viernes, 29 de junio de 2018

De Villa Carlos Paz a Rosario


Entre el 13 y el 17 de setiembre de 2004, se llevó a cabo el VI Encuentro Internacional Humboldt en Villa Carlos Paz, provincia de Córdoba.
Se dictaron conferencias, hubo paneles y ponencias presentadas por colegas de gran parte de las provincias argentinas, así como de México, Brasil, Chile, Uruguay, Colombia y Bolivia.
La semana fue muy intensa y con el fin de distraernos y festejar el Día del Profesor, que en la Argentina era el diecisiete de setiembre, en sus vísperas reservamos un boliche para nosotros solos y organizamos un baile de disfraces.
Si bien algunos se excusaron, la mayor parte de los participantes asistió. Algunos alquilamos trajes y otros los confeccionaron personalmente con gran creatividad, pero todos estábamos desenfadados y rompimos el hielo que muchas veces existe entre profesores y estudiantes.
Yo quise vestirme de gitana, pero al llegar al local, ya se habían llevado ese disfraz, así que opté por el de reina. Y debido a que horas antes me habían elegido Presidente del Centro Humboldt, muchos supusieron que pretendía convertirlo en una monarquía.
A mi hijo Martín lo disfracé de Drácula, y estaba muy feliz luciendo su capa y bailando entre toda la gente.
Uno de los disfraces que sorprendió fue el de Isabel Riviere, de Mar del Plata, quien después de algunos años de haber dejado los hábitos, se vistió de diablo; y se puso a bailar junto a una estudiante de Tandil, quien se había convertido en un delicado ángel.
 Y con el fin de premiar el mejor disfraz y a quien mejor había bailado, se armó un jurado constituido por Humberto Voltolini, Coordinador del Encuentro; Ampelio Liberali, mi padre, quien oficiara de relator y fotógrafo; y Omar Gejo, Miembro del Comité Académico. Ellos no se habían disfrazado, aunque a Omar se le había puesto un turbante que lo hacía lucir como árabe.
A lo largo de la noche, todos nos fuimos reconociendo, y divirtiendo con nuestros atuendos. Pero hubo alguien de quien no nos fue posible adivinar su identidad. Se trataba de un arlequín, que saltaba ágilmente de un lado para otro, y debido a la presión que le ejercía la máscara en su cara, la voz se oía deformada. Estaba tan bien producido y actuaba tan coherentemente con su personaje, que ganó el concurso al mejor disfraz. Y fue así que cuando fue a recibir el premio, los jurados la reconocieron. Se trataba nada menos que de Emilce Cammarata, de Posadas, quien nos había hecho creer que no asistiría a la fiesta, porque debía exponer su trabajo al día siguiente, además de asegurar que “esas cosas no le gustaban”.
Y como no podía ser de otra manera, el concurso de baile lo ganó Ana Flávia Alves Canuto, de Uberlandia, Minas Gerais. ¡Imposible ganarle en baile a una brasilera!
Al día siguiente, si bien algunos se quedaron dormidos, los más, volvimos a las actividades académicas normalmente. Esa tarde cerramos el Encuentro, y la mayoría regresó a sus lugares de origen.
Pero a mí me esperaban otras ocupaciones. Desde Villa Carlos Paz tomé un micro que me llevó a duras penas hasta la ciudad de Río Cuarto, donde el lunes 20 debía ser jurado de un concurso docente. Y si bien esa situación me dejó un trago amargo, aproveché para visitar a algunos colegas y amigos.
Desde allí, mediante otro ómnibus, me trasladé a la ciudad de Rosario, provincia de Santa Fe, donde debía integrar los comités de categorizaciones del Litoral, los días 22 y 23. Pero, al llegar con mi valija al Rectorado de la Universidad Nacional de Rosario, me encontré con que debido a que el día 25 se hacía la peregrinación anual al santuario de Nuestra Señora del Rosario de San Nicolás, ¡no había lugar en ningún hotel de la ciudad! Increíble, teniendo en cuenta que hay casi setenta kilómetros de distancia y la hotelería era bastante variada.
Así que además de estar todo el día encerrados evaluando curriculums, tuvimos que compartir una habitación para poder higienizarnos hasta tanto consiguiéramos alojarnos. Así que a la noche nos repartieron en distintos hoteles, y pese al cansancio y las vicisitudes, pude ir a caminar por la costanera y cenar con algunos de mis compañeros de tareas. Pero en cuanto pude, regresé a Buenos Aires, donde me esperaba todo el trabajo atrasado de mitad de cuatrimestre.

jueves, 28 de junio de 2018

A Villa Carlos Paz en el mes de junio



Los primeros días del mes de junio de 2004, tenía que regresar a Villa Carlos Paz con el fin de continuar con la organización del Encuentro Humboldt que se realizaría tres meses después. Y como mi hijo Joaquín no se había tomado vacaciones en el verano, lo invité a viajar conmigo, además de llevar también a Martín.
¡¡¡Qué frío!!!!! Habíamos salido de Buenos Aires en plena Sudestada, pero en Córdoba las temperaturas eran mucho más bajas; y, por otra parte, como no se trataba de un fin de semana, gran parte de los locales estaban cerrados y muchas de las excursiones no se realizaban por falta de pasajeros, a menos que se pagara una exorbitancia.
Mientras yo hacía gestiones de todo tipo, Joaquín (19) y Martín (13) andaban juntos por todas partes, caminando alrededor del lago San Roque o en los locales de jueguitos electrónicos.
Pero en cuanto me desocupé, hicimos unas salidas a los valles cercanos en remise, y subimos al cerro de la Cruz.
Primeramente, fuimos hasta el final de la avenida Estrada, al pie de la aerosilla, y doblando a la izquierda encontramos las escalinatas que llegaban hasta la cima.
A lo largo del camino se presentaba un vía crucis que finalizaba en la famosa cruz en lo más alto del cerro.
A medida que ascendíamos la vegetación iba mermando y haciéndose cada vez más espinosa, pero la vista era cada vez más bonita.
En determinado momento yo hice un alto para descansar y tomar fotografías, pero el entusiasmo de los chicos hizo que continuaran subiendo a gran velocidad.

 Vista de Villa Carlos Paz durante el ascenso al cerro de la Cruz


El cerro de la Cruz era el más alto de Carlos Paz y se elevaba a 1000 m.s.n.m. La cruz blanca que lo coronaba era de quince metros de altura, realizada con hormigón armado. Fue inaugurada en 1934 coincidiendo con la realización en Buenos Aires del XXXII Congreso Eucarístico Internacional, razón por la cual Margarita Avanzatto, viuda de Carlos Paz, fundador de la villa, había donado esos terrenos al Arzobispado de Córdoba.
En la parte superior de la cruz había una inscripción en latín que decía “Christus Vivit Regnat et Imperat”, cuyo significado era “Cristo vive, reina e impera”.
Desde allí pudimos tener una vista panorámica de la ciudad, con el río San Antonio desembocando en el lago San Roque, por lo que nos quedamos observando el panorama durante varios minutos, hasta que el viento, que se hacía cada vez más fuerte, nos impidió permanecer más tiempo.

Vista de Villa Carlos Paz, con el río San Antonio desembocando en el lago San Roque


Y muy a pesar del frío, durante el descenso volvimos a entrar en calor. Joaquín y yo quedamos muy satisfechos con esa experiencia, pero a Martín no se le borró más de la mente, y desde ese momento, siempre ha pedido volver a las montañas.