viernes, 9 de diciembre de 2022

Por el Camino de la Costa del valle de Traslasierra

   Una tarde salimos en dos vehículos mis nietas Laurita (7) y Ludmila (8), mi hijo Martín (19), mi madre (87), Omar (51) y yo (58) en una pequeña gira por las localidades de Traslasierra.

Desde la Villa de Merlo tomamos la ruta provincial número cinco hacia el oeste, hasta llegar a Santa Rosa del Conlara, desde donde con rumbo directo al norte por la ruta ciento cuarenta y ocho, que era una recta absoluta, llegamos a Villa Dolores.

Después de que los dos coches cargaran combustible, por la ruta veinte hacia el este, tomamos el Camino de la Costa del valle de Traslasierra. Se trataba de un trayecto que pasaba por el piedemonte occidental de las sierras Grandes de Córdoba, donde se encontraban diminutos pueblitos, uno más pintoresco que el otro.

El primero de todos era San Javier. Estacionamos alrededor de la plaza e ingresamos a la iglesia de San Francisco Javier, de gran valor histórico, así como sus antiguas casonas, varias de ellas de estilo inglés. 

 

Iglesia de San Francisco Javier

 

 

Interior de la iglesia de San Francisco Javier

 

 

Antiguo órgano

 

 

Una de las casas construida en el siglo XVII, había sido totalmente restaurada y funcionaba como un complejo comercial denominado “Paseo del Pueblo”, que comprendía un restorán, locales de venta de artesanías y juegos para niños.

 

Laurita y Ludmila jugando en los jardines del “Paseo del Pueblo

 

 

Casona restaurada y convertida en restorán con la sombra de un palo borracho

 

 

Laurita y Ludmila disfrutando de los juegos

 

 

San Javier era una localidad que parecía detenida en el tiempo. Podían encontrarse almacenes y pulperías, y calles de tierra por donde continuaban transitando caballos y sulkys. Y desde allí también partía un camino por el cual se podía acceder al cerro Champaquí (2884 m.s.n.m.) 

 

Camino de acceso al cerro Champaquí

 

 

Separada por sólo dos kilómetros de ruta, se encontraba Yacanto, otra villa turística semejante a la anterior. Ambas localidades habían nacido con la construcción del ferrocarril, surgiendo como lugares de descanso del personal jerárquico, por lo que predominara el estilo inglés. Y en enero de 2011, momento en que nos encontrábamos allí, entre ambas no llegaban a los dos mil habitantes; de hecho se podían recorrer los dos pueblitos a pie.

El paisaje natural estaba presidido por las laderas serranas, con numerosas quebradas, la presencia del bosque autóctono, con ejemplares de algarrobo, piquillín, tala y molle, entre otros. Podían realizarse paseos a través de senderos de montaña, de a pie o a caballo, y existía una variada oferta hotelera, pero el más distinguido, sin duda, era el hotel Yacanto, que fuimos a visitar. 

 

Entrada del hotel Yacanto en Traslasierra

 

 

El hotel Yacanto estaba diseñado sobre una antigua estancia de estilo inglés, donde el casco había sido destinado a confortables habitaciones, y el resto del terreno, a extensos jardines que incluían piscina natural de agua de vertiente, solárium, cancha de golf, cancha de tenis de polvo de ladrillo, canchas de paddle, bochas y mesas de ping pong. Pero además, el predio contaba con bosques de algarrobos, palmeras y eucaliptus, ideales para hacer caminatas respirando aire puro. 

 

 

Casco de estancia convertido en hotel

 

 

Laurita y Omar regresando de la cancha del Golf Club Yacanto

 

 

Palmeras Caranday en los jardines del hotel Yacanto

 

 

Laurita y Ludmila en el bosquecito de eucaliptos

 

 

Con Ludmila y Laurita en un puentecito colgante en el predio del hotel Yacanto

 

 

Permanecimos un rato disfrutando del lugar mientras los chicos fueron a los juegos, y luego, continuamos viaje.

Pero Ludmila cuestionó que no nos hubiéramos alojado allí, diciendo que le iba a decir a su papá que la llevara a pasar las vacaciones a ese hotel.

Yo le contesté que su padre sólo podría ir a ese lugar como cocinero, a lo que ella replicó que le iba a buscar una novia con plata, y que ya sabía quién iba a ser.

Y cuando le preguntamos de quién se trataba, contestó:

-          “Cristina”.

-          “¿Qué Cristina?”

-          “La presidenta, que tiene plata y ahora está solita…”

¡Sin palabras! El conductor del remis tuvo que parar el coche porque no podía dejar de reirse, diciendo: -“¡Esta nena sí que tiene las cosas claras!”

Siguiendo hacia el sur, tuvimos una hermosa vista del cerro Champaquí, que hasta pocos minutos antes había estado cubierto por una espesa nube.

 

Cerro Champaquí desde el camino entre Yacanto y Luyaba

 

 

En las cercanías de Luyaba

 

 

Bienvenidos a Luyaba

 

 

Una de las construcciones más pintorescas de la localidad de Luyaba era la iglesia de la Virgen de la Merced. Sus líneas arquitectónicas expresaban simplicidad, características del estilo colonial, y contaba con un pequeño campanario en uno de los laterales del techo. 

 

 

Iglesia de la Virgen de la Merced en Luyaba

 

 

Pero los chicos, cada vez que veían juegos, corrían rápidamente hacia ellos, no haciendo caso de los demás atractivos. 

 

Laurita hamacándose en la plaza de Luyaba

 

 

En el extremo sur de Traslasierra se encontraba La Paz, donde la refinada gastronomía europea convivía con la sencilla cocina serrana.

La zona albergaba espesos bosques nativos y era considerada el paraíso de las hierbas medicinales. Tanto por la variedad y cantidad d especies se había convertido en uno de los centros productores de mayor importancia del país confundiéndose el aroma de las hierbas con el perfume de los naranjales, una verdadera fiesta para los sentidos. Varios establecimientos vendían a la vera de la ruta nueces, cedrón, peperina, romero, orégano, miel… 

 

Venta de productos de la zona a la vera de la ruta

 

 

El pueblo había nacido a partir de una pequeña villa asentata en torno a la capilla de San Juan de las Talas, que databa de 1720, conservando gran parte de su arquitectura de fines del 1800. La fiesta patronal era el 29 de agosto en honor a San Juan Bautista. 

 

Plaza San Martín en La Paz

 

 

Iglesia de San Juan Bautista de La Paz

 

 

Ludmila y Laurita en el interior de la iglesia San Juan Bautista

 

 

Quedaban sólo 15 kilómetros para llegar a la Villa de Merlo y teníamos a nuestro frente la sierra de Comechingones, sector sur de las Sierras Grandes, límite entre las provincias de Córdoba y San Luis. 

Sierra de Comechingones y vegetación de monte a ambos lados del camino

 

 

Nacientes de arroyos en las laderas de la Sierra de Comechingones

 

 

Un enorme cono de deyección al frente de nuestra vista

 

 

Lo de Ceberra – ALMACÉN DE CAMPO

  


El paseo por el Camino de la Costa del valle de Traslasierra nos había resultado sumamente interesante y agradable donde, personas con tan amplio espectro de edades, habíamos podido disfrutar tanto de atractivos naturales como culturales.

 

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