Desde la
Villa de Merlo tomamos la ruta provincial número cinco hacia el oeste, hasta
llegar a Santa Rosa del Conlara, desde donde con rumbo directo al norte por la
ruta ciento cuarenta y ocho, que era una recta absoluta, llegamos a Villa
Dolores.
Después de
que los dos coches cargaran combustible, por la ruta veinte hacia el este, tomamos
el Camino de la Costa del valle de Traslasierra. Se trataba de un trayecto que
pasaba por el piedemonte occidental de las sierras Grandes de Córdoba, donde se
encontraban diminutos pueblitos, uno más pintoresco que el otro.
El primero de todos era San Javier. Estacionamos alrededor de la plaza e ingresamos a la iglesia de San Francisco Javier, de gran valor histórico, así como sus antiguas casonas, varias de ellas de estilo inglés.
Iglesia de San Francisco Javier
Interior de la iglesia de San Francisco Javier
Antiguo órgano
Una de las
casas construida en el siglo XVII, había sido totalmente restaurada y
funcionaba como un complejo comercial denominado “Paseo del Pueblo”, que comprendía un restorán, locales de venta de
artesanías y juegos para niños.
Laurita y Ludmila jugando en los jardines del “Paseo del Pueblo”
Casona restaurada y convertida en restorán con la
sombra de un palo borracho
Laurita y Ludmila disfrutando de los juegos
San Javier era una localidad que parecía detenida en el tiempo. Podían encontrarse almacenes y pulperías, y calles de tierra por donde continuaban transitando caballos y sulkys. Y desde allí también partía un camino por el cual se podía acceder al cerro Champaquí (2884 m.s.n.m.)
Camino de acceso al cerro Champaquí
Separada por sólo dos kilómetros de ruta,
se encontraba Yacanto, otra villa turística semejante a la anterior. Ambas
localidades habían nacido con la construcción del ferrocarril, surgiendo como
lugares de descanso del personal jerárquico, por lo que predominara el estilo
inglés. Y en enero de 2011, momento en que nos encontrábamos allí, entre ambas
no llegaban a los dos mil habitantes; de hecho se podían recorrer los dos
pueblitos a pie.
El paisaje natural estaba presidido por las laderas serranas, con numerosas quebradas, la presencia del bosque autóctono, con ejemplares de algarrobo, piquillín, tala y molle, entre otros. Podían realizarse paseos a través de senderos de montaña, de a pie o a caballo, y existía una variada oferta hotelera, pero el más distinguido, sin duda, era el hotel Yacanto, que fuimos a visitar.
Entrada del hotel Yacanto en Traslasierra
El hotel Yacanto estaba diseñado sobre una antigua estancia de estilo inglés, donde el casco había sido destinado a confortables habitaciones, y el resto del terreno, a extensos jardines que incluían piscina natural de agua de vertiente, solárium, cancha de golf, cancha de tenis de polvo de ladrillo, canchas de paddle, bochas y mesas de ping pong. Pero además, el predio contaba con bosques de algarrobos, palmeras y eucaliptus, ideales para hacer caminatas respirando aire puro.
Casco de estancia convertido en hotel
Laurita y Omar regresando de la cancha del Golf Club
Yacanto
Palmeras Caranday en los jardines del hotel Yacanto
Laurita y Ludmila en el bosquecito de eucaliptos
Con Ludmila y Laurita en un puentecito colgante en el
predio del hotel Yacanto
Permanecimos un rato disfrutando del
lugar mientras los chicos fueron a los juegos, y luego, continuamos viaje.
Pero Ludmila cuestionó que no nos
hubiéramos alojado allí, diciendo que le iba a decir a su papá que la llevara a
pasar las vacaciones a ese hotel.
Yo le contesté que su padre sólo podría
ir a ese lugar como cocinero, a lo que ella replicó que le iba a buscar una
novia con plata, y que ya sabía quién iba a ser.
Y cuando le preguntamos de quién se
trataba, contestó:
-
“Cristina”.
-
“¿Qué Cristina?”
-
“La presidenta, que tiene plata y ahora
está solita…”
¡Sin palabras! El conductor del remis tuvo que parar el
coche porque no podía dejar de reirse, diciendo: -“¡Esta nena sí que tiene las cosas claras!”
Siguiendo hacia el sur, tuvimos una hermosa vista del
cerro Champaquí, que hasta pocos minutos antes había estado cubierto por una espesa
nube.
Cerro Champaquí desde el camino entre Yacanto y Luyaba
En las cercanías de Luyaba
Bienvenidos a Luyaba
Una de las construcciones más pintorescas de la localidad de Luyaba era la iglesia de la Virgen de la Merced. Sus líneas arquitectónicas expresaban simplicidad, características del estilo colonial, y contaba con un pequeño campanario en uno de los laterales del techo.
Iglesia de la Virgen de la Merced en Luyaba
Pero los chicos, cada vez que veían juegos, corrían rápidamente hacia ellos, no haciendo caso de los demás atractivos.
Laurita hamacándose en la plaza de Luyaba
En el extremo sur de Traslasierra se encontraba La Paz,
donde la refinada gastronomía europea convivía con la sencilla cocina serrana.
La zona albergaba espesos bosques nativos y era considerada el paraíso de las hierbas medicinales. Tanto por la variedad y cantidad d especies se había convertido en uno de los centros productores de mayor importancia del país confundiéndose el aroma de las hierbas con el perfume de los naranjales, una verdadera fiesta para los sentidos. Varios establecimientos vendían a la vera de la ruta nueces, cedrón, peperina, romero, orégano, miel…
Venta de productos de la zona a la vera de la ruta
El pueblo había nacido a partir de una pequeña villa asentata en torno a la capilla de San Juan de las Talas, que databa de 1720, conservando gran parte de su arquitectura de fines del 1800. La fiesta patronal era el 29 de agosto en honor a San Juan Bautista.
Plaza San Martín en La Paz
Iglesia de San Juan Bautista de La Paz
Ludmila y Laurita en el interior de la iglesia San Juan
Bautista
Quedaban sólo 15 kilómetros para llegar a la Villa de Merlo y teníamos a nuestro frente la sierra de Comechingones, sector sur de las Sierras Grandes, límite entre las provincias de Córdoba y San Luis.
Sierra de Comechingones y vegetación de monte a ambos
lados del camino
Nacientes de arroyos en las laderas de la Sierra de
Comechingones
Un enorme cono de deyección al frente de nuestra vista
Lo de Ceberra – ALMACÉN DE CAMPO
El paseo por el Camino de la Costa del valle de Traslasierra nos había resultado sumamente interesante y agradable donde, personas con tan amplio espectro de edades, habíamos podido disfrutar tanto de atractivos naturales como culturales.
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