lunes, 24 de septiembre de 2018

Tres semanas en Esquel



Enero de 2007. Hacía sólo un mes que mi viejo, mi querido viejo se había ido de viaje, pero esta vez para siempre. Él fue quien me contagió la pasión de viajar, de tomar fotografías, de leer, de escribir… A sus jóvenes ochenta y nueve años, pocos días antes de partir, me había dicho que creía que ese verano, por primera vez, no iba poder acompañar al grupo scout de Ingenierto White, al cual pertenecía, a su campamento anual. Él había viajado por todo el mundo. Y en tiempos en que no era posible hablar por teléfono a cada rato ni mirarse por la camarita de la computadora, yo esperaba ansiosa al cartero para que me entregase una postal de la quebrada de Humahuaca, de México, del Coliseo o de las pagodas de Tokyo… Y cuando volvía, no pretendía regalos, que me traía y muchos, sino que escuchaba con atención sus relatos y miraba una y otra vez la enorme cantidad de diapositivas que había tomado. Muchas veces viajé con él y además de aprender, me divertí muchísimo. Y cuando comencé a viajar sola, él me buscaba mapas, textos de historia y geografía del lugar, me daba consejos, y una larga lista de teléfonos y direcciones de amigos y conocidos a quienes saludar de su parte, o bien recurrir en caso de emergencia. Los servicios telefónicos fueron mejorando y al ser posible comunicarnos diariamente, iba disfrutando cada paso que yo daba. Así que mi dolor era enorme, y si bien al principio sentíamos como que se trataba de otra de sus escapadas, era hora de comenzar a hacer nuestro duelo. Para eso teníamos que buscar un lugar que nos permitiera distraernos, pero a la vez, caminar en silencio, meditar y llorar cuando lo necesitáramos… Y Esquel nos permitiría todo eso. Además, nunca habíamos estado allí con él, porque de lo contrario hubiese sido todo mucho más difícil.
El año anterior, en los pocos días que había estado allí con Omar y Martín, no habíamos podido recorrer mucho debido a las permanentes lluvias. Así que por segundo año consecutivo visité la Casa de la Provincia del Chubut en Buenos Aires, pidiendo información sobre hotelería y atractivos turísticos del oeste de la provincia, y no sólo que no tenían datos ni folletería, sino que intentaron que desistiera de visitar esa zona, dándome todo tipo de incentivos para que fuera a la costa. Era evidente el boicot que el gobierno le hacía al turismo, a favor de las empresas mineras. Y a pesar de los riesgos que eso conllevaba, alquilamos por internet un departamento en el Centro de la ciudad para poder desplazarnos con comodidad hacia los alrededores.
La segunda semana de enero, salimos de la terminal de ómnibus de Retiro con la empresa Vía Bariloche. Y después de ver muchas vacas y cada vez más soja en la provincia de Buenos Aires, arribamos a Bahía Blanca, donde subió mi mamá.

Campos de soja a poco de andar por la provincia de Buenos Aires


Pastizales al acercarnos a la ciudad de Las Flores


Ganado vacuno de la mejor calidad en el centro de la provincia de Buenos Aires


Campos cultivados próximos a la ciudad de Azul


Campo de girasoles en el sudoeste de la provincia de Buenos Aires




De noche atravesamos el valle del río Negro por la ruta 22 hasta la ciudad de Neuquén. Ya de día tomamos el camino que bordeaba el río Limay, haciendo de límite entre las provincias de Neuquén y Río Negro, siendo utilizado para la producción energética mediante las represas de El Chocón, Piedra del Águila y Alicurá.



Embalse de la represa de Alicurá


Ganado vacuno en Paso Chacabuco


Bordeando el río Limay


Típica meseta patagónica


Y atravesamos el Valle Encantado, una zona de rocas volcánicas, desgastadas por la erosión hídrica y eólica, presentando diferentes formas bautizadas en relación con la imaginación de los visitantes. La más famosa era el Dedo de Dios.

Dedo de Dios en el Valle Encantado, provincia del Neuquén


Esta zona constituía una ecotonía entre la estepa arbustiva y el bosque andino patagónico. Como puntos de referencia, pueden tomarse la ciudad de Neuquén con precipitaciones de 160 mm anuales y Bariloche con alrededor de 900 mm. Al ingresar a la ciudad de San Carlos de Bariloche, pudimos ver el cerro Catedral cuyo nombre se debía a que los cerros testigos graníticos semejan las agujas de una catedral gótica.

San Carlos de Bariloche y el cerro Catedral en el mes de enero


La Cordillera Patagónica está formada por batolitos de tonalita, granodiorita y granito, ascendidos por movimientos tectónicos y erosionados durante las glaciaciones. Su cerro más alto es el Tronador de 3491 m.s.n.m., mientras que el promedio de alturas apenas llega a 2000 m. El cerro Catedral tiene una altura máxima de 2388 m.s.n.m., siendo menos de la mitad que el sector cordillerano a la latitud de la provincia de Mendoza. Esto es lo que permite el avance de los vientos húmedos del Pacífico.



Agujas del Cerro Catedral


Llegamos a Bariloche, y desde allí, con una hora de espera, tomamos otro micro hasta Esquel, ya que no había nada directo. Ese último tramo era tan hermoso como peligroso, y pese a tratarse de camino de montaña y con precipitaciones abundantes, nadie bajaba la velocidad.

Villa Mascardi, al sudoeste de Bariloche


Laderas cubiertas de vegetación


Pasamos por El Foyel


Y por Epuyen


Plantación de pinos en la zona de Epuyen


La ciudad de Esquel no era tan bonita arquitectónicamente como otras ciudades andinas, pero al estar rodeada de montañas, el entorno la hacía muy atractiva. El trazado urbano era ortogonal en damero, con la clásica plaza y los edificios principales a su alrededor. Y lo suficientemente tranquila como para descansar dentro de un ámbito urbano que contaba con todos los servicios necesarios, aunque sin demasiadas diversiones ni locales destinados al turismo. Para nosotros, ideal.


Municipalidad de Esquel, uno de los mejores edificios


Martín encontró diversión en la plaza central


Las precipitaciones aquí disminuían bastante en relación con Bariloche, no llegando a más de 500 mm anuales. Y volvían a aumentar hacia el oeste en el límite con Chile. Por ende, la vegetación iba variando nuevamente desde la estepa, hasta el bosque patagónico y la selva valdiviana en función de las isohietas.
Una salida donde pudimos observar las características de la vegetación y la ciudad en forma panorámica fue la del ascenso al centro de esquí La Hoya, que en invierno atraía a gran cantidad de turistas nacionales y extranjeros.

Base del centro de esquí La Hoya



Vegetación esteparia en las laderas cercanas a La Hoya


Cerros que rodean a la ciudad de Esquel


Vista panorámica de Esquel desde La Hoya


Regresando a Esquel


La mayor parte de los turistas que iba a Esquel se alojaba en establecimientos retirados del casco urbano, muchos de ellos sobre la carretera. Predominaban las cabañas, que ofrecían muy buenos servicios y algunas de ellas incluían casa de té, artesanías, o museo como era el caso de un ciudadano lituano que contaba con reliquias traídas por sus familiares u otros inmigrantes de ese origen en sus respectivos viajes. Todo comenzó como una pequeña muestra y ya, la Villa Olgbrun, estaba reconocida por entidades culturales de Lituania que le habían brindado apoyo para que el proyecto pudiera consolidarse.

Mi mamá y Martín en el ingreso a la Villa Olgbrun


Museo de la Inmigración Lituana en una cabaña de Esquel


Importante colección numismática


Homenaje al Perito Francisco Pascasio Moreno


El principal bar de la ciudad estaba en la esquina de nuestro departamento. Muy bien puesto, y casi el único. Allí podíamos ir a leer el diario por la mañana, tomar té con tortas por la tarde y un café por las noches, todo en la medida en que no hiciéramos excursiones durante el día. Y a través de sus ventanas ver a la gente pasar y dejar la mente en blanco…  Y en ese lugar, un día vimos al gobernador durante una visita que le hiciera a la Sociedad Rural.



Pleno Centro de Esquel en hora pico





Maquetas de los proyectos de explotación minera en los cerros que rodean a Esquel


Quisimos que mi madre conociera la pequeña y bonita localidad de Futaleufú, del lado chileno. Esta vez visitamos algunos establecimientos ganaderos, caminamos bordeando la laguna Espejo, que se encontraba al extremo oriental del pueblo, y tomamos la once en una casa de té frente a la plaza de Armas.

Cría de ovejas en un establecimiento del pueblo de Futaleufú


Ganado lechero en Futaleufú




Laguna Espejo (Chile), que como su nombre lo indica reflejaba el paisaje que la rodeaba


Con mi mamá y Martín junto a la iglesia del pueblo


Vista de la iglesia desde la plaza de Armas


Martín y mi mamá en la plaza de Armas


Todos los mediodías íbamos a comer a una parrillita que estaba a una cuadra, que era más económica que comprar la carne y prepararla, donde también servían corderito patagónico. Y después, a tomar un helado artesanal en la esquina, en especial con sabor a frutos del bosque. Sólo cocinábamos de noche, porque con el frío nos daba fiaca salir y nos quedábamos viendo los festivales de Jesús María y Cosquín, por televisión. Pero hubo excepciones. Una noche fuimos a escuchar un concierto, y otra, a Rubén Patagonia.

Rubén Patagonia en una presentación muy popular


Muchas de las excursiones las hicimos en remises, no sólo porque el precio era bastante inferior, sino porque de esa manera no quedábamos atados a los horarios de la empresa de turismo. Y para conocer detalles de la zona, leíamos folletos e incluso libros sobre la historia de la región. Así es que fuimos a Corcovado, sitio elegido para la práctica del turismo aventura. Se trataba de una zona caracterizada por la pesca del salmón del Pacífico. Esta especie llegaba luego de atravesar contra la corriente el río chileno Palena, que en territorio argentino tomaba el nombre de Corcovado o Carrenleufú. Los pescadores podían capturarlos entre los meses de noviembre y marzo, ya que en ese período hacían ese recorrido para desovar y luego morir. También había truchas Arco Iris, Marrón, Fontilalis y de Arroyo.
Este fenómeno se producía porque se trataba de uno de los pocos sectores argentinos cuyos ríos pertenecían a la cuenca del Pacífico. Esta fue la zona que había generado la disputa de límites denominada Río Encuentro-Alto Palena, donde los gobiernos de Argentina y Chile recurrieron a la Corona Británica para resolver el conflicto. El motivo fundamental era que el Tratado de 1881, proponía que los límites pasaran por las altas cumbres que dividían aguas, quedando así los ríos de la vertiente atlántica para Argentina y la del Pacífico para Chile, tal cual como ocurría en Mendoza y San Juan. Pero los Andes Patagónicos no tienen la misma morfología y las altas cumbres no coinciden con la divisoria de aguas. El gobierno argentino entonces sostuvo el criterio de las más altas cumbres de la Cordillera de los Andes. Y el gobierno chileno, el de la divisoria de aguas, que en muchas áreas coincide con el cordón de morenas glaciarias, habiendo generado captura en ríos que otrora vertían sus aguas hacia el Atlántico. El tribunal británico consideró que el lenguaje del tratado de 1881 y del protocolo de 1893 era ambiguo y susceptible de varias interpretaciones, siendo irreconciliables las dos posiciones. Finalmente, se determinó que el límite pasara en algunos sitios por las altas cumbres y en otros, por la divisoria de aguas. Y este era el caso del río Carrenleufú-Palena. Pero los salmones nunca se enteraron de este hecho y lo recorrieron siempre sin documentación alguna.

Llegada a la zona de Corcovado


Martín con el fondo del cerro Herrero o Cabeza de Indio


Típica estancia andino-patagónica


Abrojo característico de la región,
que en lengua tsonek (de los tehuelche) le diera nombre a la ciudad de Esquel


Río Corcovado o Carrenleufú


Martín sobre el puente colgante de Corcovado o Carrenleufú


Y ya de vuelta visitamos el Complejo Hidroeléctrico Futaleufú que había generado una impactante modificación del ecosistema con la construcción del embalse Amutui Quimei (Belleza Perdida), entre 1971 y 1976, dejando bajo las aguas a gran parte del frondoso bosque de las laderas andinas.

Llegando a la represa de Futaleufú


Cartel que mostraba la cuenca del río Futaleufú, que desagua en el Pacífico


Embalse Amutui Quimei, que en mapudungun significa “Belleza Perdida”


El embalse Amutui Quimei semejaba un mar


Vista del complejo hidroeléctrico Futaleufú con sus torres de transmisión de energía


A pocos kilómetros de Esquel, cerca de la localidad de Trevelin, se encontraba una Estación de Piscicultura que se encargaba de la producción de alevinos con el fin de mantener estable la cantidad de truchas y salmones de los ríos y lagos de la zona. Ellos organizaban visitas guiadas y ofrecían a los visitantes alimentos para que les dieran a los peces.

Omar y Martín en la estación de piscicultura


Martín alimentando a los alevinos


Alevinos en los piletones de la estación de piscicultura


Truchas comiendo los alimentos que mi hijo Martín les tiraba


A partir de la producción ganadera y luego agrícola, las tierras del oeste de Chubut fueron pobladas por colonos galeses. Desde fines del siglo XIX en la margen del río Percey existía una capilla de gran importancia para las reuniones dominicales. Próximo a ella se instaló un molino, y pronto se conformó un núcleo urbano bautizado Trevelin, que significa “pueblo del molino”. Ese molino producía harina con trigo de la mejor calidad, característico de ese valle. Más tarde Esquel se transformó en el centro comercial y administrativo, y Trevelin en el centro cultural y religioso de la comunidad galesa. 
Ya en Trevelin, conocimos el Molino Andes y Compañía, que había sido inaugurado por John Daniel Evans en 1922, y que fuera devenido en el Museo Histórico Regional en la década de 1980.

Molino Andes y Compañía devenido en Museo Histórico Regional


El museo contaba con muestras de elementos procedentes de los pueblos originarios de la región
y de los ingresados por los inmigrantes


visitamos el Molino Nant Fach, que se había convertido en un pequeño museo con venta de productos regionales. Su creador y director era Mervyn Evans, bisnieto del pionero Thomas Evans, llegado al valle cordillerano en 1894.

Transitando por el Valle Hermoso o 16 de Octubre saliendo de Trevelin


Establecimientos agropecuarios en el Valle Hermoso o 16 de Octubre


Campo con pasturas tiernas


Ganado vacuno y caballar


Llegando a Nant Fach


Ingresando al museo Molino Nant Fach


Martín en los jardines del museo Molino Nant Fach


Trigo de excelente calidad en el valle 16 de Octubre


Muy cerca de allí nos desplazamos hasta la cascada Nant & Fall, que en galés significa Arroyo de los Saltos. El agua, proveniente del lago Rosario, caía por distintos desniveles y llegaba al río Futaleufú. Por una serie de pasarelas pudimos visualizarla de cerca y caminar en medio del bosque.

En camino a la Reserva Natural de Nant y Fall


Ingresando a la Reserva Natural de Nant y Fall


Observamos la cascada de Nant & Fall desde las pasarelas en medio de un tupido bosque


Vista lateral de la cascada


Cascada Nant & Fall


Detalle de la cascada Nant & Fall


Regresamos a Trevelin, y después de que Martín se hamacara un rato en la plaza, iniciamos una visita guiada por el museo Cartref Taid (Hogar del Abuelo), lo que nos permitió tener una idea global acerca de los pioneros galeses llegados a las costas de Chubut, hoy Puerto Madryn, en 1865 y su traslado hasta el sector cordillerano. También podía conocerse la historia de John Evans, quien habiendo sido preso de la emboscada de la tribu araucana del cacique Foyel, pudo salvar su vida gracias a su caballo El Malacara, cuya tumba se encontraba bajo los sauces del jardín del museo cuya directora era su nieta: Clery Evans.

Martín en la hamaca de la plaza de Trevelin


Ingresando al museo Cartref Taid (Hogar del Abuelo)


Tumba del Malacara


AQUÍ YACEN LOS RESTOS DE MI CABALLO EL MALACARA
QUE ME SALVÓ LA VIDA EN EL ATAQUE DE LOS INDIOS EN EL VALLE DE LOS MÁRTIRES
EL 4/3/84 AL REGRESARME DE LA CORDILLERA
R I P
JOHN D. EVANS


El Malacara murió en el invierno de 1909


Homenaje a El Malacara


Pero la excursión más impactante era, sin lugar a dudas, la del Parque Nacional Los Alerces, con navegación por el lago Futalaufquen, que significa en lengua mapudungun, “futa” grande y “laufquen” lago.
El Parque había sido creado, primeramente como reserva en 1937, con el fin de preservar la comunidad de alerces, que era la especie predominante. Y fundamentalmente al ALERCE o LAHUAN MILENARIO, un ejemplar de aproximadamente dos mil seiscientos años y con la altura del Obelisco de Buenos Aires.

Alerce o Lahuan Milenario


Detalle del tronco del Alerce Milenario


Mi mamá y Marisol en el bosque de alerces


Tronco caído en el sendero del bosque


Entre los cerros de la cordillera de los Andes se encontraba un sistema de lagos de origen tectónico-glaciario, que permanentemente se alimentaban de lluvias y deshielo. Las precipitaciones en algunos fiordos del lago podían superar los 1500 mm anuales, y las nevadas eran copiosas durante todo el invierno.

Navegación por el lago Futalaufquen


Vista de un glaciar desde el lago Futalaufquen


Bosque de coníferas a la vera del lago Futalaufquen


Martín disfrutando del paísaje


Lago Futalaufquen en el Parque Nacional Los Alerces


Lago Futalaufquen, de origen tectónico-galciario


Los habitantes originarios habían sido cazadores-recolectores, utilizando huesos de animales y piedras para la fabricación de boleadoras, puntas de flecha, punzones para coser cueros y artefactos de molienda. Sus descendientes fueron las comunidades tehuelche y araucana, que por la llegada de los españoles modificaron su modo de vida, y al incorporar el caballo tuvieron mayor movilidad. Los efectos de la Campaña al Desierto (1879-1883) causaron su desarticulación. Y posteriormente, algunas familias mapuche quedaron viviendo en localidades cercanas al Parque Nacional.

Con Marisol, Omar, Martín y mi mamá en la pasarela colgante sobre el río Arrayanes


Otro lugar donde habitaban comunidades mapuche era Nahuel Pan, al cual se accedía mediante La Trochita. Ellos vendían artesanías a los turistas y algunos producían animales o cultivos para autoconsumo. Y era uno de los sectores de la población que se oponía más firmemente a la explotación minera.


Saliendo de la ciudad de Esquel con La Trochita



Vista panorámica de Esquel desde La Trochita


Campos con ganado en las cercanías de Esquel


Llegando a Nahuel Pan


Marisol, mi mamá y Martín junto a La Trochita


Con Martín, Marisol y mi mamá antes de regresar de Nahuel Pan


Una actividad que había crecido en los últimos tiempos era la producción orgánica de frambuesas, grosellas, guindas, lúpulo, rosa mosqueta, cerezas, y su transformación en conservas, licores y dulces. En gran parte de esos establecimientos se organizaban visitas guiadas con sus esperadas degustaciones.

Martín degustando frambuesas durante una visita guiada


Ya estábamos llegando al fin de nuestra estada, y como despedida, el 28 de enero, día en que Martín cumplía dieciséis años, fuimos a festejarlo a una casa de té de Trevelin donde pudo disfrutar mucho más que de una pequeña torta galesa.
En pocos días más volveríamos a nuestras casas. A pesar del descanso y las distracciones, no habíamos podido disimular nuestra tristeza. Mi viejo había estado presente en todo momento. Mi mamá se bajó en Bahía Blanca. Seguramente fue al cementerio a contarle el viaje. Yo lo estoy haciendo ahora…    






2 comentarios:

  1. EXCELENTE !!!! MUY BUENA NOTA COMENTARIO , GRACIAS MUY BUENO TE FELICITO COMO DESCRIBISTE CADA RINCON POR LOS QUE VISITASTES, ADEMAS EMOTIVA !! gRACIAS .-

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