jueves, 14 de marzo de 2024

Un domingo en Santiago de Cali

 Cuando llegamos a Cali nos hospedamos en el hotel Sartor, ubicado en la Nueva Zona Rosa. El costo era de 90 U$S por dos noches, precio muy aceptable, sobre todo al cambio de enero de 2012. Y como era sábado a la noche, le consultamos al dueño sobre dónde podríamos ir a cenar y nos recomendó un restorán italiano. Sinceramente nos vino muy bien, fue un verdadero respiro después de llevar diez días fuera de Argentina, poder comer pastas como hechas en casa. Luego fuimos a tomar algo fresco por la Avenida 6, pero el ruido de la noche se limitaba a los boliches donde se bailaba y se consumía alcohol en grandes volúmenes, por lo que regresamos al hotel. Y allí continuaba su vigilia el dueño acompañado por sus perros, quien se quedó un largo rato conversando con nosotros. Nos contó que era italiano, que de joven por motivos laborales había ido por un tiempo a Cali, y que se había enamorado de una caleña, quedándose de por vida. Pero que ya de viejo prefería salir a caminar con sus canes y no con ella, porque de esa manera no cabían discusiones. Sin embargo, se lo pasó hablando maravillas de las mujeres caleñas, de quienes dijo que se destacaban por su femineidad, su dulzura y amabilidad.

A la mañana siguiente salimos a caminar, en parte para buscar un lugar donde desayunar ya que el hotel no contaba con ese servicio y porque queríamos distendernos del viaje del día anterior en que habíamos estado sentados un tanto apretados en la buseta.  

Calle de un barrio de Santiago de Cali

  

Recorrimos lugares donde había floridos jardines que le daban vida a casas simples, pero bonitas. Las flores habían sido una de las primeras impresiones que yo había tenido sobre Colombia cuando de niña coleccionaba estampillas. Muchas series las tenían, y ya desde ese momento, ansiaba conocer el país. De hecho, además de las esmeraldas y el café, Colombia era un importante exportador de flores. 

Jardín florido en un barrio residencial de Cali

  

Pasamos por el Monumento a la Infancia, que constaba de cuatro niños, una sombrilla y dos tortugas, realizado en cuarzo y pizarra. La obra había sido construida en 1996 por el escultor cartageno Héctor Lombana Piñeres, con motivo de celebrarse el 31 de octubre el Día de los Niños.  

Monumento a la Infancia en la ciudad de Cali

  

Era domingo a la mañana y estaba todo absolutamente cerrado, tal cual solía ocurrir en cualquier ciudad del mundo; pero el problema era que no había ni un solo lugar donde nos vendieran algún bocado. Así que decidimos ir hasta el terminal de buses con el fin no sólo de comer algo sino de reservar pasaje para trasladarnos a Medellín al día siguiente. 

Calles vacías un domingo a la mañana

  

Y al llegar al terminal, lo primero que nos ofrecieron como desayuno, fueron alitas rellenas de pollo con papas, lo que para un argentino era algo insólito. Así que tal como en casa, sólo tomamos un delicioso café con un bocadillo dulce.  

Alitas rellenas de pollo en el terminal de ómnibus de Cali

 

Luego fuimos hasta el Centro Histórico donde se encontraban los principales edificios administrativos, y algunos patrimoniales sumados a las modernas construcciones.   

Edificio del Palacio Nacional en Santiago de Cali

  

Modernas construcciones en el Centro de Cali

  

Y como en toda ciudad hispanoamericana, frente a la plaza principal, además de las principales oficinas públicas se encontraba la Catedral Metropolitana. 

Catedral Metropolitana frente a la plaza principal

  

La plaza principal o plaza de Cayzedo, ha sido el centro de la ciudad desde su fundación. Hasta 1913 había sido llamada Plaza de la Constitución, cuando se rebautizó en honor al prócer caleño Joaquín de Cayzedo y Cuero, ubicándose un monumento en su sector central.  

Plaza Cayzedo repleta de palmeras

  

Monumento a Joaquín de Cayzedo y Cuero

  

Sobre las veredas de la propia plaza y justo enfrente a la catedral, se habían instalado carpas de protesta tanto por despidos, como por crímenes de estado cometidos contra sindicalistas.

Cincuenta y un despidos producidos sin causa justa eran atribuidos tanto a EMCALI (Empresas Municipales de Cali), como a E.I.C.E. (Empresas Industriales y Comerciales del Estado) y a las ESP (Empresas de Servicios Públicos), por lo que se estaba llevando a cabo una huelga de hambre. 

Acampe y huelga de hambre a causa de despidos injustificados y crímenes de estado

  

Se consideraban responsables a Álvaro Uribe Vélez, quien fuera Presidente de Colombia entre 2002 y 2010, por profundizar la arremetida neoliberal criminal, pauperizando los derechos laborales, criminalizando y aniquilando el movimiento social y Sindical; a Juan Manuel Santos, Presidente del país desde 2010, por continuar las acciones anti-obreras, desconociendo las recomendaciones de la Organización Internacional del Trabajo (O.I.T.); a Eva María Uribe, Superintendente de Servicios Públicos entre 2002 y 2010, por profundizar la intervención sobre EMCALI EICE ESP, pretendiendo su privatización y persiguiendo a SINTRAEMCALI a través de la operación Dragón, propiciando amenazas y el despido de los trabajadores; a Carlos Alfonso Potes, Gerente Interventor de EMCALI EICE ESP entre 2002 y 2006, por haber despedido a cincuenta y un trabajadores de EMCALI EICE ESP, de manera antisindical e ilegal violando los derechos de libertad sindical de asociación y al Trabajo; a César González, Superintendente de Servicios Públicos Domiciliarios en 2011,  por prolongar la intervención sobre EMCALI EICE ESP, y auspiciar la violación sistemática de los derechos de los trabajadores; y a Sabas Ramiro Tafur Reyes, Gerente Interventor EMCALI EICE ESP en 2011, por desconocer las recomendaciones de la O.I.T. y de no acatar fallo de ACCIÓN DE TUTELA que ordena el reintegro de cincuenta y un trabajadores. Además de la vida de dos huelguistas. 

Listado de responsables sobre el despido de cincuenta y un trabajadores

  

Cualquier similitud con sucesos ocurridos en otros países, es pura coincidencia.  

Crímenes de estado en el Valle del Cauca

  

Continuando con nuestra recorrida nos allegamos hasta la Iglesia La Ermita. Originariamente había sido una construcción pajiza de comienzos del siglo XVII, establecida en las cercanías del río Cali y dedicada a Nuestra Señora de la Soledad y al Señor de la Caña. Pero a causa del terremoto de 1787 se derrumbó completamente conservándose únicamente la imagen del Señor de la Caña. Por lo que la construcción que teníamos ante nuestros ojos databa de 1942, tratándose de un estilo gótico en miniatura, estando dedicada a Nuestra Señora de los Dolores, pero conservaba la antigua imagen del Señor de la Caña en el altar lateral izquierdo. 

 

Iglesia la Ermita

  

Y tal como en la mayoría de las demás ciudades latinoamericanas, encontramos a varias personas durmiendo en plena calle. Pero los niveles de pobreza superaban los de muchas de ellas, llegando en 2011 a más del 25% según datos de instituciones oficiales colombianas.  

 

Persona durmiendo a la intemperie en el Centro de Cali

  

La ciudad de Cali contaba, en ese entonces, con dos millones de habitantes, siendo la tercera del país después de Bogotá y de Medellín en cuanto a cantidad de población. Pero respecto de la inseguridad era la que ocupaba el primer puesto de Colombia y la séptima de todo el continente americano, registrándose en 2012, 79 homicidios cada 100.000 habitantes. Sólo era superada por San Pedro Sula (169), Acapulco (143), Caracas (119), Tegucigalpa (102), Torreón (95), y Maceió (86). Otras ciudades colombianas ubicadas entre las cincuenta más violentas de América eran Cúcuta (54), Medellín (49), Santa Marta (45), Barranquilla (29) y Bogotá que apenas superaba los 21.

Téngase en cuenta que el promedio de toda Colombia era de 31 asesinatos cada 100 mil habitantes, siendo superada sólo por Honduras (92), El Salvador (69), Venezuela (45), Jamaica y Belice (41), Islas Vírgenes Estadounidenses (39), Guatemala y San Cristóbal y Nieves (38), Trinidad y Tobago (35). De hecho, un colega, que se lo tomaba en sorna, me decía que en Colombia en lugar de preguntar “¿Cómo has amanecido?”, decían: “¡¿Cómo, has amanecido?!”

Por otra parte, los indicadores más bajos de América correspondían a Canadá, Chile, Martinica, Surinam, EEUU, Cuba, Perú, Argentina y Uruguay que no llegaban a los 6 casos por cada 100.000 habitantes.

La ciudad con mayor tasa de homicidios de la Argentina era Santa Fe (19), seguida por Rosario con 15; mientras que, a la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, la Oficina de Naciones Unidas contra la Droga y el Delito, la consideraba la más segura con menos de 5, después de Toronto que no alcanzaba a los 3 casos. Desde ya que los datos de la ciudad de Buenos Aires no incluían al conurbano, donde se generaban la mayor cantidad de crímenes; llegando en ese caso a superar el valor de 7. Y dentro del Conurbano Bonaerense, los partidos con mayor tasa, que eran San Martín, José C. Paz, Malvinas Argentinas, Tres de Febrero y San Miguel, apenas superaban los 11 homicidios cada 100.000 habitantes, siendo una cifra muy inferior a otros conglomerados urbanos como San Pablo o México.

Conociendo toda la Argentina y la mayor parte de los países de América, debo decir que coincido totalmente con esos datos, ya que a pesar de lo que los medios pretendan vender, y sin negar la realidad, sigo sosteniendo que la Argentina se encuentra entre los países más seguros del continente. Y en Buenos Aires, a pesar de ser muy populosa y de sufrir algunos hechos delictivos, podíamos seguir transitando por las calles y concurriendo a restoranes y espectáculos durante las veinticuatro horas, lo que no sucedía en ninguna otra parte.

Desde ya que tanto en las ciudades colombianas como en todas las demás, los crímenes solían concentrarse en determinados barrios, siendo las principales víctimas los más marginados que no contaban con ningún tipo de protección. Y en esta cuestión, también volviendo al caso de Buenos Aires, se podía afirmar que la mayor parte de los homicidios registrados estadísticamente se referían a los barrios marginales o villas miserias, sin que en esos casos fueran tenidos en cuenta por la sociedad en su conjunto, ni por la prensa en particular.  

Hombre durmiendo en la vereda, sin ningún tipo de protección

  

Aunque no tanto como otras ciudades hispanoamericanas, Cali conservaba varias casas coloniales. Y justamente una de ellas era la Casa Arzobispal, ubicada en la carrera 4ta. con calle 7ma. Había sido construida a finales del siglo XVIII por los héroes de la independencia Miguel y Francisco Cabal Barona y contaba con anchos muros de adobe y techos en teja de barro con amplios corredores y un patio interior, siendo la única casa colonial de la ciudad con dos plantas. 

Casa Arzobispal de Santiago de Cali

  

La Casa había aumentado su valoración histórica en virtud de que el Libertador Simón Bolívar se alojara en ella a su paso por la ciudad el 10 de enero de 1822, para reunirse con el coronel realista José María Obando. 

Casa donde se alojara el Libertador Simón Bolívar en 1822

  

Santiago de Cali fue fundada el 25 de julio, día de San Santiago, del año 1536 por Sebastián Belalcázar. Inicialmente estuvo establecida al norte de la posición actual, pero luego fue reubicada donde el capellán Fray Santos de Añasco celebrara misa. Allí estábamos frente a lo que era el Complejo Religioso La Merced, que, si bien había sido restaurado en varias oportunidades, se trataba de la construcción más antigua de la ciudad. Y allí mismo, funcionaba de manera autónoma auspiciado por el Banco Popular, el Museo Arqueológico donde se exponían muestras de cerámica de culturas prehispánicas del sudoeste colombiano: Tolima, Quimbaya, Calima, Tierradentro, San Agustín, Tumaco y Nariño.  

Complejo Religioso La Merced

  

Muy cerca del Complejo de La Merced se encontraba otra casa antigua, ocupada por la Corporación Educativa Alexander von Humboldt. Dicha asociación consistía en un proyecto social concebido en 2004, que brindaba cursos de formación técnica laboral a las personas de bajos recursos o a quienes no hubieran podido acceder a un estudio para su desarrollo personal. 

Sede Centro de Cali de la Corporación Educativa Alexander von Humboldt

  

El marco natural de la ciudad era muy bonito ya que los cerros andinos podían ser vistos desde diferentes lugares. Y, además, por encontrarse en área ecuatorial, pero a casi 1000 m.s.n.m., la temperatura se presentaba sumamente agradable, no alcanzando los 30ºC durante el mediodía para descender a menos de 20ºC durante la noche.  

Marco andino en Santiago de Cali

  

Seguimos la caminata por un barrio de casonas de estilo, habitadas por gente de un elevado poder adquisitivo donde muchas viviendas contaban con vigilancia privada. 

Casonas de estilo en un barrio de elevado poder adquisitivo

 

Murales con diversas representaciones en varias construcciones de la ciudad...

  

Observando todo y tomando fotografía llegamos al barrio El Peñón donde estaban los edificios de mayor altura y sofisticación de la ciudad, entre los cuales se encontraba el hotel Dann. 

Omar frente al hotel Dann

  

Y desde allí nos dirigimos directamente al río Cali, que atravesaba la ciudad. El lugar era un verdadero pulmón con paseos muy bien cuidados en sus alrededores.   

Río Cali atravesando la ciudad

  

Avenida Colombia paralela al río Cali

  

Nos encontrábamos en el barrio de Normandía cuando de pronto vimos una gran escultura de bronce denominada “El Gato del Río”. Se trataba de una obra que el escultor Hernando Tejada donara a la ciudad de Cali en 1996, para ser instalada en la ribera. 

“El Gato del Río”, obra del escultor Hernando Tejada

 

Diez años después de haberse inaugurado el monumento de “El Gato del Río”, la Cámara de Comercio de Cali lideró la iniciativa de recuperación de los alrededores, promoviendo la exhibición de una colección de quince esculturas complementarias, denominada “Las Gatas del Gato”, todas con la misma base estructural pero pintadas y decoradas por reconocidos artistas plásticos colombianos. Algunas de ellas eran “La Gata Vellocino de Oro”, del artista José Horacio Martínez, y “La Gata Sucia” de Rosemberg Sandoval.  

“La Gata Vellocino de Oro”, del artista José Horacio Martínez

  

“Gata Sucia”, de Rosemberg Sandoval

  

Nos resultó muy placentero pasear por el borde del río, sobre todo por el silencio y el aroma que se desprendía de su cuidada arboleda, lo que disfrutamos hasta bien avanzada la tarde.  

Paseo por la ribera del río Cali

  

Disfrutando del verde…

 

Regresamos al hotel para descansar un rato, y al hacerse la noche volvimos a salir para tener nuestra cena de despedida de Cali. Y después de un abundante plato que incluía carne, arroz, verduras, tortilla, palta, arepa y guisantes, nos tomamos un delicioso helado de arequipe, que era el nombre que se le daba en Colombia al dulce de leche. 

Abundante cena de despedida de Cali

  

Lamenté no poder disponer de más tiempo para conocer Cali en un día laborable, así como otros atractivos recomendados, porque a pesar de todo lo negativo, la ciudad me había resultado muy interesante. Sin embargo, no coincidí en absoluto con que las mujeres caleñas fueran tan dulces y amables, sino sumamente provocativas, ya que esas actitudes las tenían fundamentalmente con el sexo masculino, a quienes les volcaban encima sus pronunciados escotes. Pero esto era sólo una opinión femenina ya que no conocí a ningún hombre a quien no le gustaran.

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