sábado, 24 de diciembre de 2022

Pobreza y riqueza en la Ciudad de Panamá

   Desde el hotel Paitilla Inn donde estábamos alojadas, partí junto con Sonia y su hija Clarita en un micro de excursión para hacer un recorrido por la ciudad antigua y la moderna de Panamá.

Y después de pasar a buscar a otros visitantes por diversos hoteles, nos encontramos en el sector noroccidental de la ciudad, frente al Aeropuerto Internacional Marcos A. Gelabert. Se trataba del segundo aeropuerto de Panamá tanto en cuanto a tráfico aéreo como de pasajeros transportados. Los terrenos que ocupaba habían pertenecido a la Estación de la Fuerza Aérea de Albrook, una ex instalación estadounidense, acantonada en la Zona del Canal que fuera construida en 1932 y traspasada a Panamá por los Tratados Torrijos-Carter del 30 de septiembre de 1997. El nombre de Marcos Antonio Gelabert respondía al pionero de la aviación panameña y fundador del aeropuerto de Paitilla, situado en pleno centro de la ciudad desde 1934. En enero de 1999, las instalaciones del Paitilla habían sido cerradas, pasando las operaciones a este aeropuerto.

 

Hangares del Aeropuerto Internacional Marcos A. Gelabert

  

En menos de diez minutos nos encontrábamos en el barrio de San Felipe, también conocido como el Casco Antiguo o Casco Viejo.

La primera impresión que tuvimos no fue para nada agradable. Se trataba de un barrio popular, con edificaciones deterioradas, lo que evidenciaba, no solo un abandono respecto del Casco Antiguo, sitio que debiera preservarse adecuadamente, sino, lo que era peor aún, la marginalidad en que se encontraba gran parte de la población que lo habitaba.

 

Barrio de San Felipe

 

 

Edificios deteriorados en el barrio de San Felipe

 

 

Zona popular en el barrio de San Felipe

 

 

Abandono en el Casco Antiguo

 

 

Signos de pobreza en el barrio de San Felipe

  

El asentamiento original de la ciudad, que conformaba el sitio arqueológico de Panamá Viejo, había sido saqueado por piratas ingleses al mando de Henry Morgan en enero de 1671, a raíz de lo cual, fuera destruida casi en su totalidad. Por esa razón, la Corona Española aprobó su traslado a una pequeña península a unos quince kilómetros al sudoeste, que tenía la particularidad de estar rodeada de un manto de arrecifes rocosos que quedaban expuestos cuando bajaba la marea, dificultando así la aproximación de naves enemigas. De esta manera se llevó a cabo la segunda fundación de la Ciudad de Panamá el 21 de enero de 1673.

Se contaba que cuando un sacerdote de nombre Juan se enteró de la inminente llegada de Morgan y sus secuaces a Panamá, se reunió con los fieles con el fin de salvar un altar barroco que estaba cubierto con una lámina fina de oro, siendo su idea la de pintarlo apresuradamente con una mezcla de óxido de plata para que se viera ennegrecido y viejo. Y al ingresar a la iglesia el famoso pirata buscando el famoso tesoro, solo halló a un viejo cura danto retoques de pintura a un feo altar. Por lo cual la histórica joya aun se conservaba en la iglesia de San José para la admiración de panameños y turistas.

El sistema de murallas construido alrededor de esta ciudad tenía un propósito eminentemente militar, a fin de evitar un nuevo ataque de los piratas. Fue así como se construyeron tres poderosos baluartes: Barlovento, Mano de Tigre y la Puerta de Tierra. Sin embargo, a pesar de todos los esfuerzos realizados por conservar a salvo la ciudad de los peligros externos, la nueva ciudad fue víctima durante el siglo XVIII de tres grandes incendios, algunos producidos por los piratas que accedieron por tierra y otro, en que mandaron a incendiarla, para que éstos no pudieran saquearla. Y debido a que esos siniestros la habían afectado parcialmente modificando su estructura inicial, la configuración que estábamos observando databa de finales del siglo XIX y de la primera mitad del siglo XX. De ahí que, a diferencia de otras ciudades que en su casco histórico mantenían un estilo casi exclusivamente colonial, en el Casco Viejo de Panamá convivían, entre las ruinas y edificios coloniales, edificaciones neoclásicas, afroantillanas y pequeñas muestras de art deco.

La demolición de las murallas terrestres había sido autorizada mediante Ley del 11 de octubre de 1856, sin embargo, el baluarte de Jesús o Mano de Tigre fue comprado por la Compañía del Ferrocarril en 1869, conservándose por muchos años, demoliéndose con el tiempo para construir la calle Pedro A. Díaz. Pero la arista frente a la casa Boyacá quedó en pie, siendo declarado Monumento Nacional mediante Decreto del 22 de octubre de 1954.

Baluarte de Jesús o Mano de Tigre

  

A cien metros de allí se encontraba la plaza Herrera, desde donde partía una de las líneas de ómnibus tradicionales, pintados de varios colores, y con dibujos alusivos.

 

Típico ómnibus panameño

 

 

Clarita junto al ómnibus tradicional

  

La plaza Herrera no existía en la colonia española. En su lugar había una manzana como otras, con sus edificaciones. Pero el incendio de 1781 destruyó ese sector y las casas nunca se reconstruyeron. Después de la Independencia, que tuviera lugar en 1821, a ese espacio abierto se lo conocía como plaza del Triunfo, y allí se celebraban corridas de toros y otras fiestas. La guía nos comentó que ya en ese momento (2011) no se mataba a los toros sino que se los devolvía a su ámbito natural.

En 1887 se rebautizó a dicha plaza en memoria del General Tomás Herrera (1804-1854) héroe nacional que había participado en la gesta emancipadora de América del Sur, en la Campaña del Sur y en las batallas de Junín y de Ayacucho contra los realistas. Había sido presidente de la República de la Nueva Granada y Jefe de Estado del Estado Libre del Istmo, cuando se separó de ésta, durante los años 1840 y 1841. Durante su corto gobierno se serenaron las relaciones exteriores, se organizó la economía, se crearon instituciones públicas, y se mejoraron las condiciones de salud y educación. Años después, Tomás Herrera regresó a la vida política como Gobernador de Panamá, luego como Ministro de Guerra y Marina y como Gobernador de la provincia de Cartagena. Posteriormente logró sofocar una sublevación de las provincias conservadoras, lo que terminó elevando su nombre como genio militar. Falleció en 1854, tras ser herido gravemente durante una toma de la ciudad de Bogotá. En el centro de la plaza encontramos sobre un alto pedestal de granito, la estatua ecuestre de bronce en su honor, obra del artista francés Augusto Denis, colocada en el lugar en 1928. El caballo con la pata levantada indicaba que el jinete había muerto en combate.

 

Monumento ecuestre al General Tomás Herrera en la plaza homónima

  

Continuamos recorriendo el barrio, y a pesar de que la guía tratara de disimularlas o justificarlas, las manifestaciones de pobreza extrema eran muy evidentes, tanto por la precariedad de las viviendas como en el tipo de actividades realizadas por sus pobladores.

Durante la época colonial, el Casco Antiguo de la Ciudad de Panamá se había destacado por ser una urbe densa, funcional y diversa socialmente. Desde dicha ciudad partieron las primeras expediciones hacia el Imperio Inca del Perú en 1532 y se constituyó en la escala obligada de las rutas comerciales de América por donde pasaba el oro y la plata rumbo a la Península Ibérica. Las residencias de la elite incluían áreas de vivienda en los pisos superiores y comercio en la planta baja que eran alquiladas a las clases populares. Esas condiciones socioeconómicas habían determinado que, para el siglo XIX, el mercado inmobiliario se desarrollara y estableciera, convirtiendo la propiedad de la tierra en un factor esencial de dominio para los sectores económicos más poderosos. Desde entonces, el modelo de aprovechamiento mercantil del suelo urbano alejado de procesos de planificación, había determinado la evolución de la ciudad, predominando el modelo de urbanización especulativa.

El Casco Antiguo mostraba diversas influencias coloniales y su valor radicaba no solo en la presencia de estructuras de orígenes y épocas diversas, sino en lo que representaba como un conjunto de carácter único. Su primera época como urbe de traza española había dado paso, a mediados del siglo XIX, a una mixtura de influencias estadounidense, francesa, caribeña y colombiana. Y ya en 1903, al haber sido separada de Colombia después de la Guerra de los Mil Días, con el predominio de la presencia norteamericana se profundizó su influencia dejando sus trazos especialmente a través de la Zona del Canal.

La construcción del Canal de Panamá (1904-1914) y la creación de un territorio aledaño –la Zona del Canal bajo jurisdicción estadounidense-, determinó que la ciudad se expandiese a lo largo de la costa, dejando al centro histórico en el extremo occidental de la nueva urbe, marginándolo geográfica y funcionalmente. La demanda de viviendas proveniente de los miles de obreros llegados al país para trabajar en la construcción, indujo a las elites económicas a construir grandes casas de madera con cuartos de alquiler y baños comunes.

En los años ’20 del siglo XX, el Casco acogía a las clases medias y a los inmigrantes rurales en viviendas de alquiler. A partir de entonces, la elite económica comenzó a abandonar el Casco Antiguo hacia los nuevos barrios de residencias unifamiliares con jardín en los nuevos barrios.

Para 1950 el éxodo había finalizado dejando al Casco Antiguo como un barrio de inquilinato donde habitaban clases populares y clase media. Comenzó un proceso de deterioro y abandono, tanto en la infraestructura básica como en las propiedades privadas, y los edificios civiles se fueron perdiendo.

En 1973, una legislación expedida por el gobierno populista del General Omar Torrijos, congeló los arriendos provocando que el alquiler de cuartos dejara de ser buen negocio, induciendo a que los propietarios de los inmuebles suspendieran el mantenimiento o simplemente los abandonaran. Ello abrió el camino a un mercado informal de cuartos y a la ocupación de hecho, incluso con apoyo del Estado que decidió usar los edificios abandonados para acomodar a damnificados de los frecuentes incendios que destruían las viviendas en los barrios populares. La ley agudizó el incumplimiento del pago del alquiler y estimuló invasiones en la zona donde predominaba la vivienda alquilada, deteriorándose los inmuebles al punto de constituir una amenaza para sus habitantes.

Así, desde mediados del siglo XX, el Casco Antiguo involucionó como centro urbano multifuncional convirtiéndose en una zona de vivienda de inquilinato segregada económica y socialmente, con una exigua vitalidad proveniente de los escasos edificios gubernamentales como el de la Presidencia de la República, el Instituto Nacional de Cultura y el Ministerio de Gobierno, que permanecieron allí a diferencia de la mayoría que se trasladó hacia el este, a la nueva centralidad.

 

Manifestaciones de pobreza a cada paso

 

 

Balcón sumamente endeble

 

 

Precariedad de muchas viviendas

 

El edificio de la escuela Nicolás Pacheco también se encontraba al borde del colapso.

 

Escuela Nicolás Pacheco

 

El Conjunto Conventual de la Compañía de Jesús, había sido fundado en 1578 por parte del padre jesuita Miguel de Fuentes. En 1582, la orden funcionaba con aproximadamente cinco religiosos en una casa del vecindario, dedicándose principalmente, a la catequización de los indígenas y a la enseñanza pública. Por mucho tiempo de madera, no fue hasta principios del siglo XVII que el convento empezó a rehacerse lentamente con piedra y estructuras de fábrica, participando en su construcción todos los miembros de la orden y utilizando únicamente el dinero de las limosnas, uniendo las piedras en la construcción de los muros con barro en lugar de cal como argamasa en una iglesia que era de gran altura y con tres naves. Esta construcción fue destruida por el terremoto de 1621, cuya intensidad fue de VII en la escala de Mercalli. Para 1741 se construyó un colegio, que ocho años más tarde fuera La Real y Pontificia Universidad de San Javier, siendo la primera Universidad de la República de Panamá, que funcionó hasta 1767, cuando los jesuitas fueron expulsados de todas las tierras españolas, por el rey Carlos III. En 1781 el convento e iglesia de la Compañía de Jesús fueron víctimas de un incendio. Luego, en 1882 un terremoto agravó su estado. Jamás se reconstruyó el complejo y mucho quedó como un caparazón sin nada en su interior.

 

Iglesia de la Compañía de Jesús

 

La ciudad, inicialmente, había estado constituida por cerca de trescientas viviendas pertenecientes a las familias pudientes de la época y rodeada por gruesas murallas que las excluían del resto de la población. Y su punto central era ocupado por la Plaza Mayor o Plaza de la Independencia, llamada por los locales Plaza Catedral por encontrarse frente a ella dicho templo, en el sector occidental. También a su alrededor se localizaban el Palacio Municipal y otros edificios emblemáticos, como el hotel Central.

En esta plaza, en el año 1926, se habían erigido los bustos de los terratenientes que habían separado a Panamá de Colombia, el 3 de noviembre de 1903, tras que el Senado colombiano hubiera rechazado por unanimidad el Tratado Herrán-Hay entre Colombia y Estados Unidos, que implicaba la construcción del Canal en el istmo. Dichos monumentos, con la leyenda “Fundador de la República” fueron destinados a homenajear al Doctor Manuel Amador Guerrero (primer Presidente de la República), al General Nicanor de Obarrio, al Ingeniero Carlos C. Arosemena, al abogado José Agustín Arango, al abogado Federico Boyd López, al especialista en negocios Tomás Arias Ávila y al comerciante Manuel Espinosa Batista.

Para la historiografía panameña, la proclamación de la República de Panamá fue ideada por su clase política, que basada en una ideología liberal, habían venido constituyendo una conciencia nacionalista y autonomista desde finales del siglo XVIII, teniendo las condiciones de materializarse durante la coyuntura generada por la pretensión del gobierno de los Estados Unidos de retomar las obras de construcción del Canal de Panamá. En cambio, para la historiografía colombiana, la secesión de Panamá, constituyó un atentado contra la integridad político-territorial de Colombia, habiendo sido ideado por los Estados Unidos en asociación con la oligarquía liberal y conservadora istmeña de la época.

 

Hotel Central frente a la Plaza de la Independencia

  

La Catedral de Santa María la Antigua de Panamá, caracterizada por sus dos torres, era, además, la sede episcopal de la Arquidiócesis de Panamá, y heredada de la erigida por el Papa Adriano VI en la gran casa del Cacique Cémaco, cuando los españoles lo enfrentaron en 1510 y le ofrecieron fundar una población dedicada a María. Posteriormente al traslado de la ciudad a fines del siglo XVII, se impuso el levantamiento de una nueva catedral, cuya construcción tomó ciento ocho años, es decir que comenzó en 1688 y finalizó en 1796. Pero el nuevo templo fue afectado con derrumbes parciales a causa del terremoto ocurrido en la madrugada del 7 de septiembre de 1882, con una intensidad de aproximadamente 7,8 grados en la escala de Richter, por lo que posteriormente tuvo que ser reparado. Se trataba de un edificio con techo a dos aguas y paredes de piedra, con dos torres revocadas con incrustaciones de madreperla. La fachada había sido tallada en estilo renacentista con elementos clásicos de decorado a lo que usualmente se lo llamaba estilo jesuítico, en la que se encontraban estatuas de los apóstoles realizados en madera, pero solamente once, ya que faltaba Judas.

El techo estaba sostenido por un verdadero bosque de cerca de sesenta y siete columnas cruciformes hechas de piedra y ladrillo. El santuario y el Santísimo estaban a siete escalones sobre el nivel de las naves por los siete pecados capitales; y aunque todo estaba pintado de blanco, esa sección, en lo alto, era celeste, por ser los colores de la Virgen.

Entre los cambios realizados en las diferentes refacciones que se hicieron en los últimos tiempos se destacaron la colocación de nuevas baldosas de arcilla en el atrio, la disposición de una enorme concha de nácar en los pináculos, la instalación de una nueva serie de campanas, se cambio el techo de zinc acanalado por uno de tejas, y se construyeron más puertas.

 

Catedral Metropolitana

 

 

Interior de la Catedral de Panamá La Vieja

  

Frente a la plaza Independencia también se ubicaba el Palacio Municipal de Panamá Demetrio H. Brid, de influencia neoclásica, construido entre los años 1907 y 1910, en el solar donde se encontraba el Cabildo de la Ciudad de Panamá, sede del Concejo Municipal de Panamá, albergando, además, al Museo de Historia de Panamá.

El nombre se debía en homenaje al prócer de la Separación de Panamá de Colombia, quien, además, había sido presidente del Concejo Municipal de Panamá y presidente de facto del país.

 

Palacio Municipal “Demetrio H, Brid

  

En 1990, recién recuperada la democracia en el país después de veintidós años de régimen militar, se renovó el interés en el Casco Antiguo, y pocos meses después, y en gran parte, como reacción al título de Patrimonio de la Humanidad, se inició un lento pero sostenido proceso de gentrificación que se fue intensificando con el tiempo. En efecto, en diciembre de 1997, el Casco Antiguo había sido inscripto en la Lista del Patrimonio Mundial de la Humanidad como bien cultural, bajo la denominación de “Distrito Histórico de la Ciudad de Panamá con el Salón Bolívar”, por la UNESCO. Se llamó Salón Bolívar a la Sala Capitular del Convento de San Francisco donde se celebrara el Congreso Anfictiónico de Panamá, convocado por el Libertador Simón Bolívar el 22 de julio de 1826, habiéndose declarado Monumento Histórico Nacional en 1914. El nuevo marco legal fortaleció las políticas que favorecían un proceso de valorización del suelo y la creación de plusvalía urbana a favor de propietarios privados, es decir, que la política impulsada incidía en la formación de la renta favoreciendo la especulación inmobiliaria y la expulsión de las clases populares.

Reaccionando a estos hechos, los pobladores se organizaron como una ONG con el nombre de Asociación de Moradores de San Felipe, el 18 de diciembre de 1998, como estrategia para combatir los desalojos que comenzaron después de la declaración del Casco Antiguo como Patrimonio de la Humanidad. Los precios de la tierra se habían triplicado desde la década de 1980, y los de las viviendas terminadas competían con los de las áreas más costosas de la ciudad como el exclusivo barrio de Punta Pacífica. El urbicidio se ejecutaba a través de agresiones premeditadas usando estrategia militar, económica, cultural o política, cuyos objetivos eran la destrucción de valores culturales y políticos para anular la identidad, los símbolos y la memoria colectiva concentrada en el barrio, originándose tensiones en la propia estructura de la sociedad. No era lo mismo vivir en el casco donde se podía disfrutar de muchos de los bienes y servicios públicos existiendo una vida social intensa, que ser reubicado en una urbanización de viviendas sociales a veinte o treinta kilómetros del centro de la ciudad. Era claramente una forma de exclusión.

En la primera década del siglo XXI, Panamá se situaba como un país con las tasas de crecimiento más altas del continente, con participación del sector de la construcción en el Producto Bruto Interno del 22,1% en 2006, alcanzando al 31,2% en 2008. Este espectacular auge mostraba al sector inmobiliario capitalista avanzado afincado en el apoyo del Estado, particularmente a través del financiamiento a la demanda. Y ese proceso de gentrificación del Casco Antiguo estaba contribuyendo a que el patrimonio urbano se fragmentara y deteriorara debido al crecimiento desenfrenado y depredador que transformaba a las zonas urbanas y sus entornos, donde se evidenciaba la subordinación de la acción pública a los agentes del mercado. Se convertía así al Casco Antiguo en una zona donde se había generado una gran pobreza social y el deterioro de la calidad de vida manifestada en espacios tugurizados, edificaciones deterioradas, inseguridad y degradación del espacio público, y que, simultáneamente, atravesaba una etapa de restauración y puesta en valor con una creciente actividad comercial y de servicios.

La multiplicación desequilibrada de actividades turísticas en desmedro del desarrollo de actividades de desarrollo local, había provocado resultados adversos en términos de pérdida de identidad debido a la migración de la población originaria que, al marcharse, quebrantó la memoria del barrio, lo que conducía a que se convirtiera en un Casco Histórico vaciado de sociedad. El proceso de gentrificación del Casco Antiguo negaba a su población sus derechos culturales, así como el disfrute de derechos urbanos tales como el derecho al lugar, a la identidad colectiva, a la belleza, al espacio público y a la monumentalidad. La persistente vinculación entre promoción del turismo y conservación del patrimonio histórico es una combinación que no siempre es oportuna ni eficaz para los fines de la conservación patrimonial; y muy particularmente, la ausencia de consideraciones sociales dirigidas a la clase popular. Había existido, sin lugar a dudas, una coherencia de acciones y consenso tácito establecido desde hace muchos años entre el gobierno y el sector privado para lograr un objetivo claro, el de expulsar a los residentes de las clases populares y aburguesar y comercializar la zona con locales especialmente dirigidos al turista, proceso que ha seguido de cerca el modelo de las ciudades de San Juan de Puerto Rico y Cartagena de Indias en Colombia.

La situación económica de la vieja población del Casco había sido siempre zona de tensiones que se agudizaron por el creciente conflicto entre el proceso de gentrificación, los intereses inmobiliarios y la persistente pobreza de las clases populares que lo habitaban. Los indicadores económicos de pobreza en el Casco Antiguo eran contundentes, siendo similares a las zonas periféricas más pobres de la ciudad. La disparidad de ingresos no era de extrañar considerando a Panamá como uno de los países con mayor desigualdad económica en América Latina.

A simple vista pareciera recuperarse el espacio público, creándose infraestructura para la movilidad peatonal, sin embargo, el panorama era más perverso, en el fondo de las permutaciones se encontraban el capital inmobiliario y su alianza con el capital financiero que amenazaban asaltar la ciudad, destruyendo lo poco que existía de valor de uso para pasar a un valor de cambio, donde el mercado fuera el ente que distribuyera a la población dentro del espacio, agudizando la segregación.

 

Transitando por una calle del Casco Viejo

 

 

Sector del Casco Antiguo en proceso de gentrificación

 

 

Detalle de un antiguo edificio puesto en valor

  

El Palacio de Las Garzas, también conocido como Palacio Presidencial de Panamá, era la sede no solo de la Casa de Gobierno de la República de Panamá sino que también albergaba la residencia del presidente y su familia, así como el Ministerio de la Presidencia y el Servicio de Protección Institucional.

La construcción del edificio original había comenzado en 1673 siendo su destino el de Aduana para pasar en 1740 a ubicarse allí la Contaduría, pero, desde entonces, sufrió varias transformaciones ya que en 1756 había sido prácticamente destruido por un incendio. Posterior a su reposición, manteniendo su estilo colonial, fue utilizado sucesivamente como depósito en 1821, Escuela Normal de varones entre 1872 y 1875, y sede del Banco Nacional hasta convertirse en Palacio Presidencial en 1875. En 1951, a causa de un Golpe de Estado, recibió varios orificios de bala.

La guía consideraba que se trataba de una ciudad segura en la medida de poder estar a una cuadra de la casa de gobierno y que los policías no hayan revisado nuestros bolsos. Algo que a muchos nos pareció insólito, incluso a varios latinoamericanos, ya que en nuestros países era algo habitual transitar sin ningún tipo de controles en las cercanías de edificios gubernamentales.

 

Palacio Presidencial o Palacio de las Garzas visto desde la avenida Eloy Alfaro

  

La Cinta Costera era un tramo de tierras ganadas al mar. La primera fase, que incluyó una nueva vialidad, constó de varios carriles vehiculares, ocho canchas y parques recreativos, una ciclovía, fuentes y espejos de agua, áreas verdes con árboles y plantas tropicales y un monumento al descubridor del Mar del Sur, Vasco Núñez de Balboa. La segunda fase estuvo a cargo de la empresa brasileña Oderbrecht, incluyéndose estacionamientos soterrados, canchas de juegos, un muelle multipropósito, nuevas vialidades, ciclovías, y nuevos espacios para los pequeños comerciantes. Y la tercera fase había comenzado a construirse en marzo de 2011, cuatro meses antes de que nosotras estuviésemos allí, agregando espacios verdes y una mejoría en la circulación vehicular, canchas de baloncesto, voleibol, parques infantiles, gimnasios, un área de fritódromo, canchas de fulbito, multijuegos, y más estacionamientos públicos.

Desde el mirador de la Cinta Costera, pudimos tener una vista panorámica de la bahía de Panamá, así como de Punta Pacífica, colmada de edificios de primer nivel, donde Donald Trump estaba inaugurando su Trump Ocean Club International Hotel & Tower Panama, de cinco estrellas. Construido como un rascacielos de uso mixto con doscientos ochenta y cuatro metros y setenta plantas, pasaba a ser el edificio más alto de América Latina.                                                       Vista panorámica de la bahía de Panamá desde el mirador de la Cinta Costera

 

 

La Panamá rica de Punta Pacífica

 

 

Trump Ocean Club International Hotel & Tower Panama en Punta Pacífica 

 

La Calzada de Amador consistía en una vía que conectaba la parte continental de la ciudad con tres islas del océano Pacífico, que conformaban un pequeño archipiélago, y eran Naos, Perico y Flamenco.

Esta calzada había sido construida en 1913 por el gobierno de Estados Unidos con rocas extraídas de los trabajos de excavación en el Corte Culebra durante la construcción del Canal de Panamá. El sitio formaba parte, originalmente, de un conjunto militar estadounidense conocido como Fuerte Amador, establecido para proteger la entrada al canal. El lugar había sido transformado en una floreciente atracción turística, después de que esas áreas fueran revertidas en virtud de los Tratados Torrijos-Carter, creándose numerosas instalaciones recreativas, como restoranes, bares, discotecas y un centro de convenciones.

 

Circulando por la calzada de Amador

 

 

Desde el muelle de Amador

 

 

Vista de la bahía de Panamá desde el muelle de Amador

 

De todos los barcos que ofrecían tours por el Canal de Panamá, se destacaba uno en particular, el “Isla Morada”, un centenario buque que había pertenecido a Al Capone. El archiconocido mafioso, quien dominara el hampa de Chicago en la década del ’20, usaba esa nave para contrabandear bebidas alcohólicas, especialmente ron y whisky, desde el Caribe cuando imperaba la Ley Seca en Estados Unidos. El nombre del buque hacía referencia a un pequeño cayo de Florida, conocido por sus aguas violáceas, donde descargaba todo el material para distribuirlo por el resto del país.

Al entrar el capo en la prisión de Atlanta en 1932 acusado de evadir impuestos, el barco fue requisado por la Marina de Estados Unidos y utilizado como “barre minas” durante la Segunda Guerra Mundial.

En 1960 llegó a Panamá, cuando el Canal estaba bajo dominio estadounidense, y se convirtió en una especie de hotel flotante. Y desde 2003 pertenecía a la empresa panameña Canal and Bay Tour que se dedicaba a hacer recorridos por el Canal y la Bahía. También se alquilaba para celebrar bodas y fiestas privadas en las que la gente se ha disfrazado de gángster.

“Isla Morada” era el barco más antiguo que transitaba por el Canal de Panamá, habiendo sido construido en 1912, en madera y de tres pisos, en un astillero de Massachusetts, y tras tener distintos propietarios, había terminado en manos de Al Capone. Pesaba noventa y cuatro toneladas, medía noventa y seis metros de eslora, tenía cinco camarotes de lujo, un fastuoso comedor revestido de caoba y una pequeña biblioteca. De su estructura original, el barco conservaba la madera de la cubierta, las escaleras de caoba que bajaban al salón, la luz de búsqueda, las claraboyas redondas, el timón de cadena, un mecanismo que ya no se encontraba en ningún lado, y el “winch” manual para recoger y echar el ancla.

 

“Isla Morada”, el barco de Al Capone

 

Retornando a la Cinta Costera, pasamos por la torre del BBVA y nos dirigimos a un centro de compras con el fin de adquirir una laptop para el proyecto sobre “Movilidad y Pobreza” que dirigía con Sonia en la Universidad de Buenos Aires. La UBA admitía compras en el exterior tanto si no fuera factible conseguir ese producto dentro del país por corresponder a una tecnología de punta, o bien, si el precio era considerablemente menor. Y, en ese caso, la computadora que requeríamos cumplía con esas dos condiciones, ya que, además de no haber llegado a la Argentina una máquina con esas herramientas, su precio era sustancialmente menor que las obsoletas que se encontraban en el mercado de nuestro país.

 

Torre BBVA

  

Y después de un breve descanso en el hotel, siendo solo las seis de la tarde, Patricia Solís con su marido e hijitos, nos pasaron a buscar para invitarnos a cenar en un restorán de la isla Flamenco, donde previamente, los niños se entretuvieron dándoles de comer migas de pan a los peces que se encontraban en grandes cantidades en la bahía.

 

Con Patricia Solís, su marido e hijitos

 

 

Patricia Solís, marido, hijitos y Sonia Vidal con su hija Clarita

 

 

Alimentando peces desde el muelle de la isla Flamenco

 

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