jueves, 23 de abril de 2020

De bodega en bodega…




  
Estar en Mendoza y no visitar algunas de sus bodegas constituye un pecado imperdonable. Y, de eso, mi madre no tenía ninguna duda. Así que, el jueves 29 por la tarde, después de mi actividad en la universidad, salimos a conocer dos establecimientos absolutamente diferentes.
El primero de ellos se trataba de una empresa tradicional familiar iniciada en el año 1931 por Carmine Granata, inmigrante italiano, en el departamento Luján de Cuyo, como explotación vitivinícola.
Los viñedos de Malbec, Semillón, Pinot Negro y Cabernet Sauvignon eran regados por agua de deshielo surgida en la cordillera de los Andes.

Viñedos en espaldero bajo durante el otoño


Interior de la bodega Granata


Procesamiento tradicional


Añejamiento en toneles de madera


Presentación de los principales productos


Mi madre (84) degustando vino blanco


Mi hijo Martín (17) tomando jugo de uva


Cada uno con su copa


El segundo, era la bodega VISTANDES, diseñada y construida en el año 2006, es decir, que tenía sólo dos años de antigüedad cuando nosotros estábamos allí. Sin embargo, sus propietarios contaban con una trayectoria en actividades agrícolas desde la década del setenta. Y estaba ubicada al sur de la ciudad de Mendoza, en el departamento Maipú, contando con salones acondicionados para la realización de eventos culturales, sociales y empresariales.
Se caracterizaba por elaborar vinos tanto con uvas de viñedos mendocinos como riojanos, lo que les daba un sabor distintivo.
Primeramente, visitamos los viñedos para luego hacer un recorrido por todas las áreas de producción, y finalmente, hacer la degustación.

Viñedos de la bodega VISTANDES


Mi mamá y mi hijo Martín ingresando a la bodega VISTANDES


Recipientes de acero inoxidable


Modernos equipos para la elaboración del vino


Controles totalmente automatizados


Producción con escaso personal


Vino en reposo post embotellamiento


El añejamiento también se hacía en barriles de madera


Mi mamá y mi hijo Martín en la sala de degustación


Mi mamá y mi hijo Martín durante la degustación


Varias empresas se dedicaban tanto a la vitivinicultura como a la olivicultura, por lo que tuvimos también la posibilidad de conocer la aceitera LAUR, que se destacaba por su calidad, compitiendo, nada menos, que con España y Portugal.
 Caminamos por el olivar, luego pasamos por un mini-museo donde se exhibían antiguas maquinarias, para posteriormente observar el procesamiento de las aceitunas hasta ser convertidas en el aceite más exquisito.

Olivar de la aceitera LAUR


Detalle de un olivo


Rama de olivo con aceitunas


Filtro prensa del año 1910


Prensa hidráulica de 1920


Modernos equipos Alfa Laval


Aceitunas en pleno procesamiento


Se trataba de una producción de aceite de alta calidad


Detalle de las aceitunas


Tanto en las bodegas como en la aceitera, aprovechamos para comprar productos imposibles de adquirir en Buenos Aires. Así que regresamos al hotel tan cargados como satisfechos.






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