miércoles, 29 de abril de 2020

El Encuentro Humboldt de Rosario y el nacimiento de Melina


  
Entre los días 13 y 17 de octubre de 2008 se llevaría a cabo en la ciudad de Rosario, provincia de Santa Fe, el X Encuentro Internacional Humboldt, programado como siempre con más de un año de antelación.
Y ya había organizado mis actividades anticipadamente para concurrir durante toda la semana cuando mi hijo Enrique me anunció que Silvia, su mujer, tenía la cesárea programada para el miércoles 15 de octubre, ¡exactamente en medio del Encuentro! Yo debía participar de manera activa en más de una mesa, pero como había tenido la mala experiencia de no poder estar presente durante el nacimiento de Laurita, mi segunda nieta, decidí partirme en dos.
El Encuentro comenzó el lunes 13 por la mañana en los salones de la AMMA (Asociación Mutual Mercantil Argentina), momento en que Omar Gejo como Presidente del Centro Humboldt, y Gustavo Buzai como Coordinador General, dieran la bienvenida. Luego yo, como Representante Argentina ante la Unión Geográfica de América Latina y Coordinadora de la Red Latinoamericana de Estudios Geográficos de la Unión Geográfica Internacional, dije unas palabras.

El Prof. Omar Gejo y el Dr. Gustavo Buzai
durante el Acto de Apertura del X Encuentro Internacional Humboldt


Acto seguido, un grupo de jóvenes profesores de Geografía de Rosario hicieron una breve reseña sobre las características de la ciudad y su región.



Daniel Martín Gernero, Érica Mariana Lugo, María del Carmen Lascano Peralta,
Franco Martínez Carrieri y Elián Babini Ribes durante la presentación de Rosario y su Región


Durante el resto de la jornada se expusieron una conferencia, varias ponencias y tuvo lugar un panel. Y al terminar el día, con algunos de los participantes tuvimos una reunión informal en el bar Capote, una especie de “after office” donde nos sirvieron una típica picada acompañada por bebidas con y sin alcohol.


Omar en el bar Capote


Joao Villa Boas Simoncini, de Minas Gerais (Brasil)
degustando los manjares rosarinos acompañados por café de su país


A lo largo de todo el martes 14 se desarrollaron una mesa redonda y varios simposios donde oficié de comentarista. Y después de cenar, algunos argentinos, mexicanos y brasileños fuimos al bar “El Cairo”, a continuar con la sobremesa.

Mexicanos, argentinos y brasileros compartimos la Mesa del Negro Fontanarrosa


Con Telma Souza Chaves (Brasil)


Al día siguiente, miércoles 15, se dictaría una conferencia, se desarrollaría otro panel y se continuaría con la exposición de las ponencias, además de la presentación de libros y revistas, pero yo ya estaba en otra cosa. En cuanto salimos de “El Cairo” tomé un taxi hasta la terminal de ómnibus y me fui a Buenos Aires.
En la puerta del sanatorio Anchorena me estaba esperando Enrique, nervioso como todo padre primerizo, y comenzó el tiempo de espera de la llegada de mi tercera nieta.
Cuando a Silvia la llevaron al quirófano yo permanecí en la sala de espera junto con Salvador, su padre, y su hijo Santi. Desde ya que todos estábamos muy tensos, pero tratábamos de disimularlo mutuamente. Y como Salvador era pescador, se lo pasó todo el tiempo narrándome sus aventuras, y desde ya, como era de esperar, a medida que pasaban los minutos, sus piezas eran cada vez más grandes. Evidentemente, el pez es el único animal que continúa creciendo después de muerto.
Mientras nosotros nos entreteníamos con esos relatos, Santi (11) se ponía cada vez más inquieto, por lo que decidí acercarme junto con él a la sala previa al quirófano, donde supuestamente no estaba permitido el ingreso. Y allí, en ese preciso momento, apareció un enfermero trayendo una cuna, y lejos de echarnos, nos preguntó si éramos familiares de Melina.
-“¡¿Es ella?!”, le preguntamos ansiosos.
-“¡Siiiiiiiiiiii!”, nos contestó sonriente.
Y después de ver a esa gorda preciosa con semejantes cachetes, nos abrazamos y lloramos de emoción.


Melina recién nacida


Melina con sus papis


Melina con su mami y su hermano Santi


Permanecí todo el día allí. Si bien es realmente hermoso ser madre, mucho más lo es ser abuela. Así que no tenía ninguna gana de irme, pero debía hacerlo; y viendo que todos estaban bien y que no me necesitaban, rumbeé para la terminal de ómnibus de Retiro y a la mañana siguiente, nuevamente estaba en Rosario.
El jueves 16 escuché varias exposiciones y participé de la Asamblea Anual del Centro Humboldt durante la cual me nombraron Presidenta por el siguiente período de dos años.
Esa noche fuimos a cenar al Club Español de Rosario, creado el 8 de octubre de 1882 por la colectividad hispana. Considerado madre de otras instituciones como el Hospital Español de Rosario, no sólo se había destacado por ser uno de los principales centros culturales de la ciudad, sino por la belleza de su arquitectura.



En las escalinatas del Club Español de Rosario con Diego de Souza Pérez, Alfredo César Dachary, Omar Gejo, Santiago Böndel, Edson Trajano Vieira, Stella Maris Arnaiz Burne y Nilde Ferreira Balçao


Edificio de la Asociación Española, entidad fundada en 1857


Si bien el lema del X Encuentro era “El Mundo como Geografía”, el viernes 17 la mayor parte de la actividad estuvo dedicada a la problemática de la soja, por ser Rosario la ciudad más impactada debido a ser epicentro de su comercialización. Y ese día yo debí exponer mi ponencia “La Culpa no es de la Soja…”, haciendo referencia a que se trataba simplemente de una de las consecuencias del sistema capitalista, y no necesariamente, de un recurso en particular.
  


Durante la exposición de mi ponencia



Después de otras presentaciones, se llevó a cabo un panel donde el Ing. Oscar Maroelli del Ministerio de la Producción de la Provincia de Santa Fe, y el Dr. Eduardo Spiaggi de la Universidad Nacional de Rosario, intentaron explicar las razones que justificaban la elección del cultivo de soja por parte de los agricultores y empresarios.




El Ing. Oscar Maroelli  y el Dr. Eduardo Spiaggi en el panel “La Problemática de la Soja”


Ya avanzada la tarde se puso fin al Encuentro formal, pero quedaba pendiente el otro, el que tenía más que ver con lo afectivo que con lo académico, y por ende, más importante.
Nos reunimos para cenar y luego regresar al bar “El Cairo”, y así despedirnos hasta el año siguiente en la localidad de Ubatuba, Brasil.



 Fueron muy emotivas las palabras que pronunciara Nathan Belcavello de Oliveira
durante el brindis de despedida





Diego, María del Carmen, Solange y Darío
  

Solange, Érica, Elián y Darío en el bar “El Cairo”


En cuatro horas estuvimos nuevamente en Buenos Aires. Como en todas las primaveras los jacarandás estaban florecidos y la temperatura era muy agradable. Pero a pesar de que todo se presentaba ideal para salir a caminar sin rumbo, yo sólo pretendía encontrarme con mis nietas y jugar con ellas.


Jacarandás florecidos durante la primavera porteña


Con mis nietas Laurita, Ludmila y Melina


Había pasado una semana muy cargada de vivencias y emociones. Todo había resultado muy positivo, pero me sentía agotada. Sin embargo, todavía faltaba algo más de dos meses para finalizar el año y poder tomarme unas merecidas vacaciones.



martes, 28 de abril de 2020

En la Legislatura de Bahía Blanca








En agosto de 2008 el concejal radical Roberto (Tucho) Ursino propondría que una plaza de la localidad de Ingeniero White, llevara el nombre de mi padre: Ampelio Liberali.
Ingeniero White pertenecía al partido de Bahía Blanca, y era en el Honorable Concejo Deliberante de ese Municipio donde se debatiría dicha presentación.
Viajé con mi madre y mi hijo Martín para estar presente en esa ocasión, pero además, también asistieron varios miembros de mi familia bahiense, amigos y representantes del grupo scout “Ernesto Pilling”, al cual mi padre había pertenecido.

Honorable Concejo Deliberante del Municipio de Bahía Blanca


Durante la lectura del proyecto, Ursino adujo que no sólo mi padre había nacido y se había criado en Ingeniero White, sino que a pesar de su residencia en Bahía Blanca y posterior radicación en Buenos Aires había seguido participando en el grupo scout y colaborando con las actividades desarrolladas en el pueblo, además de haber escrito dos libros directamente relacionados con él, como “Historietas Whitenses” e “Historietas Comercialinas”, haciendo referencia al Club Atlético Puerto Comercial, importante institución del lugar. Y, además, que había sido durante muchos años Presidente del Centro de Residentes Whitenses en Buenos Aires. Luego otros concejales pidieron la palabra, y todos apoyaron la iniciativa.
Con ansiedad esperamos la votación, y con enorme satisfacción nos encontramos con que fue aprobado por unanimidad.

El Concejal Roberto Ursino presentando el proyecto de denominar
con el nombre de “Ampelio Liberali” a una plaza de la localidad de Ingeniero White


Otro legislador apoyando la presentación de Ursino


Néstor Mazzello e integrantes del Grupo Scout “Ernesto Pilling”
esperando el resultado de la votación


Acto seguido le entregaron una medalla de la Municipalidad de Bahía Blanca a mi madre, y como ella estaba muy emocionada, yo dije unas palabras de agradecimiento, invocando a un dicho de mi padre que mostraba su amor por el pueblo, al margen de que no se tratara de un sitio atractivo: -“Si el mundo tuviera forma de persona, sin dudas, el culo sería Guaite; pero yo lo quiero porque es mío”.

Mi madre junto a Roberto Ursino y otros legisladores
recibiendo una medalla de la Municipalidad de Bahía Blanca


Luego mi madre se tranquilizó y dio varias entrevistas a la prensa local, y junto con amigos y familiares salimos a festejar ese tan maravilloso homenaje.

Mi madre siendo entrevistada por los medios locales


Junto a mi prima Nilda Sensini, Roberto Ursino y mi primo Néstor Zanzi,
contentos por la aprobación del proyecto


Con mi prima Nilda Sensini, mi hijo Martín y mis primas Gloria y Marta Rossini,
festejando el resultado de la votación por unanimidad



Ya en el departamento, mi madre orgullosa con la medalla recibida


Medalla de la Municipalidad de Bahía Blanca en homenaje a mi padre


Plaza que sería denominada “Ampelio Liberali” en la localidad de Ingeniero White



El viento del invierno la había dejado con un aspecto desolador


Sin embargo, a pesar de lo negativo, en la plaza había un recordatorio de “La Noche de los Lápices” y un buen número de juegos para niños, que siempre alegran todos los espacios.

En la plaza había un recordatorio de “La Noche de los Lápices”


Mi hijo Martín, mi madre y mi prima Nilda en un banco de la plaza


Juegos para niños en la plaza


Martín aprovechó para hamacarse un rato


Dejando Ingeniero White, pueblo tan querido por mi padre


Además del reconocimiento a mi padre, la visita a Guaite me volvió a generar una grata sensación interna, no sólo por tenerlo a él tan presente en sus recuerdos, sino porque también formó parte de los de mi niñez.




Desde Rosario hasta El Impenetrable


  
En el año 2008, aprovechando el feriado del 9 de Julio, en que en la Argentina se conmemoraba el 192 aniversario de la Independencia, junto con Omar y Martín fui a Rosario con el fin de avanzar con la organización del Encuentro Humboldt, que se realizaría tres meses después.
Llegamos sobre el mediodía, que estaba absolutamente gris, y después de dejar nuestro equipaje en el hotel, fuimos a almorzar a “La Marina”, tal como lo habíamos hecho en viajes anteriores. Y al salir, vimos que, a pocos pasos, en el Monumento a la Bandera, había una manifestación. 

Manifestación en el Monumento a la Bandera


Nosotros caminamos hacia el río, donde había mucha gente paseando y comprando artesanías a tobas y wichis, que provenían de la región chaqueña. Yo me puse a conversar con ellos y me dijeron que la mayoría se había radicado en Rosario porque a pesar de tener que asentarse en barrios marginales, consideraban que sus condiciones de vida eran mucho mejores que las que tenían en sus lugares de origen. Les comenté que iría al Chaco en esos días, y me dieron una serie de datos para que me resultara más sencillo llegar hasta El Impenetrable.
Y como era esperable, la lluvia se avecinaba, retomamos el camino hacia el hotel, y al pasar por el Palacio Municipal, vimos que los manifestantes se habían concentrado allí, que era el lugar hacia donde iban dirigidos los reclamos.

Palacio Municipal de la ciudad de Rosario


Durante esa tarde y el día siguiente tuvimos reuniones con estudiantes y colegas que colaborarían en la organización del Encuentro.; y desde allí, seguí viaje, ya sola con Martín, rumbo al Chaco, donde debía recorrer varios puntos con el fin de hacer un diagnóstico para varios trabajos de investigación que tenía en curso.
El micro salió de Rosario a la medianoche, atravesó todo el norte de la provincia de Santa Fe, y casi diez horas después arribábamos a la ciudad de Resistencia, capital de la provincia del Chaco.

En esa oportunidad no tendría tiempo para permanecer allí ya que mi interés estaba en el interior, así que enseguida me dispuse a averiguar horarios para desplazarnos hacia el noroeste. Y después de un suculento almuerzo en la misma terminal, partimos hacia Juan José Castelli.



Poblado a pocos kilómetros de Resistencia


Primeramente tomamos la ruta número dieciséis con destino a Presidencia Sáenz Peña, segunda ciudad de la provincia, para luego continuar por la ruta veintisiete, hasta llegar a destino.



Restos de la cosecha en un campo sobre la ruta dieciséis


En el camino pasamos por áreas totalmente destinadas a la agricultura. Muchas de ellas que otrora fueran algodoneras, estaban siendo reemplazadas por producción de soja, ocasionando mayores perjuicios ambientales y sociales.


Zona algodonera reconvertida a sojera


El Chaco ha tenido una historia catastrófica en referencia tanto a su ambiente natural como social. De hecho, de haber sido un lugar cubierto por bosques de quebrachos, luego de la tala indiscriminada llevada a cabo por empresas británicas, pasó a ser un área de monocultivo del algodón, con el consecuente deterioro de los suelos, y supeditada a los vaivenes de los precios internacionales.


Los árboles eran el testigo de la vegetación original


El clima de la región era subtropical con estación seca en invierno, presentándose cada vez más extremo a medida que nos dirigíamos hacia el oeste.


Establecimiento cercano a la ciudad de Presidencia Roque Sáenz Peña


La falta de cobertura vegetal de gran porte había generado, a lo largo de todo el siglo XX y hasta la actualidad, períodos de extrema sequía con inundaciones en la estación contraria.


Rastrojo de la cosecha y vegetación achaparrada detrás


Y si bien algunos campos estaban dedicados a la ganadería, debido a las elevadas temperaturas y a la falta de humedad en gran parte del año, las pasturas se presentaban poco tiernas, lo que no contribuía para nada a la buena alimentación de los animales.


Caballos alimentándose en la sabana con pastos amarillos en el seco invierno


Muchos establecimientos estaban localizados en los bordes del bosque para luego continuar abriendo paso a nuevas tierras, cuando las otras se agotaran.


Producción junto al borde del bosque a lo largo de la ruta veintisiete


Durante el verano las temperaturas de esa zona superaban lo 45ºC, mientras que en el invierno se mantenían cercanas a los 25ºC durante gran parte del día.


En épocas de sequía los caminos se tornaban polvorientos



Y pese a los riesgos por la falta de agua, continuaban utilizando la técnica del rozado para ganar campos a los cultivos. Ésta consistía en la quema del bosque y su posterior “limpieza”.


Quema del bosque y pastizales en proximidades de Juan José Castelli


La desaparición de la vegetación existente, por más que se tratara de un bosque espinoso y achaparrado, generaba escurrimiento a gran velocidad, y por ende, mayores inundaciones en el período estival.


Bosque próximo a ser totalmente quemado



A este proceso lo denominaban “pampeanización” de la región chaqueña, pero lejos de tener las mismas condiciones, agravaba a mediano y largo plazo, las condiciones naturales de la región.


Campo semejante a los pampeanos, pero con altos costos ambientales


Finalmente arribamos a Juan José Castelli, la puerta de entrada a El Impenetrable, cuando todavía era de día. Buscamos un lugar donde alojarnos que, sin duda, tenía condiciones bastante limitadas, y desde ya, muchísimo olor a insecticida. Y prontamente fuimos a conocer la ciudad, que más que ciudad era un pueblo grande. De hecho, tenía cerca de treinta mil habitantes, lo era todo un acontecimiento, ya que todos decían entusiasmados que la población se había duplicado respecto de los años noventa, en que apenas alcanzaba a poco más de doce mil. Pero esto ponía de manifiesto el fuerte éxodo rural que se estaba produciendo debido al desplazamiento de las familias por el crecimiento del área sojera.


Avenida principal de Juan José Castelli, con mucho movimiento



Los pueblos originarios del lugar eran los tobas y los wichis, pero la mayor parte de la población urbana actual descendía de alemanes del Volga, y en menor medida, de otras nacionalidades europeas. Esto se reflejaba en las calles a nivel étnico, ya que podían verse rostros muy blancos con pelo rubio, y en un número muy reducido, mestizos gauchos y población indígena.



Monumento al gaucho, al indio y al inmigrante


Y si bien en el monumento aparecían los tres grupos que conformaban la sociedad castelense, de manera igualitaria, la realidad distaba mucho de esa representación.
Por la avenida andaban los blancos en camionetas cuatro por cuatro, autos de alta gama y paseaban por las veredas vistiendo ropas de marca. Entraban a negocios puestos al mejor nivel, a casas de ropa deportiva con precios idénticos a los de Buenos Aires, y se sentaban a tomar algo fresco en lugares paquetes.
Los gauchos, vestían sus ropas típicas, camisa, bombachas, alpargatas y sombrero tradicional, y circulaban en viejos vehículos destartalados. Y antes de que cerraran, entraban a negocios de venta de productos del campo, o bien, los hombres solos se sentaban en algún viejo bar a jugar a las cartas y tomar alguna bebida blanca.
Pero a los indígenas no les quedaba otra opción que la de salir a vender por la calle sus artesanías o permanecer en sus casas, teniendo como única distracción los programas de televisión, procedentes de Buenos Aires o películas de Hollywood. Por esa razón, muchos de ellos preferían migrar, ya que el desprecio al que se veían sometidos en ese pueblo, era muy superior al de una ciudad mayor. Y como a gran parte de la población del Litoral, Rosario les significaba un paso muy importante.
Les compré algunos bellísimos objetos realizados en madera, y al pedirles algunos más me dijeron que fuera al día siguiente a sus casas, pero que lo hiciera en absoluto secreto, ya que sólo podían vender una pequeña parte en forma directa al público, ya que las organizaciones eclesiásticas les compraban casi toda la producción, aunque a un precio mucho menor. Por esa razón cada tanto bajaban a Rosario o a Buenos Aires, donde uno de ellos había ganado un premio del Fondo Nacional de las Artes, y en las ferias podían tener un rédito algo mayor.

Artesano wichi, hincha de Boca Juniors de Buenos Aires,
quien recibiera un premio del Fondo Nacional de las Artes



Artesano wichi hincha de Newell’s Old Boys de Rosario


En la provincia del Chaco se venían registrando desde tiempos ha, los mayores indicadores de pobreza del país, y generalmente esto estaba directamente ligado a la población originaria. Pero en los últimos tiempos, también los mestizos y algunos de los descendientes de inmigrantes habían caído en los peores niveles de marginalidad.


Viviendas precarias y carpas en la periferia de Juan José Castelli



Ya de por sí vivir en una tapera genera serios problemas en cualquier parte del mundo, pero en las condiciones climáticas del Chaco, la situación se agrava considerablemente. Y es aquí donde los fríos números estadísticos se ponen de manifiesto. ¿Cómo no van a producirse tantas muertes infantiles por diarrea estival en esas condiciones? ¿Y cómo no va a haber deshidratación y neumonías durante los inviernos? Y en ambos casos, se trata de causas absolutamente evitables. Esto pudo haber sido un determinismo geográfico en otro momento histórico, pero no en el pleno siglo XXI. Y no se trata de otra cosa más que de una decisión política.


El problema no es clima sino las condiciones de las viviendas



Algunos, con mucho sacrificio, pueden construir sus casas de ladrillos, pero de todas formas, se les hace muy complicado acceder a los servicios mínimos como agua potable, electricidad para refrigerarlas o combustible para cocinar los alimentos.


Algunas familias construían sus casas “a pulmón”


El gobierno provincial había llevado a cabo planes de vivienda, pero de ninguna manera han cubierto las necesidades de los más postergados.


Barrios construidos por el gobierno provincial


Sin duda la pobreza había traído aparejadas otras consecuencias como el trabajo o la trata infantil, abusos de todo tipo, violencia familiar… Y esos eran los aspectos que intentaba resolver la Fundación Gotas de Amor, organización cristiana de origen italiano, que tenía una de sus sedes justamente en Castelli.


Fundación “Gotas de Amor” dedicada fundamentalmente a los niños de la calle


Nunca había visto dentro de Argentina una situación tan extrema, en que los niños corrían a los autos, como si fueran perritos, para que alguien les tirara monedas, comida o algo con qué jugar. Y esto me resultaba mucho más repulsivo pensando en el bienestar al que accedieron los dueños de los campos, que lucían su “era sojera” como el mejor de los tiempos. Y habiéndoles robado sus campos y sus esperanzas, se quejaban de esta pobre gente, pauperizada aun más en los últimos años, porque se enganchaban al cable de luz, tal cual como lo hacían en muchos barrios cerrados del Gran Buenos Aires los que más tenían. Si no contaran con electricidad, la mortalidad temprana sería aun más elevada que la registrada, que estaba entre las más altas del país.  


Los ricos acusaban a esta pobre gente de robar la electricidad


Todo lo que aparecía en números en las estadísticas, respondía a una realidad que debiera avergonzar a más de uno. Sin embargo, las denuncias eran escasas y las soluciones prácticamente inexistentes.


Aunque pareciera increíble, esta era una vivienda


Y después de recorrer la periferia de Juan José Castelli, a mitad de mañana fuimos hasta una especie de quiosco donde vendían los pasajes para el único ómnibus que salía rumbo a la Misión Nueva Pompeya, corazón de El Impenetrable, a doscientos ochenta y cinco kilómetros de allí.
Tomamos la ruta 9, que era de tierra y al recorrer casi cien kilómetros hizo una parada para que podamos comprar algo ligero para comer y beber, e ir a una letrina llamada baño, ya que el micro no contaba con ese servicio.
 
Parada del micro en el kilómetro número noventa y cuatro de la ruta nueve



Lo que más me llamó la atención en ese lugar, fue que debido al prácticamente nulo tránsito, los pájaros volaban, gorjeaban y los loritos hablaban a sus anchas. Y ese era el otro aspecto que no se tomaba en cuenta cuando se talaban los bosques o se eliminaban humedales, y era la desaparición repentina de la fauna.



Pequeños pájaros que gorjeaban alrededor de su nido en un árbol caducifolio



Aparentemente, mi hijo Martín y yo éramos los únicos ajenos al lugar. Pero de pronto vi a una persona que me resultó conocida, y resultó ser un hombre muy parecido a Maradona, que se vestía como él para sacarse fotos con los turistas en la excursión que se hacía a Caminito, en el barrio de La Boca, en Buenos Aires. Cuando le comenté que lo había visto en ese lugar, se sorprendió muchísimo, y me contó que él era de la Misión Nueva Pompeya y estaba yendo a visitar a su familia y a buscar artesanías para vender en Buenos Aires.


Mi hijo Martín en remera, debido a que la temperatura llegaba casi a los 25ºC


Continuamos viaje hacia el noroeste, y si bien los lugareños se pusieron a dormir la siesta, nosotros permanecimos expectantes de cuanto ocurriera. Pero todo era extremadamente monótono, y entre las incomodidades del micro, el calor, y la tierra que entraba por todas partes, el trayecto se nos hizo demasiado largo.



Camino de tierra entre Juan José Castelli y la Misión Nueva Pompeya



En esa zona las temperaturas oscilaban entre los 23 y los 46ºC en verano, y entre los 10 y los 23ºC en invierno, aunque se habían registrado años de mínimas absolutas de algunos grados bajo cero. Y las precipitaciones, entre 600 y 800 mm anuales, pero concentradas entre los meses de octubre y abril. Esto generaba salinización en los suelos debido a que en el momento del año en que abundaban las lluvias, eran evaporadas por las elevadas temperaturas, lo que no permitía regular las actividades convenientemente.



Parque chaqueño, con presencia de yaguaretés, mulitas y guazunchos




A medida que avanzábamos los arbustos se volvían más espinosos, característica de todas las xerófilas, ya que sus hojas se comprimían para evitar así  la evapotranspiración. Pero la densidad del bosque no disminuía.  Los árboles que lo formaban eran quebrachos colorado y blanco, algarrobos, palos borrachos, guayacanes, mistoles, palosantos, urundayes, entre otros; y los abundantes cactus, arbustos, enredaderas, claveles del aire y orquídeas conformaban un sotobosque imposible de atravesar, lo que le diera el nombre de “Impenetrable”.



Vegetación xerófila y enmarañada en El Impenetrable



Y como integrantes del bioma podían encontrarse pumas, guazunchos, tapires, loros, carpinteros, charatas, águilas coronadas, halcones blancos, y caranchos, entre muchos más. Además, la región albergaba especies seriamente amenazadas como el yaguareté, el tatú carreta, y el oso hormiguero.



El Impenetrable era hábitat de varias especies en vías de extinción


Si bien se decía que en El Impenetrable vivían cerca de sesenta mil personas, todavía no habíamos visto un alma en todo el recorrido. Y de pronto, en medio de esa soledad apareció un importante signo de presencia humana: una improvisada cancha de fútbol, que fue para mí como para los arqueólogos encontrar una vasija.


Arcos de una improvisada cancha de fútbol en medio del monte, sinónimo de presencia humana


El micro comenzó a parar cada vez más seguido y había quienes se bajaban en el medio del monte; hasta que por fin llegó a la entrada de la Misión Nueva Pompeya. Ya eran casi las tres de la tarde y nos aclaró que a las cinco pasaba nuevamente por la ruta y que era el único servicio.
Caminamos unas pocas cuadras y llegamos a la plaza principal, o mejor dicho a la plaza, porque era la única. Y nos sorprendió lo verde del lugar y lo bien cuidada que estaba. ¡Pero no había nadie! Era sábado a la tarde y todos dormían. Todo estaba absolutamente cerrado. Parecía un pueblo fantasma.



Plaza de la Misión Nueva Pompeya, muy verde y cuidada


Los únicos seres vivos que encontramos estaban en la puerta de la Casa Misional, monumento histórico que también estaba cerrado.
El edificio había sido construido con fuerza de trabajo indígena y era el más antiguo exponente de la arquitectura que subsistía en la provincia del Chaco. Y pertenecía a las primeras reducciones franciscanas establecidas allí con el propósito de evangelizar a los indios. La fundación de la Misión había sido promovida por el Gobierno Nacional como expresión de la presencia nacional en los territorios del norte argentino. Pero además de los servicios religiosos y pedagógicos, los misioneros realizaron una explotación económica llegando a exportar productos agrícolas y obras de carpintería.
La Misión Nueva Pompeya adquirió su traza actual en 1903, cuando se demarcaron cuarenta manzanas y un ejido de veinte mil hectáreas. La Misión decayó luego de varios períodos de sequía, que provocaron el abandono del poblado y el deterioro del conjunto del edificio original. Pero el verdadero origen había sido un fortín que formaba parte de la línea de defensa de la frontera con el Paraguay y con Bolivia, aunque el verdadero sentido, era el de frontera con el indio, al que se consideraba salvaje e indomable. De hecho, el nombre de la localidad era el de Fortín Pérez Millán, en honor al Teniente Coronel Polinicio Pérez Millán, quien perteneciera al ejército argentino a mediados del siglo XIX.



La Casa Misional, construida con fuerza de trabajo indígena a principios del siglo XX




En ese momento la población no alcanzaba a los dos mil habitantes, sin embargo, esto implicaba la duplicación de la que el pueblo tenía a comienzos de los noventa. De hecho, si la mayor parte de la población de El Impenetrable era en su mayoría nativa, fundamentalmente wichi o toba, campesinos y productores rurales, que se dedicaban a la cría de ganado vacuno o caprino, o bien a la recolección de frutos, miel del bosque, caza, pesca, o trabajaban en obrajes madereros, la deforestación había  provocado la imposibilidad de su subsistencia, por lo que parte de ellos migraran hacia el pequeño centro urbano, amén de todos los que se habían ido a localidades de mayor tamaño.
Por otra parte, el gobierno provincial había otorgado subsidios para proteger la actividad artesanal de alfarería, tejidos y talla de madera, y quienes pertenecieran a las comunidades originarias, siendo todo demasiado insuficiente.
Muchas de estas cosas me las contó la gente que estaba en la puerta de la Misión, hasta que una camioneta los pasó a buscar para llevarlos hasta sus viviendas, en plena zona rural.



Capilla y torre de la Misión Nueva Pompeya



Recién después de las cuatro de la tarde comenzó a salir gente de sus casas, y en un almacén pudimos comprar gaseosas que calmaran nuestra sed acumulada por el calor, la sequedad del ambiente y la tierra que se nos había pegado en los labios durante el camino.
El pueblo contaba con Registro Civil, Juzgado de Paz, Hospital Rural, varias escuelas allí mismo y en los alrededores, y otras dependencias tanto de carácter provincial como nacional, que evidentemente eran las principales fuentes de empleo para el escaso sector de clase media. Por otra parte, con la instalación de la antena parabólica podían acceder a la programación de televisión de varias localidades, única actividad de recreación posible para la mayoría de los pobladores.
Y mientras yo deambulaba por los alrededores contemplando las fachadas de los edificios públicos, Martín aprovechó la soledad de la plaza para hamacarse a su gusto.



Antena parabólica detrás del conjunto de hamacas


El ómnibus pasaría a las cinco, pero no quería irme del lugar sin poder hablar con alguien más y conocer otros detalles del lugar, por lo que decidí regresar en remis aunque el costo fuera sustancialmente mayor.
La gente nos saludaba como si nos conocieran de toda la vida, pero era bastante reticente a darme información acerca de sus vidas. Y lógicamente les resultaba sospechosa nuestra visita. Querían saber a qué habíamos ido, qué buscábamos… Me preguntaban si pertenecía al gobierno provincial o al nacional, o a alguna iglesia. Yo les dije que iba en busca de artesanías porque no iban a entender lo que significaba la investigación en la universidad, y tampoco quería que se sintieran como conejitos de la India.
Y viendo que ya se estaba haciendo tarde y que no iba a lograr más datos, les pregunté a unos muchachos que estaban jugando a la pelota en plena calle, de tierra, como todas las demás, dónde había una remisería.
Y uno de ellos me dijo:
-“Espere que le digo a mi mamá”. Y salió corriendo para entrar en una casa, que como tantas otras, tenía las puertas abiertas de par en par.
Enseguida volvió y nos dijo:
-“Por favor pasen. Dice mi mamá que se sienten y la esperen”.
Entramos al living y nos ubicamos en sendos sillones. Hasta ese momento yo pensaba que allí hacían los viajes, como suele suceder en los pueblos chicos. ¡Pero no! Cuando la mujer apareció, disculpándose porque se había demorado, nos dio la bienvenida como si fuéramos parientes o amigos de siempre. Y nos preguntó en qué podía ayudarnos.
Yo le dije que necesitábamos un remis para regresar a Juan José Castelli porque ya el ómnibus había pasado. Ella entonces se comunicó con un familiar que haría el viaje unas horas después ya que llevaría también a otra gente. Acepté la propuesta, aunque no sabía qué haríamos hasta ese momento. Pero antes de que yo dijera algo, nos trajo galletitas y bebidas frescas.
Me preguntó qué andaba haciendo por allí y le conté sobre mis proyectos de investigación en la universidad, lo que le interesó mucho porque ella resultó ser la directora de una escuela rural de la región.
Me contó las vicisitudes de los alumnos y sus padres, y que muchos maestros como ella habían ido a trabajar desde otros lugares, debido a los salarios muy superiores al resto de la provincia.
También me dijo que los artesanos habían realizado una gran cantidad de trabajos encargados por el Ministerio de Acción Social de la Nación, a cargo de Alicia Kirchner, y que nunca después los habían ido a buscar, por lo que los estaban vendiendo por cuenta propia. Y me ofreció ir a las casas de algunos artesanos, aunque muchos no estaban porque habían ido a hacer sus ventas a las ciudades, o a visitar a algún familiar en el campo. Sólo encontramos a una mujer, que paralelamente a los objetos que realizaba en materiales de la zona, se ganaba la vida dando de comer a quienes estaban de paso.
Compré varias cosas y regresamos a la casa de la directora quien le regaló a Martín un rosario artesanal que ella había tenido colgado en la pared.


Vivienda y comedor de una de las artesanas de Nueva Pompeya


Cuando llegó la hora de partir, ella misma acompañada por sus hijos, me llevó en la camioneta hasta la casa del remisero. Y nos despedimos como si nos hubiésemos conocido de toda la vida.
En cuanto tomamos la ruta nueve se hizo de noche, lo que resultaba mucho más complicado que de día; y realmente era temible la situación por saber que no había absolutamente nada ni nadie en el trayecto que nos pudiera auxiliar en caso de tener algún inconveniente.
Casi a las once de la noche llegamos a Castelli. Nosotros fuimos directamente a dormir al hotel, pero el conductor debía regresar a Nueva Pompeya. Llevaba una vida muy sacrificada, como todos los demás.
A la mañana volvimos a recorrer la ciudad, y aunque anduvimos por barrios de un nivel medio, la mayor parte de las calles eran de tierra. ¡No quiero pensar lo que ocurriría en época de lluvias!

Un paisano caminando por la calle de tierra de un barrio de clase media


Comimos algo rápido y después del mediodía tomamos un micro hasta Presidencia Roque Sáenz Peña, y desde allí otro directo a Buenos Aires.
Primeramente pasamos por la zona algodonera de la ruta provincial noventa y cinco, rumbo a Villa Ángela, y en ese trayecto, a todos los males de la agricultura se le sumaban las chimeneas de algunas pequeñas plantas con grandes deficiencias en la combustión.

La zona algodonera de la ruta noventa y cinco, una de las más contaminadas del país


Como en el resto de la provincia, quedaban solo los rastrojos de la zafra, que en el caso del algodón había finalizado en el mes de mayo.

Rastrojos de algodón en un campo cercano a Villa Ángela


En esa zona, como en El Impenetrable, el deterioro del ambiente físico y de los seres humanos no habían tenido límites. Y eso se veía a cada paso, no sólo a través de la ventanilla sino entre los propios pasajeros, que mostraban diferentes improntas en sus cuerpos producto de la malograda vida que tenían que pasar.
Fue cayendo la tarde y lentamente el paisaje comenzó a cambiar. A medida que avanzábamos las pasturas se hacían más tiernas y comenzó a aparecer ante nuestra vista cada vez más ganado vacuno, y eso era signo de que ya estábamos abandonando la tierra chaqueña para ingresar al norte de la provincia de Santa Fe.

Ganado vacuno al sur de la región chaqueña en un deslumbrante atardecer invernal


Se hizo de noche y después de cenar casi todos se durmieron. Pero yo no podía pegar un ojo, y no porque no estuviera lo suficientemente cansada ni porque me incomodara el asiento del ómnibus, sino porque no podía dejar de pensar en la triste realidad que vivía la gente del Chaco. Y fue por esa razón que estaba despierta cuando hicimos una parada en Rosario, lugar donde se bajaron casi todos los pasajeros, chaqueños en su mayoría, que iban a esa ciudad en busca de una vida algo mejor.
Y entonces comprendí que nunca tan actual el pensamiento de Carlos Marx quien afirmaba que “…la producción capitalista sólo sabe desarrollar la técnica y la combinación del proceso social de producción socavando al mismo tiempo las dos fuentes originales de toda riqueza: la tierra y el hombre.”