con la construcción del embalse Amutui Quimei (Belleza Perdida), entre 1971 y 1976, dejando bajo las aguas a gran parte del frondoso bosque de las laderas andinas.

Llegando a la represa de Futaleufú


Cartel que mostraba la cuenca del río Futaleufú, que desagua en el Pacífico


Embalse Amutui Quimei, que en mapudungun significa “Belleza Perdida”


El embalse Amutui Quimei semejaba un mar


Vista del complejo hidroeléctrico Futaleufú con sus torres de transmisión de energía


A pocos kilómetros de Esquel, cerca de la localidad de Trevelin, se encontraba una Estación de Piscicultura que se encargaba de la producción de alevinos con el fin de mantener estable la cantidad de truchas y salmones de los ríos y lagos de la zona. Ellos organizaban visitas guiadas y ofrecían a los visitantes alimentos para que les dieran a los peces.

Omar y Martín en la estación de piscicultura


Martín alimentando a los alevinos


Alevinos en los piletones de la estación de piscicultura


Truchas comiendo los alimentos que mi hijo Martín les tiraba


A partir de la producción ganadera y luego agrícola, las tierras del oeste de Chubut fueron pobladas por colonos galeses. Desde fines del siglo XIX en la margen del río Percey existía una capilla de gran importancia para las reuniones dominicales. Próximo a ella se instaló un molino, y pronto se conformó un núcleo urbano bautizado Trevelin, que significa “pueblo del molino”. Ese molino producía harina con trigo de la mejor calidad, característico de ese valle. Más tarde Esquel se transformó en el centro comercial y administrativo, y Trevelin en el centro cultural y religioso de la comunidad galesa. 
Ya en Trevelin, conocimos el Molino Andes y Compañía, que había sido inaugurado por John Daniel Evans en 1922, y que fuera devenido en el Museo Histórico Regional en la década de 1980.

Molino Andes y Compañía devenido en Museo Histórico Regional


El museo contaba con muestras de elementos procedentes de los pueblos originarios de la región
y de los ingresados por los inmigrantes


visitamos el Molino Nant Fach, que se había convertido en un pequeño museo con venta de productos regionales. Su creador y director era Mervyn Evans, bisnieto del pionero Thomas Evans, llegado al valle cordillerano en 1894.

Transitando por el Valle Hermoso o 16 de Octubre saliendo de Trevelin


Establecimientos agropecuarios en el Valle Hermoso o 16 de Octubre


Campo con pasturas tiernas


Ganado vacuno y caballar


Llegando a Nant Fach


Ingresando al museo Molino Nant Fach


Martín en los jardines del museo Molino Nant Fach


Trigo de excelente calidad en el valle 16 de Octubre


Muy cerca de allí nos desplazamos hasta la cascada Nant & Fall, que en galés significa Arroyo de los Saltos. El agua, proveniente del lago Rosario, caía por distintos desniveles y llegaba al río Futaleufú. Por una serie de pasarelas pudimos visualizarla de cerca y caminar en medio del bosque.

En camino a la Reserva Natural de Nant y Fall


Ingresando a la Reserva Natural de Nant y Fall


Observamos la cascada de Nant & Fall desde las pasarelas en medio de un tupido bosque


Vista lateral de la cascada


Cascada Nant & Fall


Detalle de la cascada Nant & Fall


Regresamos a Trevelin, y después de que Martín se hamacara un rato en la plaza, iniciamos una visita guiada por el museo Cartref Taid (Hogar del Abuelo), lo que nos permitió tener una idea global acerca de los pioneros galeses llegados a las costas de Chubut, hoy Puerto Madryn, en 1865 y su traslado hasta el sector cordillerano. También podía conocerse la historia de John Evans, quien habiendo sido preso de la emboscada de la tribu araucana del cacique Foyel, pudo salvar su vida gracias a su caballo El Malacara, cuya tumba se encontraba bajo los sauces del jardín del museo cuya directora era su nieta: Clery Evans.

Martín en la hamaca de la plaza de Trevelin


Ingresando al museo Cartref Taid (Hogar del Abuelo)


Tumba del Malacara


AQUÍ YACEN LOS RESTOS DE MI CABALLO EL MALACARA
QUE ME SALVÓ LA VIDA EN EL ATAQUE DE LOS INDIOS EN EL VALLE DE LOS MÁRTIRES
EL 4/3/84 AL REGRESARME DE LA CORDILLERA
R I P
JOHN D. EVANS


El Malacara murió en el invierno de 1909


Homenaje a El Malacara


Pero la excursión más impactante era, sin lugar a dudas, la del Parque Nacional Los Alerces, con navegación por el lago Futalaufquen, que significa en lengua mapudungun, “futa” grande y “laufquen” lago.
El Parque había sido creado, primeramente como reserva en 1937, con el fin de preservar la comunidad de alerces, que era la especie predominante. Y fundamentalmente al ALERCE o LAHUAN MILENARIO, un ejemplar de aproximadamente dos mil seiscientos años y con la altura del Obelisco de Buenos Aires.

Alerce o Lahuan Milenario


Detalle del tronco del Alerce Milenario


Mi mamá y Marisol en el bosque de alerces


Tronco caído en el sendero del bosque


Entre los cerros de la cordillera de los Andes se encontraba un sistema de lagos de origen tectónico-glaciario, que permanentemente se alimentaban de lluvias y deshielo. Las precipitaciones en algunos fiordos del lago podían superar los 1500 mm anuales, y las nevadas eran copiosas durante todo el invierno.

Navegación por el lago Futalaufquen


Vista de un glaciar desde el lago Futalaufquen


Bosque de coníferas a la vera del lago Futalaufquen


Martín disfrutando del paísaje


Lago Futalaufquen en el Parque Nacional Los Alerces


Lago Futalaufquen, de origen tectónico-galciario


Los habitantes originarios habían sido cazadores-recolectores, utilizando huesos de animales y piedras para la fabricación de boleadoras, puntas de flecha, punzones para coser cueros y artefactos de molienda. Sus descendientes fueron las comunidades tehuelche y araucana, que por la llegada de los españoles modificaron su modo de vida, y al incorporar el caballo tuvieron mayor movilidad. Los efectos de la Campaña al Desierto (1879-1883) causaron su desarticulación. Y posteriormente, algunas familias mapuche quedaron viviendo en localidades cercanas al Parque Nacional.

Con Marisol, Omar, Martín y mi mamá en la pasarela colgante sobre el río Arrayanes


Otro lugar donde habitaban comunidades mapuche era Nahuel Pan, al cual se accedía mediante La Trochita. Ellos vendían artesanías a los turistas y algunos producían animales o cultivos para autoconsumo. Y era uno de los sectores de la población que se oponía más firmemente a la explotación minera.


Saliendo de la ciudad de Esquel con La Trochita



Vista panorámica de Esquel desde La Trochita


Campos con ganado en las cercanías de Esquel


Llegando a Nahuel Pan


Marisol, mi mamá y Martín junto a La Trochita


Con Martín, Marisol y mi mamá antes de regresar de Nahuel Pan


Una actividad que había crecido en los últimos tiempos era la producción orgánica de frambuesas, grosellas, guindas, lúpulo, rosa mosqueta, cerezas, y su transformación en conservas, licores y dulces. En gran parte de esos establecimientos se organizaban visitas guiadas con sus esperadas degustaciones.

Martín degustando frambuesas durante una visita guiada


Ya estábamos llegando al fin de nuestra estada, y como despedida, el 28 de enero, día en que Martín cumplía dieciséis años, fuimos a festejarlo a una casa de té de Trevelin donde pudo disfrutar mucho más que de una pequeña torta galesa.
En pocos días más volveríamos a nuestras casas. A pesar del descanso y las distracciones, no habíamos podido disimular nuestra tristeza. Mi viejo había estado presente en todo momento. Mi mamá se bajó en Bahía Blanca. Seguramente fue al cementerio a contarle el viaje. Yo lo estoy haciendo ahora…