domingo, 10 de noviembre de 2019

En un conventillo de La Boca






El barrio de La Boca en Buenos Aires, uno de los más tradicionales, se había caracterizado por haber sido habitado por inmigrantes arribados a Buenos Aires en la segunda mitad del siglo XIX, durante la etapa en que la Argentina recibía a quienes se encontraban pasando por una situación de hambruna debido a la crisis que azotaba al continente europeo. Y si bien la mayoría de ellos habían sido de origen italiano, en particular oriundos de Génova, los había de diversas nacionalidades como españoles, griegos, alemanes, franceses y sajones, entre otros.
Tanto la pobreza que los había traído a estas tierras como la vulnerabilidad de la ciudad de Buenos Aires en esos tiempos, hicieron que tuvieran que asentarse de la manera más económica cerca del puerto que les daría fuentes de trabajo, a pesar de que la zona fuera hostil, pantanosa, desolada y con periódicas inundaciones. Y allí construyeron sus viviendas de madera y chapa acanalada con balcones de hierro de variados de colores, producto de los sobrantes de pintura que los marineros recogían de los barcos. Y los que se encontraban en peor situación se instalaban en los conventillos, que eran casas de inquilinato donde se alojaban familias enteras en cada habitación compartiendo cocina, lavatorios, letrinas y lavaderos.

Construcciones típicas de madera y chapa multicolores


Conventillos históricos


Endebles escaleras en los conventillos de La Boca



Balcón de hierro de las típicas casas de chapa del barrio de La Boca


Detalle de la persiana de una casa del barrio de La Boca

  
Casas de chapa coloridas a la vera de la antigua vía del tren


La antigua vía del ferrocarril en el barrio de La Boca


Y si bien La Boca no había dejado de tener pobres entre sus vecinos, a fines del siglo XX se había convertido en un lugar turístico por excelencia, siendo el atractivo principal el Caminito, una calle emblemática que se había hecho famosa a partir del tango con letra de Gabino Coria Peñaloza y música de Juan de Dios Filiberto.
En una reunión que tuviera lugar en una confitería de la calle Florida al 300, Filiberto le dijo a Coria Peñaloza que tenía un tango inspirado en sus caminatas por un sendero de la Boca mientras se dirigía a la Vuelta de Rocha; y luego de tararear varios compases le pidió a su amigo que compusiera los versos. Gabino le contestó que tenía unos versos que hacían referencia a un amor juvenil en la localidad de Olta, en la provincia de La Rioja, y se los recitó. Filiberto consideró que era necesaria una modificación, pero el poeta no lo consintió, entonces adaptó la música y esa tarde de 1926, nació “Caminito”:
“Caminito que el tiempo ha borrado,
Que juntos un día nos viste pasar,
He venido por última vez,
He venido a contarte mi mal (…)”

En Caminito


El sendero se extendía de este a oeste atravesando en forma diagonal una manzana limitada por las calles Araoz de Lamadrid al norte, Garibaldi al oeste, Magallanes al sur, y Del Valle Iberlucea al este. Y su trayecto sinuoso se debió a que originariamente fluía por allí un arroyo que desaguaba en el Riachuelo, y que debía cruzarse por un pequeño puente, debido a lo cual, esa zona del barrio era denominada “Puntin”, que en genovés o xeneize, significa precisamente eso.
En 1866 la empresa Ferrocarril Buenos Aires a Ensenada construyó un ramal de cargas entre la estación General Brown y la estación Muelles de la Boca, junto al Riachuelo, justamente sobre lo que fuera el antiguo arroyo, ramal que posteriormente fuera clausurado, convirtiéndose en un sendero natural conocido como “La Curva”.
Después de muchos años de abandono, y habiéndose convertido en un basural, en 1950, un grupo de vecinos, entre los que se encontraba el conocido pintor boquense Benito Quinquela Martín, decidió poner en valor el lugar. Pero recién nueve años después, el pintor logró que el gobierno municipal construyera una calle museo, por lo cual expresó:
“Un buen día se me ocurrió convertir ese potrero en una calle alegre. Logré que fueran pintadas con colores todas las casas de material o de madera y cinc que lindan por sus fondos con ese estrecho caminito (…) Y el viejo potrero, fue una alegre y hermosa calle, con el nombre de la hermosa canción y en ella se instaló un verdadero Museo de Arte, en el que pueden admirar las obras de afamados artistas, donadas por sus autores generosamente.”
Entre las esculturas que se encontraban en Caminito estaban “Juan de Dios Filiberto”, de Luis Perlotti, “Elevando anclas”, de Julio Vergottini, y "El bombero", de Ernesto Scaglia.

Juan de Dios Filiberto, escultura de Luis Perlotti (1928)




"El bombero", de Ernesto Scaglia


En marzo de 2008, como consecuencia del despido que sufriera en la Universidad Argentina de la Empresa, decidí invertir la indemnización en un negocio de artículos regionales, y justamente La Boca, por todo lo comentado, era el sitio indicado. Así que alquilé un local en un conventillo de la calle Magallanes.

Por la calle Magallanes


Conventillo sobre la calle Magallanes donde se mostraba lo cosmopolita que era el barrio



 El Conventillo de los Sueños


Mi espacio se llamaba “Argentina de Norte a Sur” y contaba con diversidad de productos regionales organizados, en su mayor parte, a nivel provincial.
Además de las ventas propiamente dichas, mi intención era explicarles a los clientes el origen de lo que compraban, lo que sólo era factible con algunos extranjeros, principalmente franceses, ya que a la mayoría no le interesaba nada, salvo que tuviera buen precio.

“Argentina de Norte a Sur”


De todo un poco…


Objetos de la ciudad de Buenos Aires


Artículos de la provincia de Buenos Aires


Regionales de la provincia de Jujuy


Un día recibimos la visita de un grupo de teatro integrado por mujeres mayores que interpretaban a multivariados personajes, y les pusieron un toque divertido a todos los locales de la zona.

Visita de una compañía de teatro de mujeres de la tercera edad


Bailarina de tango


Pero los sueños duraron poco. En parte porque había días en que no abría caja y en parte porque me resultaba agotador estar toda la jornada de sábados y domingos, momento en que había ventas, ya que durante el resto de la semana daba clases en varios establecimientos, fue que a los tres meses de iniciada la experiencia, mudé todo a un local de una galería del Microcentro, diciéndole adiós a este tradicional barrio porteño.