sábado, 31 de diciembre de 2022

La Virgen Patrona de Costa Rica

  Bajando desde el volcán Irazú a más de 3.400 m.s.n.m., pasamos por verdes campos y llegamos a la ciudad de Cartago, a 1.435 m.s.n.m.    

Ciudad de Cartago en un valle de altura

  

Cartago era la capital de la provincia homónima y tenía una población aproximada de 170000 habitantes, formando parte del conurbano de San José.

Contaba con varios atractivos turísticos tanto históricos como naturales, sin embargo, el más importante de todos era la Basílica de Nuestra Señora de los Ángeles.  

Basílica Nuestra Señora de los Ángeles

  

Esa Basílica era el santuario donde se alojaba la Santa Patrona de Costa Rica, la Virgen de los Ángeles. Y había sido construida en el siglo XIX en estilo arquitectónico bizantino. 

Muchos fieles ingresaban de rodillas por la nave central

  

Cuando Sonia, Clarita y yo ingresamos, quedamos impactadas por tanta belleza de líneas, de grabados en madera, de pinturas… Una verdadera maravilla.   

La cúpula vista desde abajo

  

Nuestra Señora de los Ángeles era una advocación de la Virgen María. Su culto era originario de Getafe, en las cercanías de Madrid, y había sido traído a América por los conquistadores españoles.

 

Imagen de Nuestra Señora de los Ángeles

  

La celebración de Nuestra Señora de los Ángeles se realizaba en Cartago a raíz de una leyenda del período colonial.  

Altar principal de la Basílica

 

La leyenda decía que el 2 de agosto de 1636 una niña mulata llamada Juana Pereira había encontrado una pequeña estatua de la Virgen María en medio del bosque, sobre una roca. Que ella se la llevó al sacerdote Alonso de Sandoval, quien la guardó en una caja. Y cuando al día siguiente, cuando fue por ella, ya no estaba. Juana Pereira volvió al lugar de la primera aparición y encontró allí la imagen, así que se la llevó nuevamente al sacerdote quien la guardó dentro del sagrario. Al día siguiente, no la encontró, por lo que declaró que aquello era un mensaje de la Virgen de que deseaba estar en el bosque sobre la roca. 

Capilla interior con la exposición del Santísimo

  

En el lugar del bosque donde la mulatita encontró a la imagen, se construyó un pequeño templo en su honor, que era donde ahora se encontraba la Basílica de los Ángeles.   

El órgano de la Basílica y detalle de sus pinturas

 

 

La pequeña imagen de unos veinte centímetros fue bautizada con el nombre de Virgen de los Ángeles porque el 2 de agosto era el día en que los franciscanos celebraban esa festividad en Getafe. 

Detalle del cielorraso y de uno de sus arcos

 

En esa época era muy popular la imaginería religiosa en el Valle Central de Costa Rica, y había muchos maestros, oficiales y aprendices que se especializaban en hacer imágenes en madera o piedra para venderlas en el mercado local. Por lo cual la estatuilla fue realizada con la técnica del cincelado en jade, heredada de los indígenas a través del mestizaje, piedra volcánica en la base y grafito para colorearla. Y a pesar de que su verdadero color era un gris-verduzco, la llamaban la Negrita, porque los rasgos de la Virgen eran de mestiza, específicamente mulata.   

Imagen de la Negrita, encontrada por una niña mulata sobre una piedra

 

Dentro de la Basílica se encontraba la sala de exvotos, lugar donde solían dejar una medallita con la forma de la parte del cuerpo que sanó la Virgen o el recuerdo del milagro. Y al lado había un manantial de agua bendita donde los fieles recogían agua en botellas con la forma de la virgen, y algunos lavaban su cuerpo o algunos miembros para pedir un favor o ser sanados.

Era 27 de julio, prácticamente el inicio de la romería que todos los años comenzaba el 25 de julio y culminaba el 2 de agosto, período en que más de dos millones de feligreses llegaban, en su mayor parte, caminando desde diferentes sitios rurales o de la misma ciudad de San José.   

Detalle de los ángeles y cúpula de la Basílica de Nuestra Señora de los Ángeles


Esa veneración y su historia, sin duda, tenían muchos elementos en común con la de la Virgen de Luján, patrona de la Argentina.

jueves, 29 de diciembre de 2022

Caminando por el cráter del Irazú

    Con Sonia y Clarita contratamos un vehículo y una mañana temprano fuimos al Parque Nacional Volcán Irazú, que se encontraba cerca de la ciudad de Cartago a unos treinta kilómetros al nordeste de San José.     

Parque Nacional Volcán Irazú

  

Ingresamos al Parque por una gran explanada de altura, con una formación vegetal característica del páramo pluvial subalpino, zona de vida que se desarrollaba a alturas superiores a los 3.300 m.s.n.m., típica de las regiones andinas. Pero en la Cordillera Volcánica Central, era el único lugar con ese tipo de bioma.   

Páramo pluvial de altura en el Irazú

 

Se trataba de una zona de gran importancia hidrológica porque allí nacían varios afluentes de las cuencas de los ríos Chirripó, Reventazón, Sarapiquí y Grande de Tárcoles, donde habíamos navegado con los cocodrilos. 

Lugar de nacientes de los principales ríos costarricenses

 

El Irazú era un volcán activo con una larga historia de ciclos eruptivos. El origen de su nombre de debía a un poblado indígena que existió en las faldas del volcán llamado Iztarú, que significaba cerro del temblor o cerro del trueno. A través de los años, por comunicación verbal, el nombre se modificó y derivó en Irazú. Los españoles lo llamaban volcán de Cartago y también se lo conocía como Santa Bárbara Mortal de la Naturaleza.   

Uno de los cráteres del Irazú

  

El Irazú era un estratovolcán, con capas de diferentes materiales, de 3.432 metros de altitud, el punto más alto de Costa Rica. Presentaba la particularidad de que en días despejados se podían ver desde su cima, borde oeste del cráter principal, tanto el océano Pacífico como el Atlántico; y con largavistas, hasta el lago Nicaragua. Pero nosotras no lo logramos.

Tenía características estrombolianas, con erupciones violentas y cinco cráteres bien diferenciados. Los más importantes por su actividad reciente eran el Cráter Principal que era casi circular, con paredes muy inclinadas y una laguna de color turquesa, el Cráter Diego de La Haya, el Playa Hermosa, La Laguna y el Piroclástico. 

Laguna turquesa en el Cráter Principal

 

 

Existían bosques de roble encino en el sector atlántico del volcán, y parches de vegetación primaria en la zona de vida bosque pluvial montano, en las márgenes de los ríos en el sector noreste del cráter principal con especies como el roble negro, salvia, matagente, lorito, escalonia, lengua de vaca y sombrilla de pobre, entre otras especies.   

 

Vegetación en el interior del Cráter Principal

 

 

Caminamos un buen rato pero yo quería tener una visión más cercana de la laguna turquesa, así que a pesar del temor que le generé a Sonia, transgredí las normas, pasé el cerco de lo permitido y me metí de lleno en el interior del cráter, solo protegida por la vegetación. Y así pude tomar otra fotografía con mayores detalles. 

 

 

¡Desde el cráter mismo!

 

El Cráter Principal tenía una profundidad de trescientos metros y un diámetro de mil cincuenta metros, y a esa altura el clima era frío con una estación seca entre diciembre y abril, y otra lluviosa entre mayo y noviembre. Era frecuente que las mañanas fueran despejadas y que la nubosidad aumentara en el transcurso del día.

Ya estaba avanzando la mañana, y además del viento, que había sido constante, había comenzado a caer una pequeña garúa, así que antes de mojarnos más, decidimos bajar a la ciudad de Cartago. 

 

 

En el mirador del Cráter Principal

  

Debido a la altitud, la deforestación y la actividad volcánica, la diversidad de animales era relativamente baja. Entre la avifauna destacaban especies como el junco volcanero, el carpintero careto, el jilguero, la lechucita parda, y varias especies de colibrís. Entre los mamíferos podían verse conejos del monte, coyotes, armadillos, puercoespines, comadrejas, ardillas… Y variedad de insectos. En el camino hacia la salida del Parque se nos cruzaron algunas orugas y otros bichitos inofensivos.

 

Pequeña oruga en el Parque Nacional Irazú

 

 

La actividad del volcán Irazú se ha documentado desde 1563, al inicio de la colonia española. El primer relato histórico sobre una erupción databa de 1723, cuando paralelamente provocó varios temblores. El 9 de agosto de 1962 se reinició la actividad y en marzo de 1963 se le dio el carácter de emergencia nacional. Esta actividad eruptiva se prolongó hasta 1965. Los enormes volúmenes de cenizas causaron cuantiosas pérdidas a la agricultura y ganadería y afectó a la salud de los habitantes del Valle Central. En la década del ‘90 había mantenido manifestaciones eruptivas, una de ellas provocando una avalancha que se deslizó hasta el cauce del río Sucio, en la carretera Braulio Carrillo. 

Producción agropecuaria al pie del Volcán Irazú otrora castigada por las cenizas

 

 

En ese paseo sentí una emoción especial. Estaba caminando por el cráter de semejante coloso. Tal vez tuviera una gran atracción por esos lugares por haber nacido y haberme criado en una gran ciudad de llanura, y casi todos admiramos  algo que no nos es cotidiano. O tal vez, porque mis abuelos provenían de los Apeninos y de los Alpes, y lleve en una memoria lejana el paisaje montañoso de mis ancestros.

miércoles, 28 de diciembre de 2022

Peripecias en el EGAL de Costa Rica

    Sonia, Clarita y yo habíamos llegado pocos minutos antes desde la playa de Jacó y el río Tárcoles donde habíamos hecho la excursión con los cocodrilos. Nos habíamos levantado muy temprano y tomado mucho sol, por lo que estábamos cansadísimas, pero debíamos bañarnos y cambiarnos en tiempo récord para asistir al acto de apertura del XIII Encuentro de Geógrafos de América Latina. ¡Y lo hicimos! En menos de una hora estábamos listas para salir.

Y en el lobby del hotel nos encontramos con varios colegas y amigos de México y Argentina quienes también estaban por partir hacia el Teatro Popular “Melico Salazar”, donde tendría lugar la inauguración del Encuentro. 

Con Sonia Vidal en el lobby del Holiday Inn

 

  

Con Álvaro Sánchez Crispín y Susana Padilla de México

  

El Teatro Popular estaba a pocas cuadras del hotel, pero entre que estábamos bien vestidos y que todo estaba muy oscuro, sumado a la lluviecita, tomamos sendos taxis que nos cobraron tarifas diferentes.

Finalizado el acto, tratamos de encontrarnos con nuestros conocidos en el hall del teatro, pero era muy difícil dada la cantidad de gente. Y cuando habíamos logrado saludar a algunos, entre ellos a Gerusa Duarte, Magaly Mendonça, Hugo Romero…, los asistentes del lugar nos obligaron a salir y rápidamente cerraron las puertas. Así que, en la calle, y con una lluvia cada vez más fuerte, nos dispersamos rápidamente…

Cruzamos la avenida y tomamos un taxi. ¡Nos cobró el doble del más caro de los del viaje de ida! No hizo caso a nuestros reclamos, y tras tratarlo de ladrón, nos bajamos ofuscadas, pero habiendo pagado religiosamente.

Cenamos en el hotel con nuestros amigos y nos fuimos a dormir porque yo al día siguiente tenía que exponer mi ponencia a la mañana temprano en la ciudad de Heredia, en el conurbano de San José. Como me previnieron respecto de que el tránsito iba a ser pesado, me levanté muy temprano para salir con tiempo. Y me sorprendió la hermosa vista que tenía desde la ventana de mi habitación con el sol reflejado en los edificios.  

Vista parcial de San José en las primeras horas de la mañana

 

A las siete y cuarto salí y pedí presupuesto a los taxistas de la parada del hotel para ir a la Cámara de la Industria de Heredia, donde yo a las ocho y media debía hacer mi exposición. Dijeron saber dónde quedaba y subí a uno de los coches. Evidentemente, tal como me lo habían anunciado, el tránsito era realmente insoportable, en especial por la cantidad de enormes camiones que se desplazaban hacia todos lados. Comparando los tamaños de las ciudades de San José y Buenos Aires, era inaudito. Y en especial, yendo del Centro hacia las afueras durante la mañana.

Cuarenta y cinco minutos tardamos para recorrer solo diez kilómetros. Llegamos a Heredia y fuimos a la zona donde el taxista suponía que estaba la Cámara de la Industria. Pero no la encontramos, y al preguntar, nadie sabía respondernos. Entonces él supuso que quedaría en el parque industrial, y allí fuimos. Recorrimos de un lado para el otro la zona, pero nada… Yo tenía un plano medio confuso que nos habían entregado con los materiales del Encuentro, pero no quiso ni mirarlo. El machismo lo superaba, y no me permitía que le sugiriera nada… Consultó a la base y nos enviaron hacia otro lado, y tampoco… Yo me inquieté porque ya eran las ocho y media y no había ni miras de encontrarla. Entonces le pedí que me llevara a la Universidad Nacional para que allí nos indicaran, pero se negó y siguió dando vueltas por zonas cada vez más alejadas del Centro. Y viendo que ya eran casi las nueve, mi sangre tana entró en ebullición y le dije que me llevara a la plaza de Heredia desde donde iba a tomar un taxi local para llegar a destino, y que de lo contrario me bajaría allí mismo sin pagarle nada. Realmente era una locura, porque si me bajaba en ese lugar, todavía hubiera estado allí esperando algún medio de transporte que me llevara a alguna parte, pero al ver mi enfado, rápidamente fue a la plaza y le preguntó a uno de los taxistas dónde quedaba la Cámara de la Industria. Allí le respondieron que quedaba a pocas cuadras. No obstante, estando enfrente, no la encontrábamos, porque imaginábamos un edificio de mayor porte. Y al ver gente conversando en la vereda, le preguntamos, ¡y allí era! Una de esas personas era justamente Consuelo Alfaro, coordinadora del Eje Económico donde yo debía hacer la presentación.

¡Ese paseíto matinal me costó veinticinco dólares!, además del mal momento. Pero Consuelo muy amablemente me tranquilizó y me dijo que mi bloque venía a continuación por lo que no debía inquietarme… Expuse la ponencia que había elaborado con Omar Gejo y todo continuó sin inconvenientes. La mayor parte del público era brasilero, así que cuando lo vi a Álvaro López Gallero de Uruguay, ¡me sentí como en el río de la Plata! Aunque me dolió tener que felicitarlo porque la selección de fútbol uruguayo acababa de ganar la Copa América, dejando a la Argentina afuera.

 

Consuelo Alfaro junto a participantes del EGAL

  

Durante el transcurso de la mañana se continuó con el programa establecido y al mediodía nos llevaron a comer a un salón a unos doscientos metros de allí. Ese fue el primer EGAL en el cual nos dieron almuerzo a todos los participantes, que no fue poca cosa.

Y después de pasar un grato momento con los colegas, Consuelo me dio una invitación para una cena esa misma noche en el hotel La Condesa en las mismas laderas del monte de La Cruz, en las afueras de Heredia. Yo saqué cuentas. Ya eran más de las dos de la tarde. En este país se cenaba muy temprano. Si quería ir al hotel a San José a cambiarme, tendría una hora mínimo de ida más otra de vuelta, más setenta y cinco dólares de taxis, y no podría escuchar casi las ponencias de la tarde. Entonces le dije que no iría. Ella me ofreció llevarme con su auto directamente desde allí y a la noche tarde, volver a San José juntas. Pero yo no tenía ropa para cambiarme y tenía el pelo y la cara hechos un desastre producto del calor, la humedad y los nervios de la mañana. Pero ante su insistencia, acepté con la condición de ir a la peluquería que quedaba al lado. El tiempo que iba a tardar era muy inferior al perdido yendo a San José.

Entré al salón de belleza, que era unisex, y la persona que me atendió también. Aun no pude determinar si era hombre o mujer, pero realmente no importaba porque fue muy servicial. Estaba sola y hacía de todo. Me lavó la cabeza, me peinó, pintó mis uñas… Y cuando me estaba por ir, noté que tenía unas terribles ojeras y le pedí que me las disimulara. Entonces, me acosté en una camilla y en cuanto me puso paños calientes, ¡me quedé profundamente dormida! Al cabo de un buen rato me despertó y con gran satisfacción me dijo que me había maquillado. Me dio un espejo y… ¡qué horror! Parecía un payaso. Pero no podía darle mi verdadera opinión porque lo había hecho con todo esmero. Así que le pedí que lo rebajara un poco porque eso era para la noche y yo debía estar en un congreso durante el resto de la tarde. Rápidamente me complació y, además, me cobró muy poco.  

Mucha reja para un salón de belleza

 

Ya producida volví al salón de la Cámara de la Industria y escuché a los expositores del último bloque. Y mientras Consuelo y sus auxiliares terminaban de ordenar todos los materiales utilizados durante el día, salí a dar una vuelta por los alrededores.  

Heredia tenía una población de alrededor de 150.000 habitantes, y era la capital cafetalera de Costa Rica, produciendo el grano de Oro costarricense. Se encontraba a 1.150 m.s.n.m. por lo que las temperaturas no eran tan elevadas como en las zonas costeras, pero debido a que estábamos en plena época de lluvias, con la humedad, el calor se hacía sentir.

Primeramente. me detuve ante la iglesia de Nuestra Señora de Fátima, que había sido dedicada a la aparición de la virgen en dicha localidad portuguesa ante pastorcitos a quienes les habría entregado mensajes de salvación para toda la humanidad, recomendándoles rezar el Santo Rosario. Fue así, que, en 1952 diferentes juntas vecinales del barrio San Felipe le habían solicitado al cura párroco de Heredia, que llevara la imagen de la Virgen de Fátima al barrio, para lo cual se había recurrido a diversos medios para recaudar dinero y construir el templo. Se recogieron toda clase de chatarra de hierro, cobre y bronce para elaborar las campanas, mientras que la imagen fuera donada por los esposos Gámez Lobo, inaugurándose el templo el 15 de agosto de 1956. Esta movida de devotos había dato lugar a que el barrio pasara a llamarse Fátima. 

Iglesia Nuestra Señora de Fátima en Heredia

 

Al dar la vuelta a la manzana encontré la entrada principal de la Cámara de Industria y Comercio de Heredia, que, si bien no era nada ostentosa, tenía una apariencia más aceptable que el lugar por donde nosotros habíamos ingresado.  

Entrada principal de la Cámara de Industria y Comercio de Heredia

 

Si bien Consuelo me había prevenido acerca de posibles peligros porque ya habían pasado las cinco de la tarde, pensé que exageraba.  Pero la escasa gente en la calle y las normas de seguridad que había en la mayoría de los establecimientos, aun en los destinados a los niños, me dio la pauta de que las cosas no eran para nada sencillas. La mayoría de las casas contaban con gruesas rejas, alambres de puntas cortantes o electrificados, verdaderas cárceles… 

Casas con alambre de puntas cortantes

    

Construyendo fortalezas en cada edificio

  

Cada casa semejaba una cárcel

   

Casi todas las casas contaban con sistemas de seguridad extremos

  

Yo estaba de acuerdo con que en la Argentina los niveles de inseguridad habían aumentado de veinte o treinta años a esa parte, pero conociendo la mayoría de los de la región, creo que aun en ese momento, julio de 2011, seguía siendo el país más seguro. Y, desde ya, Buenos Aires la más confiable gran ciudad de América Latina. Y el que no me creyera, que saliera a recorrer, sin oficinas de turismo de por medio, Sao Paulo, Río de Janeiro, Santiago de Chile, Lima, Guayaquil, Bogotá, Caracas y México, entre las más importantes. Por eso cuando se decía que Costa Rica era la Suiza de Centroamérica, debía entenderse en comparación con Honduras, El Salvador y Guatemala, ¡pero nada más!

Retorné en busca de Consuelo y fuimos en su auto hasta la Universidad Nacional de Costa Rica, donde estaba el centro de operaciones del EGAL. Allí saludé a algunos organizadores y me encontré con Gustavo Buzai, también de Argentina, con quien conversé un buen rato ya que en Buenos Aires nunca teníamos tiempo. 

Con Consuelo Alfaro en la Escuela de Ciencias Agrarias de la UNA

  

Y junto con Consuelo y otros profesores, salimos rumbo a La Condesa. Ya era de noche y el camino, además de oscuro, bastante bacheado, pero ella no perdía el humor que la caracterizaba.

Allí estaban las autoridades de la Universidad Nacional de Costa Rica, de la Universidad de Costa Rica, los organizadores del Encuentro, los conferencistas y los que participábamos de mesas redondas.

A margen de las palabras formales, todos tuvimos la oportunidad de tener agradables conversaciones con nuestros compañeros de mesa. En la mía estaban, entre otros, José Seguinot Barbosa de Puerto Rico y Gilbert Vargas Ulate, de Costa Rica. 

José Seguinot Barbosa

  

Gilbert Vargas Ulate era el Director de la Escuela de Geografía de la Universidad de Costa Rica, y su especialidad era la Biogeografía y Ecología Tropical. Así que le hice infinidad de preguntas sobre la flora y fauna que había visto y sobre otras especies del país.  

Gilbert Vargas Ulate

  

Y como yo era la única mujer del grupo, el tema del fútbol fue inevitable, con el agravante de que quienes estaban a mi lado, a pesar de ser ticos, simpatizaban por Boca Juniors, ¡cuando yo era de River Plate!

  Para quienes no lo saben, les cuento que “tico” era un gentilicio popular hacia los costarricenses, que devenía de su forma de hablar. Ellos sustituían la terminación “tito” por “tico” en algunos diminutivos, por ejemplo, chiquitico por chiquitito, ratico por ratito, gatico por gatito… Sonaba muy simpático y en algunos casos, hasta cariñoso.

Finalizada la cena, saludé a otros colegas a los que veía solo en esos encuentros, como Guillermo Carbajal de Costa Rica y Delfina Trinca de Venezuela…, y como estaba previsto, nos fuimos en el auto de Consuelo.    

Con Guillermo Carbajal

  

 Ya eran las once de la noche y en ese viaje venía con nosotras hasta San José, Álvaro Sánchez Crispín, pero primeramente íbamos a llevar a otro profesor a un barrio de Heredia. Y cuando estábamos cerca de su casa, Consuelo vio que a mitad de cuadra había un grupo de muchachones en motos con armas largas. Aceleró y se desvió hasta dejar a ese compañero en su casa, quien comentó que tiempo atrás lo habían asaltado en ese lugar. Pero nuestro temor no cesó ya que Consuelo tomó la autopista por un atajo a gran velocidad para evitar cualquier inconveniente. Nos comentó además que era muy común que estacionaran autos debajo de los puentes para obstruir el tránsito y así desvalijar a sus víctimas. Pero sin más que un poco de miedo, llegamos sanos y salvos a San José.

Y en cuanto entré al hotel justo había un cuadro en exposición de una de las ranitas rojas sobre las que habíamos hablado con el Prof. Vargas Ulate, que eran venenosas para los enemigos naturales que se las comían, pero no para los demás.     

Cuadro de una ranita roja

 

Los demás días transcurrieron sin contratiempos. Y el viernes, habiendo realizado la reunión de la Unión Geográfica de América Latina, elegimos Presidente a Hildegardo Córdova Aguilar de Perú y Vicepresidente a Álvaro Sánchez Crispín, de México. 

Con Hildegardo Córdova Aguilar y Álvaro Sánchez Crispín

  

Ese día las actividades se desarrollaron en la Universidad de Costa Rica, en la ciudad de Cartago, en el sector oriental del conurbano de San José. En esa zona caían al año alrededor de 1.400 mm, de los cuales cerca del 10% se concentraban en el mes de julio. La Universidad contaba con inmensos jardines que separaban un pabellón de otro, que era tan ecológico como molesto cuando caía una lluvia tropical torrencial como la que se produjo justo en el momento en que debíamos llegar al sector donde Álvaro y yo teníamos que participar de la Mesa Redonda sobre Asociaciones Geográficas Latinoamericanas. Ergo, nos empapamos. Y pese a ese inconveniente, hubo bastante público y todo salió muy bien.  

Con Álvaro Sánchez Crispín de México, y Carlos Morera y Eduardo Bedoya de Costa Rica

  

Luego se realizó la ceremonia de clausura donde se hizo un balance de toda la actividad a nivel académico y organizativo.

Yo continué encontrando conocidos como Carlos Amaya de Venezuela, una enorme delegación de catamarqueños, Norma Medus de Argentina, y muchos más. Pero no pude ni participar de muchas actividades por su superposición y lejanía como tampoco ver a muchas otras personas con quienes pretendía dialogar. Y si bien a nivel personal en términos generales me resultó positivo, en cierto sentido lo viví como un gran desencuentro.