lunes, 2 de mayo de 2022

Talampaya a la luz de la luna llena

 El jueves 23 de setiembre de 2010, mientras en la ciudad de La Rioja se estaba desarrollando el Encuentro Humboldt, habría luna llena. Entonces, Solange y yo decidimos escaparnos ya avanzada la tarde para poder llegar a la noche al Parque Nacional Talampaya, ya que nos separaban nada menos que doscientos kilómetros. Fuimos en un remis, pero al llegar a la oficina de ingreso, pusieron un guía y un vehículo a nuestra disposición.

Talampaya fue descubierto por el geólogo alemán Alfred Stalzner en 1873, pero recién en 1940 el Doctor Joaquín Frenguelli publicó sus conclusiones sobre Talampaya asombrando a los geólogos, paleontólogos y arqueólogos de todo el mundo. En 1975 se había creado el Parque Provincial Talampaya, teniendo como objetivo central la conservación de importantes yacimientos paleontológicos y arqueológicos. Sin embargo, yo había estado en 1989 y no existía ningún tipo de infraestructura ni control. Nosotros habíamos podido ingresar con el auto hasta el borde mismo de los paredones, y por conciencia fuimos cuidadosos, pero si hubiésemos querido, hubiésemos hecho cualquier desastre. Recién en 1997 fue incorporado al Sistema de Parques Nacionales de la Argentina, ocupando doscientas quince mil hectáreas. Era una reserva natural y uno de los siete Patrimonios de la Humanidad declarados por la UNESCO en Argentina.

La formación de Talampaya se encontraba a 1.300 m.s.n.m.; habiendo sido el resultado de movimientos tectónicos, a los que durante milenios se han sumado la erosión del agua y del viento en un clima desértico, con grandes amplitudes térmicas.   

Zona extremadamente árida con muy escasa vegetación

  

Las temperaturas casi extremas predominaban tanto en verano como en invierno. Se presentaban sensibles variaciones de temperatura durante el día, y con respecto de la noche, las diferencias eran notorias. Los veranos eran cálidos, con máximas que podían superar los 50 °C al sol, e inviernos con mínimas absolutas de 7 a 9 °C bajo cero. Los meses con probabilidad de heladas iban de mayo a octubre. La radiación solar era intensa. Los vientos soplaban durante todo el año. Los más frecuentes eran los del cuadrante noroeste, oeste, y sudeste, siendo el viento zonda uno de los más violentos. Se caracterizaba por la baja humedad tanto en verano como en invierno, salvo cuando se producían lluvias torrenciales muchas veces acompañadas de granizo. Estas eran temporarias y la mayoría de las veces ocurrían en verano. El promedio anual de precipitaciones en la región era de 150 a 170 mm.  

Las paredes libres de vegetación indicaban las particularidades del desierto

  

Talampaya compartía, junto con Ischigualasto, la cuenca geográfica Triásica, por lo que era considerada por científicos de todo el mundo como uno de los paraísos más importantes en material geológico de la República Argentina.   

Estratos sedimentarios en los paredones de Talampaya

 

El Parque contaba con rocas que documentaban la evolución del planeta por más de cuarenta y cinco millones de años, siendo ejemplo testigo de más de dosciento cincuenta millones de años de la división del supercontinente Pangea. 

La formación Talampaya estaba compuesta por una aglomeración de rocas color rojo parduzco

  

El parque era un importante yacimiento paleontológico y constituía un sitio de gran importancia por su abundante riqueza en fósiles.   

En los períodos Pérmico y Triásico los aluviones depositaron óxido y cenizas

    

Entre los fósiles descubiertos se encontraba el Lagosuchus talampayensis, uno de los primeros dinosaurios que habitó la Tierra, hace doscientos cincuenta millones de años en los inicios del Triásico. También se encontraron fósiles de tortugas con una antigüedad de doscientos diez millones de años, como la Palaeocheris talampayens. Gracias a éstos y a una larga serie de animales fósiles desconocidos para la Paleontología se estaba permitiendo completar uno de los estudios más interesantes de la ciencia; cómo y cuándo surgieron los primeros dinosaurios y poder entender más sobre una distinta especie conocida como reptiles mamiferoides de cuyo tronco básico habían surgido más tarde los mamíferos. Era debido a estas razones la gran importancia que poseía esta cuenca.    

Pudimos ver fósiles muy significativos entre los estratos de las rocas sedimentarias

  

Los estratos estaban principalmente formados por arenisca, depositada por los abanicos aluviales que bajaron de los bordes de la cuenca. Esta roca debido a la erosión de millones de años moldeó diversas formas muy conocidas como Los Reyes Magos, el Tablero de Ajedrez, La Catedral y El Fraile, entre otras. En el área conocida como Ciudad Perdida, podía verse el esplendor de las geoformas de Talampaya.  

Geoformas producto de la erosión eólica

  

Se encontraba principalmente vegetación arbustiva, rala y achaparrada, propia de las zonas desérticas, como el retamo, que prácticamente no poseía hojas y la fotosíntesis la realizaba en sus tallos verdes, las jarillas de follaje brillante y resinoso, y la brea, cubierta de flores amarillas en primavera. También solían verse algunas cactáceas como los puquis y varios cardones, además de la chilca, un arbusto de los faldeos serranos que era endémico de La Rioja, San Juan y San Luis. En cambio, en los cauces temporarios se desplegaban bosques abiertos de algarrobos de gran porte y, en Los Cajones, molles de beber.

Entre las especies que habitaban en Talampaya merecían destacarse varias exclusivas de la Argentina como los zorros grises, la cuña de patas negras, la calandria mora que eran comunes en las inmediaciones de la entrada al área. Los altos paredones rojizos eran utilizados como apostaderos por varias rapaces, como el cóndor andino, el águila mora y el halcón peregrino; también eran la morada de roedores como el chinchillón, y además de éstos, eran conocidos el gallito arena (o pampa guanaco), el canastero rojizo y el cachalote pardo y un mamífero como los pichiciegos (o intiquirquincho), pequeños armadillos de hábitos subterráneos. También podían ser vistos en el parque guanacos ó ñandúes conocidos en la zona como suris.

Durante las horas de sol era posible ver algunos animales, mientras que, a la noche, aparecían otros. Por eso lo interesante era concurrir en ambos momentos del día para tener un avistaje más completo del lugar. Nosotras pudimos observar excrementos de guanaco, y cuando el guía apagó las luces y el motor de la camioneta, y nos quedamos en silencio, aparecieron las maras, y él nos dijo, que algunas noches también podían verse pumas. 

Excremento de guanaco

  

Comenzamos a avanzar hacia el Cañón. La noche estaba fría pero serena y la luna lo iluminaba todo. Estábamos en presencia de uno de los cielos más límpidos de la Argentina. Observamos constelaciones imposibles de distinguir en otros sitios con mayor humedad y con smog. La Cruz del Sur se ubicaba en el centro de los paredones, y el guía nos pidió que nos sentáramos sobre una piedra y cerráramos los ojos. Primeramente, nos sorprendió el increíble silencio, que era absoluto, y de pronto él interpretó un tema musical en su quena. La acústica del lugar, perfecta por el rebote en los paredones, era comparable al de los mejores teatros del mundo. Fue algo conmovedor e imposible de expresar con palabras. Solo puede decirse que valió la pena vivir esa experiencia.  

Fotografía del Cañón de Talampaya tomada por nuestro guía

  

Y después de semejante momento, tan emocionante, el guía nos convidó con un vinito torrontés riojano elaborado en el valle del Bermejo.   

Con Solange degustando el torrontés

  

Luego subimos nuevamente a la camioneta, y mientras regresábamos hacia la puerta del Parque, nos comentó que en la zona databan ocupaciones humanas del año 120 y 1.180 de nuestra era, donde se encontraron importantes grabados y pintados descubiertos en piedras y cerámicas, que expresaban una fusión armonizante entre naturaleza y cultura. Que el arte rupestre desarrollado en Talampaya constituía una de las manifestaciones indígenas de mayor valor en Argentina, los grabados existentes en las rocas representaban figuras antropomorfas y zoomorfas y abstractas con formas geométricas, como ñandúes, felinos y diversos signos y figuras aún no interpretadas. El núcleo más importante donde podían observarse los rastros de esa cultura ancestral correspondía a la zona llamada "Los Pizarrones" que se ubicaba sobre el cauce de un arroyo temporario afluente del río Talampaya, en un sector plano y liso de roca de unos quince metros de largo cubierto de grabados esculpidos (petroglifos) varios siglos antes de la conquista. También se habían hallado en la zona restos de viviendas y de muros de piedra, fragmentos de barro cocido y material lítico proveniente de la confección de elementos de roca. Era de suponer que en aquellas épocas, unos mil años atrás, el clima sería un tanto más húmedo y la mayor abundancia de aguas permanentes, vegetación y fauna, habría facilitado la instalación de grupos humanos estables y la ocasión para el desarrollo de sus manifestaciones artísticas, rupestres y artesanales.

Retomamos el auto que nos estaba esperando y permanecimos mirando el magnífico cielo en silencio, hasta que el cansancio nos venció. Llegamos a La Rioja Capital durante la madrugada, y prontamente nos repusimos para poder continuar al día siguiente con las actividades programadas; pero no podíamos dejar de pensar en la grandiosidad de lo que habíamos tenido la oportunidad de sentir.  

 

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