miércoles, 10 de junio de 2020

En Santiago de Guayaquil



Habiéndonos higienizado y desayunado en la terminal-shopping de ómnibus de Guayaquil, salimos en dos taxis en busca de un hotel. Y nos encontramos con la sorpresa de que los que estaban a nuestro alcance, no contaban con agua caliente. Y después de mucho dar vueltas, comprendimos que realmente no era necesario encender ningún termotanque debido a las altas temperaturas del lugar. Y, de hecho, fue así. No sólo que hubiéramos podido ducharnos con gusto con agua fría, sino que el agua salía a una temperatura agradable debido a su calentamiento natural en los tanques metálicos. Nunca yo había encendido al mismo tiempo el aparato de aire acondicionado y el ventilador, pero allí lo hice. Los 39ªC con una humedad cercana al 100% lo ameritaban.
El hotel estaba en la avenida principal, así que salimos a conocer el Centro de la ciudad. Muchos edificios y comercios, pero con poco movimiento por ser fin de semana.

Avenida céntrica de Guayaquil


Santiago de Guayaquil fue fundada en 1534, y el nombre se debía a su patrono, Santiago Apóstol y a la unión de los nombres de un cacique llamado Guayas y de su esposa Quil. Según contaba la leyenda estos nativos habían sido símbolos de la resistencia autóctona, que, de acuerdo con la tradición popular, eligieron morir antes que someterse al vasallaje impuesto por los conquistadores españoles. Si bien esta versión era discutida por los historiadores, era la más aceptada por los pobladores.

Centro financiero de Guayaquil


Santiago de Guayaquil era la ciudad más poblada del Ecuador con más de dos millones y medio de habitantes, además de ser el centro comercial, financiero y cultural más importante. Sin duda, el puerto, uno de los más activos de América del Sur, era el que le había dado esa primacía respecto de Quito, la capital del país.

Guayaquil, centro comercial y financiero del país


Caminando hacia la costanera, nos encontramos ante un enorme monumento que representaba el famoso abrazo de Guayaquil entre los generales José de San Martín y Simón Bolívar, durante el proceso de independencia de América. Dicho encuentro, ocurrido el 26 de julio de 1822, fue realizado a solas, sin testigo alguno y en circunstancias en que los historiadores continuaban discrepando, y que los ecuatorianos inmortalizaron en el bronce en pleno Centro de Guayaquil.



El abrazo de Guayaquil entre José de San Martín y Simón Bolívar


La ciudad de Guayaquil se encontraba sobre el río Guayas, a sólo veinte kilómetros de su desembocadura en el océano Pacífico.

Perfil de Guayaquil sobre el río Guayas


Pocos años atrás, con el fin de embellecer la ciudad, se habían hecho una serie de obras entre las que se encontraba el Malecón 2000. Además de modernizar la antigua costanera, la habían convertido en un complejo comercial y cultural.

Malecón 2000


Recorrimos otras áreas de la ciudad observando su arquitectura que se manifestaba diversa con edificios de antiguos estilos y torres modernas.

Diferentes estilos en el Centro de Guayaquil desde el Malecón 2000


Varias naves que partían de los muelles del Malecón 2000 permitían realizar paseos navegando el río Guayas para así tener una visión panorámica de la ciudad.

Una de las naves amarradas en el Malecón 2000


El Malecón 2000 era el orgullo de los habitantes de la ciudad porque había recuperado espacios que aparecían como abandonados a la vera del río, y porque además era uno de los pocos lugares donde se podía concurrir después de las seis de la tarde. Sin embargo, no nos había atraído demasiado, porque tal cual Puerto Madero en Buenos Aires y los shoppings, los sentíamos insulsos y semejantes en cualquier parte del mundo donde se encontraran, sin identidad y ajenos a nuestros gustos.

Malecón 2000, inaugurado en octubre de 1999


Caminamos por la Avenida Malecón Simón Bolívar y pudimos ver el Palacio Municipal o también conocido como Cabildo de Guayaquil, que era la sede del Alcalde y de la Municipalidad. Estaba edificado sobre la antigua Casa Consistorial que funcionaba como cabildo colonial y que fuera demolida a principios del siglo XX.

Cabildo de Guayaquil


Y justo al lado del Palacio Municipal se encontraba la Torre del Reloj, que era de estilo morisco, y por lo tanto, de singular belleza.


Torre del reloj


Recorriendo el interior de la ciudad pasamos por una academia de baile totalmente abierta, y al advertir nuestra presencia, con la mejor buena onda, nos invitaron a sumarnos. Pero no aceptamos, tanto porque queríamos continuar conociendo la ciudad, como por la elevada temperatura que nos hubiese impedido hacer cualquier movimiento brusco.

Academia de baile en un barrio de Guayaquil


Nos dirigimos hacia el Parque del Centenario donde se encontraba un imponente monumento, la Columna de los Próceres, que rendía homenaje a los héroes de la emancipación local y regional. En la parte superior de la columna había una estatua con un brazo extendido sosteniendo una antorcha, en cada ángulo del pedestal otras que representan el heroísmo y la justicia, y al lado de la base estaban las figuras de los hombres que se habían distinguido en la lucha por la independencia de Guayaquil.


Parque del Centenario


Como toda ciudad latinoamericana, Guayaquil se destacaba por la gran diferencia entre los sectores socioeconómicos. Y era por eso, que había un circuito de bajos precios, que lo conformaban varios mercados.


Los mercados ofrecían productos a precios más acomodados


En los mercados la gente compraba ropa, comida, productos electrónicos y lo que fuera. Allí el regateo estaba a la orden del día, y si se insistía, se podía llegar a una rebaja del treinta por ciento o más.

Venta de comida al paso


Si bien no pudimos saber cuáles eran realmente los controles bromatológicos, por lo menos en apariencia, el estado de los alimentos parecía confiable.

Venta de cocos en el mercado


Algunos de los locales estaban bajo techo, tal cual como algunos de los locales de venta informal en Buenos Aires. Predominaban las segundas marcas o las falsas imitaciones.

Ropa y juguetes de segundas marcas e imitaciones


Y como en todo lugar y por todas partes, se vendían bananas al natural, secas, asadas, fritas, dulces, saladas…, como uno quisiera.

Puesto de venta de bananas asadas


Muchos de los locales se encontraban debajo de las autopistas. Guayaquil era una ciudad bastante peligrosa, por lo que las ferias cerraban temprano y muchos vendedores se llevaban la mercadería a sus casas.

Locales de venta debajo de una autopista


Guayaquil, luego de varias fundaciones, se había afianzado en 1547 en el “Cerrito Verde” o “Cerrito de la Culata”, que, posteriormente se denominaría Cerro Santa Ana por la invocación a esa imagen por parte de un buscador de oro que estaba en peligro.

Cerro San Ana, donde se originó la ciudad


En el Cerro Santa Ana se encontraba el barrio Las Peñas, que albergaba casas que habían pertenecido a personajes ilustres. Ese sector era uno de los “recuperados” tras un periodo de abandono, y se había convertido en residencia de artistas y de área turística con bares, restoranes y otras atracciones.



Barrio Las Peñas, con casas centenarias


Volviendo al malecón, disfrutamos del fresco aire del río después de muchas horas de calor agobiante. Estábamos en la peor estación del año para visitar Guayaquil, pero era la única en que podíamos tomarnos unas largas vacaciones como para hacer extensos recorridos.



Ventolina en el río Guayas


A pesar de que las condiciones meteorológicas no eran las mejores, en un taxi nos dispusimos a cruzar el Puente de la Unidad Nacional que atravesaba el río Daule, pasaba por Samborondón, y cruzaba el río Babahoyo, para llegar a Durán. Justo al sur de Samborondón, en la ciudadela La Puntilla, por la confluencia de los ríos Daule y Babahoyo, tenía su origen el río Guayas.




Confluencia de los ríos Daule y Babahoyo. Al oeste Guayaquil y al este el cantón Durán


Pasando el puente se llegaba a la ciudad de Eloy Alfaro, en el cantón Durán. Esta ciudad, que formaba parte del conurbano guayaquileño, había tenido su mayor desarrollo durante el auge de los ferrocarriles ya que allí estaban instalados los principales talleres.

Ciudad de Eloy Alfaro, frente a Guayaquil


En la década del ’90, tal cual había ocurrido en el resto de América Latina, el gobierno ecuatoriano levantó la mayor parte de los ramales ferroviarios, por lo cual en Durán, gran parte de los trabajadores quedaron desempleados, pauperizándose drásticamente la mayor parte de la población.

Cantón Durán, al este del río Babahoyo


Las márgenes del río Babahoyo dejaban en claro la situación de desigualdad socioeconómica de la ciudad. Hacia el este, sobre la margen izquierda, podía verse un cordón de viviendas precarias, como consecuente continuación del centro del cantón Durán.



Viviendas precarias de Durán, sobre la margen izquierda del río Babahoyo


Mientras que, en la margen derecha, las casas de Samborondón, en la parroquia La Puntilla, según palabras del presidente Rafael Correa, vivían los pelucones, refiriéndose al sector adinerado que se había opuesto, desde un principio, a su política. Originariamente el término “pelucón” aludía a las pelucas que utilizaba la aristocracia.


Residencias de los pelucones de Samborondón, en la margen derecha del río Babahoyo



Retornando al Centro de Guayaquil fuimos el domingo a la tarde a la Plaza Seminario o de las Iguanas. Multitud de familias con niños rodeaban las fuentes donde nadaban cantidad de tortugas y peces de diferentes tamaños.





Tortuga en la Plaza Seminario o de las Iguanas


Pero lo más exótico, era la cantidad de iguanas que se desplazaban libremente entre los visitantes, tanto en los caminos como en el césped, de ahí que los guayaquileños la llamaran Plaza de las Iguanas.


Una de las tantas iguanas de la Plaza Seminario


Frente a la Plaza Seminario se encontra la Catedral Metropolitana de Guayaquil o Catedral de San Pedro, que contaba con torres semi-góticas muy ornamentadas.



Catedral de San Pedro


Si bien el interior no presentaba las riquezas de otras iglesias latinoamericanas, sus tres naves eran imponentes. Los pilares se cruzaban en lo más alto de las bóvedas formando ojivas y por las grandes ventanas ingresaba la luz exterior a través de los vitrales.

Interior de la Catedral


Este era otro país donde necesitábamos un diccionario gastronómico para poder entender lo que se nos ofrecía, aunque no tan complicado como en otros.
Un plato típico guayaquileño era el arroz con menestra y alguna carne. Se preparaba con fréjol maduro del tipo conocido localmente como canario, o podía ser reemplazado por lentejas o garbanzos; y como complemento se le agregaban patacones, trozos de plátanos fritos. Y por ser ciudad-puerto, había un evidente predominio de los recursos del mar, por lo que abundaban los ceviches de pescado crudo, o de camarón o concha, cocidos.
Pero lo más interesante, era que todo resultaba muy barato para los argentinos. Estábamos en enero de 2009, y los precios de los menúes económicos en dólares, moneda oficial de Ecuador, eran de aproximadamente la quinta parte de lo que costaban en Buenos Aires.

El precio de la carta está en dólares


Martín, quien no le hacía asco a nada, probó absolutamente todos los platos típicos. Y el que más le gustó fue uno en base a pescado, con camarones, maíz, papas fritas, brócoli, zanahorias, pimientos, cebollas y salsa de tomate, todo eso acompañado de frutillas; pero las comió a lo último, a modo de postre.

Martín saboreando un plato típico guayaquileño


Nos había llamado la atención que los locales de Mc Donald’s eran visitados sólo por gente de muy buen pasar económico y que se vestían muy bien para ingresar. Eso era lo contrario de lo que ocurría en los Estados Unidos, donde prácticamente predominaban negros, latinos y jóvenes con poco dinero. Lo que ocurría era que en términos relativos los precios eran mucho más altos que los de otros lugares y que no era tan frecuente que quienes no pertenecieran a la clase alta tuvieran posibilidades de salir a comer afuera. En Argentina, la concurrencia a esos locales de comida rápida, no respondía a un sector socioeconómico determinado, sino más que nada a una determinada filosofía gastronómica, razón por la cual muy difícilmente me encontrara entre sus clientes.



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