Salimos
temprano de Riobamba con el fin de pasar el día en Baños de Agua Santa,
localidad turística por excelencia.
Omar y Martín al llegar a Baños de Agua Santa
Baños se encontraba
en la provincia de Tungurahua, en las faldas del volcán homónimo, y justamente
eso era lo que le generaba su principal atractivo.
Un hermoso día de sol en Baños de Agua Santa
La población
estable, en enero de 2009, era de aproximadamente veinte mil habitantes, pero
permanentemente llegaban turistas de todas partes del mundo, muy especialmente,
europeos.
Calle principal de Baños de Agua Santa
Baños contaba con más de quinientos años de civilización. La mayor parte
de la historia de la ciudad había sido marcada por las erupciones del volcán
Tungurahua, el cual había pasado por dieciséis episodios eruptivos desde su
fundación.
Calle céntrica de Baños
Este pequeño centro
urbano también era conocido como "La Puerta del Dorado" y
"El Pedacito de Cielo", presentando muchos atractivos y siendo
un sitio muy tranquilo, en todo sentido.
Baños era visitada por turistas de todo el mundo
Su clima era cálido
húmedo con una temperatura promedio de 18ºC, y se encontraba a 1800 m.s.n.m.
Vegetación exuberante producto del clima cálido húmedo
Según datos
históricos, Baños no había tenido fundador ni fecha alguna de fundación.
Simplemente se había ido poblando, en un principio, con la llegada de pequeños
grupos dispersos de indios y posteriormente, de españoles y mestizos que
comerciaban productos entre el Oriente y la Serranía.
Torre del Reloj
La gastronomía andina
ecuatoriana solía tener algunas diferencias respecto de la costeña,
incorporando mayor cantidad de carnes, en especial de res y de chivo. Algunos
platos se combinaban con verduras como el seco, que consistía en trozos de
carne servida con arroz. Y dentro de los platos exóticos se tenía el cuy, que solía
comerse asado en las celebraciones. La carne de cerdo también participaba en la
elaboración de diversos platos.
Cuyes en un asador callejero en el Centro de Baños
A principios
del siglo XVII al lugar se lo denominaba “Asiento de los Baños”,
habitado por unos cuarenta indios y algunos pocos españoles, quienes se bañaban
en las fuentes de agua al pie de las cascadas. A este disfrute, los indios lo
llamaban “ishpaypae”, que significaba bañarse en los meados de Mama Tungurahua.
Cerca de las vertientes se encontraba una pequeña iglesia de adobe con techo de
paja, la Ermita de la Virgen.
En los tiempos en que
una humilde choza servía de iglesia, una noche el sacristán vio que la imagen
de la Virgen María abandonaba el lugar acompañada de dos ángeles, dirigiéndose
al pie del chorro de agua. El padre y los feligreses se reunieron y pidieron a
la Virgen que manifestara su voluntad. Y a la noche siguiente, la Virgen
apareció ante el sacerdote y le declaró que su voluntad era que se le construyera
un templo al pie de la chorrera, asegurando que la Señora de los Cielos,
curaría a los enfermos que se bañaran en aquellas aguas al tener mucha fe.
En el siglo XVIII, el
sacerdote italiano Mario Cicala, en su obra “Descripción Histórico-Topográfica
de la Provincia de Quito”, se refirió a este pueblo, de la siguiente forma:
“Es propiamente Los Baños, un lugar de aguas a las que acuden gente de toda
la provincia, peregrinos y personajes importantes. Existen unas 300 almas que
viven en su casi totalidad en miserables casitas de paja. Casi todos son
mestizos. Hay un párroco dominicano. Posee un clima cálido húmedo. Se cultivan
en sus terrenos maíz, yuca, camotes, camotillos, plátanos y pimientas de varias
especies. Por cerca del poblado pasa el Río Grande de los Baños (Pastaza
desde 1778). Su pequeña iglesia se quemó produciéndose un gran milagro, ya
que la imagen de madera de la Virgen quedó intacta. Los fieles se propusieron
construir un nuevo templo y están edificando una iglesia de cal y piedra."
(Se finalizó en 1778).
Cascada de la Cabellera de la Virgen
En la plaza central
se encontraba la Basílica del Agua Santa, en cuyo interior se podía ver una
colección de murales que describían los milagros locales, atribuidos a la
Virgen de las Aguas Santas, patrona de la ciudad. Era la infraestructura
arquitectónica más importante del cantón. Comenzó su construcción en 1904 y
finalizó cuarenta años después. Era de estilo semi-gótico, y su forma, rectangular
con grandes columnas y arcos ojivales. Además de ser un oratorio, esta iglesia
había servido de refugio durante las erupciones del volcán Tungurahua en
múltiples ocasiones.
Basílica del Agua Santa
Desde el centro mismo
de la ciudad, frente a la iglesia, se podía divisar la Cascada de la Cabellera
de la Virgen.
Martín en la plaza principal. Al fondo, la cascada de la Cabellera de la
Virgen
El 4 de
febrero de 1773 se produjo la primera erupción del Tungurahua históricamente
descripta. Varios cronistas e historiadores, entre ellos el Padre Juan de Velasco
afirmaron que el volcán tenía la forma de una pirámide terminada en una punta
bien pronunciada; lo que hacía suponer que el cráter que conocimos había
comenzado a formarse con esa erupción.
Fue una
verdadera catástrofe para Baños y sus alrededores. Nubes ardientes y ríos de
lava lanzó el coloso. La loma de El Calvario se formó en esa hecatombe. La lava
recorrió uno de los cauces del Bascún que iba por lo que después fue la calle
Martínez, y llegó hasta las puertas de la Ermita de la Virgen que estaba algo
reconstruida desde su último incendio.
En 1797
se produjo un hundimiento de la Cordillera Central de los Andes, provocando la
muerte de seis mil personas en Riobamba, ocho mil en Ambato, cuatrocientas treinta
y dos en Baños y doscientas treinta y cuatro en Latacunga. Los Altares, el
Tungurahua y el Quilotoa entraron en actividad. Todos huyeron de Baños,
incluido el párroco. Fue la primera gran evacuación de los bañeros.
El 11
de enero de 1886 nuevamente el Tungurahua entró en erupción. Fueron noventa
días de catástrofe, con nubes ardientes, ríos de lava, días enteros de
oscuridad. Pese a esto no se registraron muertos en Baños.
Entre los años 1916 y 1920 se registraron nuevas erupciones, siendo la de
1918 muy particular por producirse una gran explosión que sacudió la tierra en
Riobamba, se produjeron grandes ríos de lava, y llovieron cascajos y cenizas.
Baños, reconstruida después de cada catástrofe
Tungurahua significaba
en quecha “lengua de fuego”. Se encontraba en actividad y en los últimos
años había tenido diversas manifestaciones. El cráter del volcán en 2009 ya
medía más de cuatrocientos metros de diámetro, esto era, cinco veces más largo
que en 1999, cuando empezó a erupcionar.
Durante la erupción
de 1999, se realizó la segunda evacuación total de la ciudad. Y como el viento
soplaba de este a oeste, las cenizas llegaron hasta los alrededores de
Riobamba.
Las erupciones del
Tungurahua han sido denominadas como “strombolianas”, por su
característica de emitir gas y vapor, lo que le permitía una liberación
constante de energía.
Y el 16 de agosto de 2006,
sólo dos años y cinco meses antes de que nosotros estuviéramos allí, se había reactivado
el proceso eruptivo con grandes coladas de lava, arrasando con las poblaciones
aledañas. En esa ocasión muchas personas tuvieron que dejar sus tierras y su
ganado para refugiarse en los albergues que se improvisaron por la emergencia;
y al volver tuvieron que malvender los animales porque no tenían con qué darles
de comer. Las gallinas y los chanchos se enfermaban continuamente por la
continua caída de ceniza. Otro problema fueron los lahares, producto de la
combinación de ceniza y lluvias, que solían causar mucha destrucción al bajar
por las laderas.
En el Instituto
Geofísico consideraban que el Tungurahua se encontraba en “estado sostenido
de actividad”, caracterizado por la presencia de gases y ceniza, por lo
tanto, no había señales de que el período eruptivo estuviera finalizando.
Y mientras en el
sector rural continuaban las pérdidas ya que los suelos no se habían
recuperado, en el pueblo el turismo continuaba aumentando.
Cuadro de la erupción de agosto de 2006 que se exhibía por todas partes
Llegado el mediodía
aprovechamos para probar algunos platos típicos y luego caminamos lentamente
por las tranquilas calles, que se calmaban aún más al llegar la hora de la
siesta por el consecuente cierre de muchos comercios. No obstante, algunos
permanecían abiertos, sobre todo los relacionados con la gastronomía y el
turismo.
Y fue así como
pasamos por un lugar donde estaban elaborando una especie de chicle, de manera
muy artesanal. La mujer, con la mejor onda, quería que probáramos, pero en
parte porque no era una golosina de nuestra preferencia, como por tener dudas
respecto de la higiene, le agradecimos, pero no aceptamos.
Preparación artesanal de goma de mascar
Como en todo pueblo
existían imaginerías, leyendas y hechos supuestamente inexplicables. Y uno de
ellos era el de la torre abandonada. Según contaban los locales, el edificio había
pertenecido a un hotel y luego a un boliche bailable, y decían que a la noche
se oían voces y ruidos extraños. No creíamos en esas cosas, pero…, por las
dudas, no fuimos a comprobarlo.
Torre abandonada
Pero además del pintoresco pueblo, gran parte
de los atractivos se encontraban en los alrededores. Por eso salimos de
excursión en una chiva, rumbo a la “ruta de las cascadas”, que eran más
de sesenta.
La chiva consistía en un vehículo típico de
los países del norte andino y de Centroamérica. Se construía sobre el chasis de
un ómnibus, con hileras de bancas largas de madera que iban de un lado al otro,
donde podían ser transportados tanto personas, como animales o mercadería. Un
costado estaba cerrado y sólo se podía ascender por el otro lado. En la parte
trasera tenía una escalera para subir hasta la parrilla, que generalmente iba
muy cargada. Otra particularidad era que estaba pintada de vivos colores, podía
tener dibujos e inscripciones y un nombre en letras bien grandes.
Fuimos bordeando el río Pastaza, y la primera
parada fue a sólo cinco kilómetros al este de Baños, en la Central
Hidroeléctrica Agoyán, que pertenecía a la Corporación Eléctrica del Ecuador.
Central Hidroeléctrica de Agoyán, sobre el río Pastaza
El río
Pastaza, en ese sector de su curso, corría por un encañonado de rocas estrechas
y elevadas dando lugar a un paisaje imponente y cambiante. Su longitud desde
ese lugar hasta el Amazonas es de seiscientos cuarenta y tres kilómetros.
Río Pastaza con lecho de piedras
A medida que ascendíamos
la temperatura disminuía bastante y como la chiva era totalmente abierta, el
frío se hacía sentir. Por otra parte, el cielo despejado que habíamos tenido en
el pueblo durante la mañana se estaba cubriendo de estratos que, aunque
blancos, eran muy espesos.
Ascendiendo por el Cordón Oriental Andino
Al disminuir la
temperatura, el bioma se modificaba. Disminuía la diversidad, se raleaba la
vegetación y desaparecían algunas especies animales. Y debido a que las paredes
de la montaña se hacían cada vez más escarpadas, se formaban diversas
cascadas.
Pendientes abruptas que formaban cascadas
Al llegar al cañón
más profundo nos bajamos para observar la cascada El Manto de la Novia, formada
por las aguas del río Chinchín. Para
llegar hasta allí se realizaba el cruce del río Pastaza en una especie de cable-carril
abierto, que se llamaba tarabita. El trayecto era de unos quinientos metros de
largo a una altura de cien metros. Como no nos ofreció confianza, pusimos como
pretexto la sensación de vértigo de Martín y permanecimos de este lado del río.
Por lo que vimos la cascada a distancia.
Cruce del cañón del río Pastaza en tarabita
Era el lugar ideal
para realizar ecoturismo y deportes de aventura como rafting, canyoning,
puenting, ciclismo de montaña, escalar el volcán, descansar en las piscinas
termales, visitar las cascadas…, y disfrutar unos cuantos días.
Orquídeas, helechos y aves de colores completaban el paisaje
En el camino de
vuelta, el chofer de la chiva comenzó a acelerar porque no quería que la noche
lo encontrara en la ruta. Pero, de todos modos, no era nada agradable transitar
semejante camino con curvas y pendientes a gran velocidad en un vehículo tan
simpático como inseguro. Y cuando parte del pasaje le pidió prudencia, elevó el
volumen de la música lo suficiente para no escuchar quejas.
Lugar paradisíaco en los Andes Ecuatorianos Orientales
Pese a nuestros temores, llegamos sanos y salvos a Baños. Rápidamente
fuimos a la terminal desde donde tomamos el primer micro que nos llevaría
nuevamente a Riobamba, antes de que los fantasmas de la torre abandonada comenzaran
a aparecer.
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