En casi una
hora y media de viaje llegamos al piedemonte del sector occidental de la sierra
de San Luis, y el paisaje había cambiado totalmente. Nos encontrábamos en el
cordón de Michilingües, donde la estructura serrana estaba conformada por
bloques escalonados, remanentes de pedimentos y estructuras volcánicas; y la
vegetación, además de achaparrada, presentaba formaciones arbóreas, signo de
que las precipitaciones superaban los quinientos milímetros anuales, aunque
como en toda la región de las Sierras Pampeanas, estuvieran concentrados en la
primavera y el verano.
Enseguida
ingresamos a Luján de San Luis, una tranquila población de poco más de dos mil
habitantes, donde la siesta formaba parte de una de sus ancestrales
tradiciones. Había sido fundada sobre la margen derecha del río Seco como un
vecindario de ganaderos que tenían sus estancias en la llanura pastoril del
noroeste de la provincia, donde les era muy difícil asentarse con sus familias.
De todos modos, debido a las fuertes crecidas que el arroyo tenía durante el
período estival, se habían trasladado un poco más hacia el sur donde, tanto la
toma de agua para el consumo doméstico como para el riego de sus huertas, les
era mucho más apropiada.
En Río Seco, nombre originario de la localidad, el 21 de setiembre de 1816 se había realizado la ceremonia del Juramento de la Declaración de la Independencia Argentina que había tenido lugar en Tucumán el 9 de julio. El acto fue presidido por el alcalde de hermandad Don Juan de la Rosa Ochoa firmando el acta Bonifacio Puertas, Faustino Muñoz y Juan Francisco Loyola, siendo testigos Don Fernando Almeyda y Don José Luis Loyola.
Arco de ingreso a
Luján de San Luis
Tranquila calle de Luján de San
Luis a la hora de la siesta
A mediados
del siglo XIX, uno de los fundadores del paraje, el Coronel Juan Francisco
Loyola, comenzó la construcción de una iglesia dedicada al culto de Nuestra
Señora de Luján, en cumplimiento de una promesa que el militar le había hecho a
la Virgen de Luján, en momentos en que se encontraba en una situación de
aprieto. Sin embargo, la obra tardó más de veinte años, culminándose a
posteriori de la muerte de quien fuera su artífice; y desde entonces, tanto el
pueblo como el río comenzaron a llamarse Luján.
La histórica
iglesia estaba situada en la calle Pringles, frente a la plaza Mitre.
Despertamos a los chicos, y entramos a conocer su interior.
Parroquia Nuestra Señora de
Luján
Entrada
lateral de la histórica iglesia
Recorrimos los alrededores del pueblo que se caracterizaban por la producción de naranjos; y así llegamos hasta la ladera del cerro donde habían construido un Vía Crucis, íntegramente erigido en piedras extraídas del lugar, con imágenes hechas en cerámica.
Camino arbolado y con aroma a naranjos en los
alrededores de Luján de San Luis
Vía Crucis sobre la ladera un cerro de la
sierra de San Luis
Otro de los atractivos de ese lugar era el dique-embalse Luján, encajonado entre los cerros Bandera, de 1550 m.s.n.m., y el Independencia, de 1420 m.s.n.m., cuya cola aparecía ideal para el desarrollo de actividades náuticas así como para la pesca de truchas y pejerreyes.
Dique-embalse Luján, encajonado
entre dos cerros de la sierra de San Luis
Ludmila sobre el paredón del dique Luján
Hacia un lado del paredón se veían las riberas
escarpadas del río Luján
Hacia el otro lado del dique se podía observar el
espejo de agua
Proseguimos
viaje por la ruta número veinte, que bordeaba el piedemonte de la sierra de San
Luis, y en quince minutos estuvimos en la localidad de Quines, emplazada en las
estribaciones del cordón del mismo nombre.
Pero no nos detuvimos en el pueblo sino que nos desviamos unos cinco kilómetros para pasar un rato en el balneario El Muro, a la vera de un dique nivelador sobre el río Quines, donde las aguas se presentaban cristalinas y de poca profundidad, ideales para los chicos.
El valle del río Quines era un verdadero vergel
Un burro y varias vacas pastando en las márgenes del
río Quines
Y si bien en un sector del río había ganado, otras partes
eran utilizadas como balneario
Ludmila preparándose para meterse al agua
En una especie de hoya, Laurita, Ludmila y el guía se
sumergieron
Ludmila y Laurita se tiraron por el tobogán de roca
como los demás chicos
Dique nivelador del río Quines
Balneario El Muro sobre el río Quines
Laurita y Ludmila en un río sin peligros y con el
cordón de Quines de fondo
Laurita y Ludmila jugando con otros chicos en el
balneario El Muro
Debíamos regresar a la Villa de Merlo,
¡pero Laurita y Ludmila no se querían ir!
Retomamos la ruta 20 y, antes de regresar
a la Villa de Merlo, fuimos hasta Villa Dolores a cargar combustible,
aprovechando para hacer una breve recorrida. Y después, por el Camino de la
Costa del valle de Traslasierra, arribamos a nuestro destino final.
Boulevard de ingreso a Villa
Dolores
Avenida Presidente Arturo Íllia esquina P. C. Molina
Centro Cívico de Villa Dolores
Llegamos al complejo felices después del hermoso día que habíamos vivido. Yo estaba agotada, ¡pero los chicos tenían cuerda para rato!
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