Bajando desde el volcán Irazú a más de 3.400 m.s.n.m.,
pasamos por verdes campos y llegamos
a la ciudad de Cartago, a 1.435 m.s.n.m.
Ciudad de Cartago en un valle de altura
Cartago era la capital
de la provincia homónima y tenía una población aproximada de 170000 habitantes,
formando parte del conurbano de San José.
Contaba con varios atractivos turísticos tanto históricos como naturales, sin embargo, el más importante de todos era la Basílica de Nuestra Señora de los Ángeles.
Basílica Nuestra Señora de
los Ángeles
Esa Basílica era el
santuario donde se alojaba la Santa Patrona de Costa Rica, la Virgen de los
Ángeles. Y había sido construida en el siglo XIX en estilo arquitectónico
bizantino.
Muchos fieles ingresaban de
rodillas por la nave central
Cuando Sonia, Clarita
y yo ingresamos, quedamos impactadas por tanta belleza de líneas, de grabados
en madera, de pinturas… Una verdadera maravilla.
La cúpula vista
desde abajo
Nuestra Señora de los Ángeles
era una advocación de la Virgen María. Su culto era originario de Getafe, en
las cercanías de Madrid, y había sido traído a América por los conquistadores
españoles.
Imagen de Nuestra
Señora de los Ángeles
La celebración de
Nuestra Señora de los Ángeles se realizaba en Cartago a raíz de una leyenda del
período colonial.
Altar principal de
la Basílica
La leyenda decía que el 2 de agosto de 1636 una niña mulata llamada Juana Pereira había encontrado una pequeña estatua de la Virgen María en medio del bosque, sobre una roca. Que ella se la llevó al sacerdote Alonso de Sandoval, quien la guardó en una caja. Y cuando al día siguiente, cuando fue por ella, ya no estaba. Juana Pereira volvió al lugar de la primera aparición y encontró allí la imagen, así que se la llevó nuevamente al sacerdote quien la guardó dentro del sagrario. Al día siguiente, no la encontró, por lo que declaró que aquello era un mensaje de la Virgen de que deseaba estar en el bosque sobre la roca.
Capilla interior con
la exposición del Santísimo
En el lugar del bosque
donde la mulatita encontró a la imagen, se construyó un pequeño templo en su
honor, que era donde ahora se encontraba la Basílica de los Ángeles.
El órgano de la
Basílica y detalle de sus pinturas
La pequeña imagen de
unos veinte centímetros fue bautizada con el nombre de Virgen de los Ángeles
porque el 2 de agosto era el día en que los franciscanos celebraban esa
festividad en Getafe.
Detalle del
cielorraso y de uno de sus arcos
En esa época era muy popular la imaginería religiosa en el Valle Central de Costa Rica, y había muchos maestros, oficiales y aprendices que se especializaban en hacer imágenes en madera o piedra para venderlas en el mercado local. Por lo cual la estatuilla fue realizada con la técnica del cincelado en jade, heredada de los indígenas a través del mestizaje, piedra volcánica en la base y grafito para colorearla. Y a pesar de que su verdadero color era un gris-verduzco, la llamaban la Negrita, porque los rasgos de la Virgen eran de mestiza, específicamente mulata.
Imagen de la Negrita,
encontrada por una niña mulata sobre una piedra
Dentro de la Basílica
se encontraba la sala de exvotos, lugar donde solían dejar una medallita con la
forma de la parte del cuerpo que sanó la Virgen o el recuerdo del milagro. Y al
lado había un manantial de agua bendita donde los fieles recogían agua en
botellas con la forma de la virgen, y algunos lavaban su cuerpo o algunos
miembros para pedir un favor o ser sanados.
Era 27 de julio, prácticamente el inicio de la romería que todos los años comenzaba el 25 de julio y culminaba el 2 de agosto, período en que más de dos millones de feligreses llegaban, en su mayor parte, caminando desde diferentes sitios rurales o de la misma ciudad de San José.
Detalle de los
ángeles y cúpula de la Basílica de Nuestra Señora de los Ángeles
Esa veneración y su historia, sin duda, tenían muchos elementos en común con la de la Virgen de Luján, patrona de la Argentina.
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