Una agencia de turismo nos había ofrecido un safari con cocodrilos, pero no nos aclararon las características de la embarcación, por lo que se nos presentaron algunas dudas, pero finalmente allí fuimos Sonia, Clarita y yo.
Era el lunes 25 de
julio a la mañana y no había más pasajeros que nosotras, lo que no dejaba de
ser arriesgado, ¡ya que los cocodrilos no tendrían a nadie más para
alimentarse!!!!!
En una camioneta
llegamos al embarcadero. Vimos que a ningún guía le faltaban partes de sus
cuerpos, y eso nos dio confianza. Y cuando subimos a la embarcación, nos
tranquilizamos del todo. Era un catamarán muy seguro y estable.
Comenzamos la navegación por el río Tárcoles muy lentamente. En una primera etapa fuimos viendo la avifauna, que se presentaba abundante y variada…
Durante la navegación
pudimos observar la avifauna
El río Tárcoles se encontraba
al noroeste de San José por lo que tenía pendiente hacia el Pacífico. Su lecho
era de barro, por lo que sus aguas no eran demasiado claras.
Al principio no
veíamos ningún cocodrilo, hasta que de pronto…, muy cerca de la margen
izquierda, apareció el primero nadando plácidamente.
Primer cocodrilo que vimos
en el río Tárcoles
El Tárcoles, cerca de
la playa Herradura y Jacó en el Pacífico, era uno de los ríos más poblados de
cocodrilos del mundo.
Una hembra se acercó a la
ribera buscando comida
Según el guía la hembra que se acercaba a la playa buscando alimento era Fernanda, siendo bastante mansita pero angurrienta. Y el conductor de la embarcación, se bajó descalzo y la convidó con un cuarto de pollo que devoró inmediatamente.
Capitán de la nave alimentando a la cocodrila Fernanda
Pero a Fernanda no le alcanzó con una sola porción, y en el término de unos minutos, se comió un pollo entero.
Fernanda continuó comiendo pollo
Navegamos un buen rato, mientras a nuestro lado aparecían nuevos ejemplares de cocodrilos de diferentes tamaños. Pero, además, estábamos disfrutando de un maravilloso día de sol, sin otro sonido que el canto de algunas aves. ¡Y se hacía aún más placentero saber que era un lunes a la mañana!
Navegando por las aguas tranquilas del río Tárcoles
En estas aguas la National Geographic había filmado un documental con el fin de estudiar y grabar el comportamiento de los cocodrilos americanos de hasta siete metros de longitud.
¡Y allí iba otro más…!
Y de pronto apareció Shakira, una cocodrila jovencita y movediza, que parecía bailar en el agua. El guía nos dijo que por eso le habían puesto ese nombre. No se quedaba quieta ni un segundo, entonces la atrajeron golpeando el pollo contra la embarcación, y rápidamente se acercó para comérselo.
El guía alimentando a la cocodrilita Shakira
El muchacho les daba de comer como si fueran perritos. Él parecía muy tranquilo, sin embargo, nos aclararon que los cocodrilos pequeños eran los más peligrosos, no solo por su comportamiento de cachorros, sino porque tenían mucha agilidad y velocidad en el agua. Contrariamente, los más grandes, y en especial si eran viejos, conservaban la calma y no tenían reacciones tan inesperadas. Y que, en una oportunidad, la cocodrila Shakira había intentado morder a quien le estaba dando de comer...
La cocodrila Shakira con medio pollo en la boca
A nosotras nos preocupaba que al muchacho le pasara algo teniendo en cuenta las características de los animales, el suelo de barro y que estuviera descalzo; además, que siendo el capitán no pudiéramos rescatarlo. Pero el guía nos aclaró que él también podía conducir y en un caso extremo podría trasladarlo para una atención médica de emergencia. De todos modos, nuestra producción de adrenalina estaba en su punto más alto.
Más pollo
para la insaciable Shakira
Y después de mucho buscarlo, apareció Bin Laden, llamado así por ser muy malo y difícil de encontrar. Él sí era muy grande y en ningún momento se acercó a las riberas.
El cocodrilo
Bin Laden, siempre lejos de las playas
Más tarde nos desviamos por un canal secundario, muy parecido a los paseos por el Delta del Paraná en Argentina, y allí el mayor atractivo fue la exuberancia de la vegetación y el aumento de aves y de otros animales costeros.
Paseo por un
afluente del Tárcoles
Lamentablemente, además de su suelo fangoso, este río no tiene claras sus aguas por ser el principal desagüe del Valle Central, donde habita más de la mitad de la población costarricense. Y cada segundo se vierten 3200 litros de aguas negras a la cuenca del Tárcoles. Y en esto también se asemeja a la cuenca del Paraná.
A medida que
avanzábamos el canal se hacía más angosto
En las márgenes se presentaban manglares que servían para el escondite y apareamiento de varias especies, entre ellos, los cocodrilos.
Cercanos
al mar había manglares
En la abundante flora
habitaban muchas aves como halcones, águilas, garzas, monos y diferentes
reptiles e insectos. Y allí se sentía que era muy apropiado relacionar a Costa
Rica con la frase “pura vida”.
Costa Rica era
en verdad PURA VIDA
Ingresamos lo más que pudimos entre la enmarañada vegetación para poder escuchar a los pájaros con mayor nitidez. El guía nos iba indicando mediante dibujos los diferentes tipos de aves, y él podía reconocer el gorjeo de cada uno.
Concierto de pájaros en el
bosquecito
Y mirando hacia el suelo, en medio del barro y entre las ramas caídas, pudimos encontrar hermosos cangrejos tratando de mimetizarse con el medio.
Cangrejito en el lodo
Retomamos el curso principal del Tárcoles y llegamos hasta su desembocadura en el mar. Ese era el lugar, donde, los cocodrilos machos, iban a curar con agua salada sus heridas, producto de sus peleas por una hembra. Y si ellos, que imagino cuán profundas serían, obtenían buenos resultados, qué mejor para nosotros continuar utilizando agua con sal para dolencias menores, y no todas las demás soluciones que la industria farmacéutica nos quería imponer.
Desembocadura del río
Tárcoles en el océano Pacífico
Pero al acercarnos a una
especie de punta que salía al mar, nos encontramos con un gran basural. Y si eso
no se recuperaba, lamentablemente esta cuenca se convertirá en pura muerte.
Basural en la desembocadura
del Tárcoles
Ya llegando al mediodía,
volvimos al embarcadero donde dedicamos unos minutos a comprar recuerdos
relacionados con todo lo que habíamos visto, en especial con motivos de
cocodrilos.
Clarita con el guía en el
catamarán llegando al embarcadero
Y desde allí nos
dirigimos a Jacó donde pudimos solazarnos con la impactante imagen de esa playa
del Pacífico, océano que mostraba exactamente lo contrario a su nombre, a través
de sus corrientes y oleaje.
Fuerte oleaje en el océano
Pacífico
Julio era un mes de
temporada baja en Costa Rica ya que coincidía con la época de lluvias, tornados
y huracanes. Era por eso, que las playas no estaban muy cargadas de gente como
solía ocurrir en el período seco.
Playa de Jacó en temporada
baja
Jacó era una playa muy
concurrida sobre todo por extranjeros, con la particularidad de tener más
diversiones que otras de la región. Y a pesar de eso, existía la posibilidad de
encontrar alojamiento para todos los bolsillos.
Gran oferta hotelera en
Jacó
Sonia y Clarita se dieron
un chapuzón mientras yo preferí caminar descalza por el borde del mar y tomar
fotografías. Y cuando ya estaba avanzando la tarde, nos esperaba una mesa
servida con una contundente comida típica de ese pequeño pero diverso país.
Típica mezcla de carne de
vaca y pescado, fideos y arroz
Fue un viaje espectacular, no solo por lo exótico de la navegación entre cocodrilos, sino por habernos podido relajar en un ambiente natural tan lleno de vida.
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