lunes, 28 de noviembre de 2016

Nació Ludmila, mi primera nieta


En el mes de febrero de 2002, el país, y principalmente Buenos Aires eran un caos. La gente seguía en las calles caceroleando ya que los bancos continuaban con restricciones para retirar dinero, y a pesar de que el presidente Eduardo Duhalde había prometido devolver los ahorros en la moneda en que habían sido depositados, la realidad era que quienes habían puesto dólares, sólo veían pesos devaluados. Y si bien, en mi caso particular, yo no contaba con fondos en los bancos, mis cuotas de las tarjetas de crédito me las habían pasado repentinamente a dólares, cuatriplicando mis deudas.
Todo parecía ser el peor de los mundos. Y en ese ambiente político y económico tan complejo, el día doce llegó María Ludmila, mi primera nieta.

La situación no era para nada sencilla ya que tanto su papá, mi hijo Joaquín, como su mamá, Luciana, eran adolescentes; y, además de no contar con un ingreso suficiente para mantenerla, no tenían la madurez necesaria para afrontar semejante desafío. Sin embargo, Ludmila nos trajo nuevos aires de esperanza y fuerzas para llevar adelante el crítico momento, y sus progenitores asumieron, no sin dificultades, pero con mucho amor, buena voluntad, y apoyo familiar, la responsabilidad de su crianza.

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