miércoles, 17 de junio de 2020

Baños


  
Salimos temprano de Riobamba con el fin de pasar el día en Baños de Agua Santa, localidad turística por excelencia.

Omar y Martín al llegar a Baños de Agua Santa


Baños se encontraba en la provincia de Tungurahua, en las faldas del volcán homónimo, y justamente eso era lo que le generaba su principal atractivo.

Un hermoso día de sol en Baños de Agua Santa


La población estable, en enero de 2009, era de aproximadamente veinte mil habitantes, pero permanentemente llegaban turistas de todas partes del mundo, muy especialmente, europeos.

Calle principal de Baños de Agua Santa


Baños contaba con más de quinientos años de civilización. La mayor parte de la historia de la ciudad había sido marcada por las erupciones del volcán Tungurahua, el cual había pasado por dieciséis episodios eruptivos desde su fundación.

Calle céntrica de Baños


Este pequeño centro urbano también era conocido como "La Puerta del Dorado" y "El Pedacito de Cielo", presentando muchos atractivos y siendo un sitio muy tranquilo, en todo sentido.

Baños era visitada por turistas de todo el mundo


Su clima era cálido húmedo con una temperatura promedio de 18ºC, y se encontraba a 1800 m.s.n.m.

Vegetación exuberante producto del clima cálido húmedo


Según datos históricos, Baños no había tenido fundador ni fecha alguna de fundación. Simplemente se había ido poblando, en un principio, con la llegada de pequeños grupos dispersos de indios y posteriormente, de españoles y mestizos que comerciaban productos entre el Oriente y la Serranía.

Torre del Reloj


La gastronomía andina ecuatoriana solía tener algunas diferencias respecto de la costeña, incorporando mayor cantidad de carnes, en especial de res y de chivo. Algunos platos se combinaban con verduras como el seco, que consistía en trozos de carne servida con arroz. Y dentro de los platos exóticos se tenía el cuy, que solía comerse asado en las celebraciones. La carne de cerdo también participaba en la elaboración de diversos platos.

Cuyes en un asador callejero en el Centro de Baños


A principios del siglo XVII al lugar se lo denominaba “Asiento de los Baños”, habitado por unos cuarenta indios y algunos pocos españoles, quienes se bañaban en las fuentes de agua al pie de las cascadas. A este disfrute, los indios lo llamaban “ishpaypae”, que significaba bañarse en los meados de Mama Tungurahua. Cerca de las vertientes se encontraba una pequeña iglesia de adobe con techo de paja, la Ermita de la Virgen.
En los tiempos en que una humilde choza servía de iglesia, una noche el sacristán vio que la imagen de la Virgen María abandonaba el lugar acompañada de dos ángeles, dirigiéndose al pie del chorro de agua. El padre y los feligreses se reunieron y pidieron a la Virgen que manifestara su voluntad. Y a la noche siguiente, la Virgen apareció ante el sacerdote y le declaró que su voluntad era que se le construyera un templo al pie de la chorrera, asegurando que la Señora de los Cielos, curaría a los enfermos que se bañaran en aquellas aguas al tener mucha fe.
En el siglo XVIII, el sacerdote italiano Mario Cicala, en su obra “Descripción Histórico-Topográfica de la Provincia de Quito”, se refirió a este pueblo, de la siguiente forma: “Es propiamente Los Baños, un lugar de aguas a las que acuden gente de toda la provincia, peregrinos y personajes importantes. Existen unas 300 almas que viven en su casi totalidad en miserables casitas de paja. Casi todos son mestizos. Hay un párroco dominicano. Posee un clima cálido húmedo. Se cultivan en sus terrenos maíz, yuca, camotes, camotillos, plátanos y pimientas de varias especies. Por cerca del poblado pasa el Río Grande de los Baños (Pastaza desde 1778). Su pequeña iglesia se quemó produciéndose un gran milagro, ya que la imagen de madera de la Virgen quedó intacta. Los fieles se propusieron construir un nuevo templo y están edificando una iglesia de cal y piedra." (Se finalizó en 1778).

Cascada de la Cabellera de la Virgen


En la plaza central se encontraba la Basílica del Agua Santa, en cuyo interior se podía ver una colección de murales que describían los milagros locales, atribuidos a la Virgen de las Aguas Santas, patrona de la ciudad. Era la infraestructura arquitectónica más importante del cantón. Comenzó su construcción en 1904 y finalizó cuarenta años después. Era de estilo semi-gótico, y su forma, rectangular con grandes columnas y arcos ojivales. Además de ser un oratorio, esta iglesia había servido de refugio durante las erupciones del volcán Tungurahua en múltiples ocasiones.

Basílica del Agua Santa


Desde el centro mismo de la ciudad, frente a la iglesia, se podía divisar la Cascada de la Cabellera de la Virgen.

Martín en la plaza principal. Al fondo, la cascada de la Cabellera de la Virgen


El 4 de febrero de 1773 se produjo la primera erupción del Tungurahua históricamente descripta. Varios cronistas e historiadores, entre ellos el Padre Juan de Velasco afirmaron que el volcán tenía la forma de una pirámide terminada en una punta bien pronunciada; lo que hacía suponer que el cráter que conocimos había comenzado a formarse con esa erupción.
Fue una verdadera catástrofe para Baños y sus alrededores. Nubes ardientes y ríos de lava lanzó el coloso. La loma de El Calvario se formó en esa hecatombe. La lava recorrió uno de los cauces del Bascún que iba por lo que después fue la calle Martínez, y llegó hasta las puertas de la Ermita de la Virgen que estaba algo reconstruida desde su último incendio.
En 1797 se produjo un hundimiento de la Cordillera Central de los Andes, provocando la muerte de seis mil personas en Riobamba, ocho mil en Ambato, cuatrocientas treinta y dos en Baños y doscientas treinta y cuatro en Latacunga. Los Altares, el Tungurahua y el Quilotoa entraron en actividad. Todos huyeron de Baños, incluido el párroco. Fue la primera gran evacuación de los bañeros.
El 11 de enero de 1886 nuevamente el Tungurahua entró en erupción. Fueron noventa días de catástrofe, con nubes ardientes, ríos de lava, días enteros de oscuridad. Pese a esto no se registraron muertos en Baños.
Entre los años 1916 y 1920 se registraron nuevas erupciones, siendo la de 1918 muy particular por producirse una gran explosión que sacudió la tierra en Riobamba, se produjeron grandes ríos de lava, y llovieron cascajos y cenizas.

Baños, reconstruida después de cada catástrofe


Tungurahua significaba en quecha “lengua de fuego”. Se encontraba en actividad y en los últimos años había tenido diversas manifestaciones. El cráter del volcán en 2009 ya medía más de cuatrocientos metros de diámetro, esto era, cinco veces más largo que en 1999, cuando empezó a erupcionar.
Durante la erupción de 1999, se realizó la segunda evacuación total de la ciudad. Y como el viento soplaba de este a oeste, las cenizas llegaron hasta los alrededores de Riobamba.
Las erupciones del Tungurahua han sido denominadas como “strombolianas”, por su característica de emitir gas y vapor, lo que le permitía una liberación constante de energía.
Y el 16 de agosto de 2006, sólo dos años y cinco meses antes de que nosotros estuviéramos allí, se había reactivado el proceso eruptivo con grandes coladas de lava, arrasando con las poblaciones aledañas. En esa ocasión muchas personas tuvieron que dejar sus tierras y su ganado para refugiarse en los albergues que se improvisaron por la emergencia; y al volver tuvieron que malvender los animales porque no tenían con qué darles de comer. Las gallinas y los chanchos se enfermaban continuamente por la continua caída de ceniza. Otro problema fueron los lahares, producto de la combinación de ceniza y lluvias, que solían causar mucha destrucción al bajar por las laderas.
En el Instituto Geofísico consideraban que el Tungurahua se encontraba en “estado sostenido de actividad”, caracterizado por la presencia de gases y ceniza, por lo tanto, no había señales de que el período eruptivo estuviera finalizando.
Y mientras en el sector rural continuaban las pérdidas ya que los suelos no se habían recuperado, en el pueblo el turismo continuaba aumentando.

Cuadro de la erupción de agosto de 2006 que se exhibía por todas partes


Llegado el mediodía aprovechamos para probar algunos platos típicos y luego caminamos lentamente por las tranquilas calles, que se calmaban aún más al llegar la hora de la siesta por el consecuente cierre de muchos comercios. No obstante, algunos permanecían abiertos, sobre todo los relacionados con la gastronomía y el turismo.
Y fue así como pasamos por un lugar donde estaban elaborando una especie de chicle, de manera muy artesanal. La mujer, con la mejor onda, quería que probáramos, pero en parte porque no era una golosina de nuestra preferencia, como por tener dudas respecto de la higiene, le agradecimos, pero no aceptamos.

Preparación artesanal de goma de mascar


Como en todo pueblo existían imaginerías, leyendas y hechos supuestamente inexplicables. Y uno de ellos era el de la torre abandonada. Según contaban los locales, el edificio había pertenecido a un hotel y luego a un boliche bailable, y decían que a la noche se oían voces y ruidos extraños. No creíamos en esas cosas, pero…, por las dudas, no fuimos a comprobarlo.

Torre abandonada


Pero además del pintoresco pueblo, gran parte de los atractivos se encontraban en los alrededores. Por eso salimos de excursión en una chiva, rumbo a la “ruta de las cascadas”, que eran más de sesenta.
La chiva consistía en un vehículo típico de los países del norte andino y de Centroamérica. Se construía sobre el chasis de un ómnibus, con hileras de bancas largas de madera que iban de un lado al otro, donde podían ser transportados tanto personas, como animales o mercadería. Un costado estaba cerrado y sólo se podía ascender por el otro lado. En la parte trasera tenía una escalera para subir hasta la parrilla, que generalmente iba muy cargada. Otra particularidad era que estaba pintada de vivos colores, podía tener dibujos e inscripciones y un nombre en letras bien grandes.
Fuimos bordeando el río Pastaza, y la primera parada fue a sólo cinco kilómetros al este de Baños, en la Central Hidroeléctrica Agoyán, que pertenecía a la Corporación Eléctrica del Ecuador.

Central Hidroeléctrica de Agoyán, sobre el río Pastaza


El río Pastaza, en ese sector de su curso, corría por un encañonado de rocas estrechas y elevadas dando lugar a un paisaje imponente y cambiante. Su longitud desde ese lugar hasta el Amazonas es de seiscientos cuarenta y tres kilómetros.

Río Pastaza con lecho de piedras


A medida que ascendíamos la temperatura disminuía bastante y como la chiva era totalmente abierta, el frío se hacía sentir. Por otra parte, el cielo despejado que habíamos tenido en el pueblo durante la mañana se estaba cubriendo de estratos que, aunque blancos, eran muy espesos.

Ascendiendo por el Cordón Oriental Andino


Al disminuir la temperatura, el bioma se modificaba. Disminuía la diversidad, se raleaba la vegetación y desaparecían algunas especies animales. Y debido a que las paredes de la montaña se hacían cada vez más escarpadas, se formaban diversas cascadas. 

Pendientes abruptas que formaban cascadas


Al llegar al cañón más profundo nos bajamos para observar la cascada El Manto de la Novia, formada por las aguas del río Chinchín.  Para llegar hasta allí se realizaba el cruce del río Pastaza en una especie de cable-carril abierto, que se llamaba tarabita. El trayecto era de unos quinientos metros de largo a una altura de cien metros. Como no nos ofreció confianza, pusimos como pretexto la sensación de vértigo de Martín y permanecimos de este lado del río. Por lo que vimos la cascada a distancia.

Cruce del cañón del río Pastaza en tarabita


Era el lugar ideal para realizar ecoturismo y deportes de aventura como rafting, canyoning, puenting, ciclismo de montaña, escalar el volcán, descansar en las piscinas termales, visitar las cascadas…, y disfrutar unos cuantos días.

Orquídeas, helechos y aves de colores completaban el paisaje


En el camino de vuelta, el chofer de la chiva comenzó a acelerar porque no quería que la noche lo encontrara en la ruta. Pero, de todos modos, no era nada agradable transitar semejante camino con curvas y pendientes a gran velocidad en un vehículo tan simpático como inseguro. Y cuando parte del pasaje le pidió prudencia, elevó el volumen de la música lo suficiente para no escuchar quejas.

Lugar paradisíaco en los Andes Ecuatorianos Orientales


Pese a nuestros temores, llegamos sanos y salvos a Baños. Rápidamente fuimos a la terminal desde donde tomamos el primer micro que nos llevaría nuevamente a Riobamba, antes de que los fantasmas de la torre abandonada comenzaran a aparecer.





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