miércoles, 24 de abril de 2024

Cartagena de Indias, más de dos ciudades en una

   El sábado 21 iba a ser el último día en que permaneceríamos en Cartagena de Indias, por lo tanto, nos levantamos temprano para poder conocer lo máximo posible de una ciudad, que, además de los atractivos del Centro Histórico, ofrecía los encantos de otro sector, moderno y con bonitas playas, constituyéndose en dos ciudades en una, opuestas, por cierto.

Así que salimos del hotel Santa Cruz, y caminamos alrededor de ochocientos metros hasta llegar al sector de la muralla donde se encontraba la puerta de Santo Domingo con una placa que indicaba que dicha abertura había sido ordenada por Juan de Herrera al cerrar la brecha dejada en la cortina por el ataque francés de 1697. 

Omar junto a la puerta de Santo Domingo

  

Bordeamos la muralla y tomando el malecón paralelo a la avenida Santander nos desplazamos lentamente observando, tanto las particularidades del mar como los edificios de la ciudad nueva, a lo lejos. 

Vista lateral de la muralla

  

Una de las garitas de la muralla. Al fondo la ciudad moderna

 

El ómnibus que hacía el city tour

 

En la avenida Santander y calle 36

  

Algas verdes en el mar Caribe

  

Vista del mar Caribe desde la avenida Santander

  

La ciudad nueva desde la ciudad vieja

 

Plantas rastreras con flores en la playa

 

Así llegamos hasta el monumento Unión de los Océanos, ubicado en un espolón, al frente del parque de la Marina. Construido en 1998, que había sido designado a nivel mundial como el Año de los Océanos.

El complejo estaba conformado por una torre compuesta por dos plaquetas rectangulares, dispuestas verticalmente, las cuales sostenían en las alturas una esfera de bronce que representaba el planeta Tierra. Además, contaba con dos anclas provenientes de un barco español y de un navío de la Armada Nacional Colombiana, y la Rosa de los Vientos marcando el círculo con los treinta y dos rumbos en que se dividía el horizonte.

Y como corolario, no podían faltar un texto de Gabriel García Márquez, Premio Nobel de Literatura, de su obra “Relato de un Náufrago”. 

La esfera terrestre en el monumento Unión de los Océanos

  

Omar en el mirador del complejo monumental Unión de los Océanos

 

Desde el siglo XV, durante el período colonial, los africanos fugados del régimen esclavista, que, mediante actos de resistencia, se refugiaban en los territorios de la Costa Norte de Colombia denominados palenques, eran automáticamente libres. Y sus descendientes conformaron lo que se denominó “comunidad palenquera”, de la cual gran parte de sus mujeres se dedicaron a vender frutas en la ciudad.

Y en su homenaje, en el paseo peatonal de entrada a Bocagrande, nos topamos con la escultura de “La Palenquera”, del artista Hernando Pereira, a la que lo habían robado las frutas que tenía sobre la ponchera que llevaba sobre su cabeza. 

Escultura de “La Palenquera”, a la que le habían robado las frutas que llevaba en la ponchera

  

Ya estábamos en Bocagrande, que consistía en una península que tenía la particularidad de situarse entre el mar Caribe y la bahía de Cartagena de Indias o de las Ánimas, siendo sus playas muy extensas y atractivas. Se podían alquilar sillas y parasoles, y contaba con todos los servicios requeridos por el turismo nacional e internacional. Sin duda, esta era la otra Cartagena de Indias, la ciudad moderna, donde se desarrollaban proyectos de elevados edificios residenciales y hoteles de varias estrellas.

Desde la carrera 1, contigua al mar Caribe, donde se localizaba la playa del Capilla del Mar, tomamos la calle 8 y atravesamos la carrera 2, también conocida como avenida San Martín, considerada el centro neurálgico de Bocagrande, donde se concentraban gran cantidad de restoranes, discotecas y casinos; y en trescientos metros más, tras pasar por el Complejo Comercial La Mansión, que se destacaba por su arquitectura más tradicional y de estilo, llegamos a la carrera 5, que bordeaba la bahía de Cartagena de Indias o de las Ánimas. 

Carpas en la playa del Capilla del Mar sobre el mar Caribe

 

Elevados edificios en la línea de la costa caribeña

  

Típicas palmeras caribeñas

  

Intersección de la Carrera 1 con calle 8

  

Centro Comercial La Mansión sobre la Calle 8 casi esquina Carrera 3

  

Caminando por las calles de la Cartagena moderna

  

Esquina de la Carrera 5 y Calle 8, en la costa de la bahía de Cartagena de Indias o de las Ánimas

  

Y allí comenzamos una caminata por el malecón, visualizando diferentes atractivos como la cúpula de la Parroquia Nuestra Señora del Perpetuo Socorro, las gaviotas que deambulaban por la costa, los edificios de bahía de Castillo Grande, el puerto de contenedores de Cartagena de Indias, el muelle turístico, la Base Naval de la Armada de la República de Colombia, y a la gente que andaba en bicicleta o en patines. 

Cúpula de la Parroquia Nuestra Señora del Perpetuo Socorro

 

Descansando en el malecón Bahía de las Ánimas

  

Una gaviota en la costa de la Bahía de las Ánimas

 

Edificios de bahía de Castillo Grande

  

Puerto de contenedores de Cartagena de Indias

  

Gran actividad en el Muelle Turístico de Cartagena

  

Edificios del Muelle Turístico de Cartagena

  

Modernos edificios en el malecón Bahía de las Ánimas

  

La Base Naval A. R. C. desde el malecón Bahía de las Ánimas

  

Bicicletas y patines en el florido malecón Bahía de las Ánimas

 

 

Dejando el malecón Bahía de las Ánimas

 

Si bien la ciudad moderna tenía lo suyo, evidentemente no guardaba la identidad de la ciudad amurallada, es decir, que tanto las imágenes de las playas como la moderna edificación podrían ser de muchas otras partes del mundo. Por eso, decidimos regresar a la ciudad vieja, y disfrutar de un té frío y de una limonada en la plaza Santo Domingo, en una mesa que daba a las espaldas de la escultura de la “Gertrudis” de Fernando Botero. Y luego volvimos a merodear por las callecitas con balcones donde algunos turistas paseaban en coche de caballos 

Omar con un té frío y yo con una limonada en un bar de la plaza Santo Domingo

  

Espaldas de “Gertrudis”, la obra de Fernando Botero

  

Balcón con plantas en la ciudad vieja

  

Balcones con encanto en la ciudad vieja

  

Balcones y faroles en la ciudad vieja

  

Coche de caballos en el Centro Histórico

  

Y así llegamos al Parque de la Marina, lugar que estaba dedicado a rendir honores tanto a las fuerzas navales de Colombia como a héroes navales de otros países sudamericanos.

Entre los monumentos que fotografié se encontraban el del Almirante José Prudencio Padilla, héroe de Colombia en la batalla naval “Lago de Maracaibo”; el del Almirante Lino de Clemente y Palacios, héroe de independencia venezolana; el del Almirante Miguel Grau Seminario, héroe naval del Perú; y el del Almirante Guillermo Brown, héroe naval de la independencia argentina. 

ALMIRANTE JOSÉ PRUDENCIO PADILLA

29 DE MARZO DE 1778

2 DE OCTUBRE DE 1828

HÉROE DE COLOMBIA EN LA BATALLA NAVAL

“LAGO DE MARACAIBO”

  


ALMIRANTE LINO DE CLEMENTE Y PALACIOS

23 DE SEPTIEMBRE DE 1767

11 DE JUNIO DE 1834

HÉROE DE INDEPENDENCIA VENEZOLANA

 

 

ALMIRANTE MIGUEL GRAU SEMINARIO

27 DE JULIO DE 1834

8 DE OCTUBRE DE 1879

HÉROE NAVAL DEL PERÚ

 

 

ALMIRANTE GUILLERMO BROWN

22 DE JUNIO DE 1777

3 DE MARZO DE 1857

HÉROE NAVAL DE LA INDEPENDENCIA ARGENTINA

  

A cuatrocientos metros del Parque de la Marina se encontraba la plaza San Pedro Claver, topónimo en honor al misionero jesuita que fuera llamado “esclavo de los esclavos”.

En los alrededores de la plaza había venta callejera de recuerdos colombianos y, frente a ella, estaban el santuario homónimo, y una escultura del santo acompañado por un esclavo.

Y, además, había obras vanguardistas elaboradas con chatarra por Edgardo Carmona, que representaban a distintos personajes, entre los que se destacaba “La Costurera”. 

Venta callejera de recuerdos colombianos

  

Santuario de San Pedro Claver

 

Estatua San Pedro Claver junto a un esclavo

 

La Costurera en la plaza San Pedro Claver

 

Continuando con nuestra recorrida llegamos a la esquina de las calles del Landrinal y 32, donde en el muro de una antigua construcción, se había colocado una placa que decía:

 

En esta casa se filmó la película

LA QUEMADA

de Gillo Pontecorvo

con los actores

Marlon Brando, y Evaristo Marquez

en 1968

Festival de Cine de Cartagena, 2002

 

La Quemada” o “Queimada”, había sido una coproducción ítalo-francesa, dirigida por Gillo Pontecorvo, que trataba sobre un drama bélico histórico, ambientada a mediados del siglo XIX, momento en el cual los esclavos de las vastas plantaciones de caña de azúcar de la isla de Queimada, situada en el mar Caribe, estaban a punto de rebelarse, y los británicos, dispuestos a apoyarlos. Para eso, enviaron al agente provocador William Walker, interpretado por Marlon Brando, para derrocar a la colonia portuguesa, manipulando una revuelta de esclavos. El otro actor principal, en el papel de José Dolores, había sido Evaristo Márquez, quien no era un actor profesional sino un pastor colombiano analfabeto, que el director del film había conocido mientras buscaba locaciones. El gobierno británico buscaba abrir la isla a la explotación económica por parte de la Antilles Royal Sugar Company, instigando a Dolores a que lidere la rebelión de los esclavos, induciendo, a la vez, a los principales terratenientes a rechazar el dominio portugués. Una vez la isla dominada por los británicos surgieron nuevos conflictos que terminaron con el derrocamiento y ejecución de Teddy Sánchez, quien estaba al frente de un estado títere, a partir de un golpe de estado diseñado por Walker; y nuevas revueltas fueron reprimidas que llevaron a Dolores a la horca. Pero, poco después, considerando a Walker culpable de la muerte de Dolores, un habitante de la isla lo asesinó a puñaladas en la calle.

La película estaba programada para ser filmada íntegramente en Cartagena de Indias y San Basilio de Palenque, pero por las dificultades que se produjeron, algunas escenas tuvieron lugar en las Islas Vírgenes de los Estados Unidos, Saint-Malo, Marruecos, y los estudios Cinecittá.

Marlon Brando permaneció en Cartagena alrededor de cuatro meses, considerando, los cartageneros, que fue un antes y un después para la ciudad, ya que, hasta ese momento, todo estaba muy segregado, no habiendo inclusión entre la burguesía y la gente negra de los barrios populares. Y él, siendo uno de los actores más famosos de los Estados Unidos, habitualmente reunía dinero para ayudar a grupos afroamericanos y de otras minorías, por lo que, tanto el argumento de la película como su estancia en Colombia, en el contexto de los años sesenta y con temas como el racismo debatiéndose, se podía interpretar como una oportunidad para sentar posición. En 2012, cuando nosotros estábamos allí, todavía la desigualdad social continuaba en Cartagena, pero todos decían que antes había sido mucho peor. 

En esta casa se filmó la película

LA QUEMADA

de Gillo Pontecorvo

con los actores

Marlon Brando, y Evaristo Marquez

en 1968

Festival de Cine de Cartagena, 2002

 

 

Detalle de un ambiente de la casa donde se filmó la película LA QUEMADA

  

Siguiendo por Landrinal, volvimos a admirar a lo lejos, el perfil de la Catedral de Santa Catalina de Alejandría, tal como lo habíamos hecho el día anterior. Y al llegar a la calle 34, ingresamos a la galería de la Casa del Cabildo, contigua a la plaza de la Proclamación, desde donde, después de atravesarla, regresamos a nuestro hotel. 

Vista de la Catedral de Santa Catalina de Alejandría desde la calle del Landrinal

 

Galería de la Casa del Cabildo, contigua a la plaza de la Proclamación

 

Y así finalizó nuestra estada en la capital del Departamento de Bolívar, ya que al día siguiente debíamos continuar viaje hacia el oriente colombiano.

Sin lugar a duda nos había quedado mucho por conocer, sin embargo, pudimos reconocer, que, además de las dos ciudades antagónicas en cuanto a su edificación y atractivos, en cada una de ellas, había otras dos ciudades, una para los ricos y turistas internacionales, y la otra, para los pobres. Y esto me trajo a colación el diálogo que Jacinto Benavente, en su obra “Los Intereses Creados”, pusiera en palabras de sus personajes al llegar a una ciudad italiana:

 

LEANDRO. - Gran ciudad ha de ser ésta, Crispín; en todo se advierte su señorío y riqueza.
CRISPIN. - Dos ciudades hay. ¡Quisiera el Cielo que en la mejor hayamos dado!
LEANDRO. - ¿Dos ciudades dices, Crispín? Ya entiendo, antigua y nueva, una de cada parte del río.

CRISPÍN. - ¿Qué importa el río ni la vejez ni la novedad? Digo dos ciudades como en toda ciudad del mundo: una para el que llega con dinero, y otra para el que llega como nosotros.


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