Habiéndonos higienizado y desayunado en la terminal-shopping
de ómnibus de Guayaquil, salimos en dos taxis en busca de un
hotel. Y nos encontramos con la sorpresa de que los que estaban a nuestro
alcance, no contaban con agua caliente. Y después de mucho dar vueltas,
comprendimos que realmente no era necesario encender ningún termotanque debido
a las altas temperaturas del lugar. Y, de hecho, fue así. No sólo que
hubiéramos podido ducharnos con gusto con agua fría, sino que el agua salía a
una temperatura agradable debido a su calentamiento natural en los tanques
metálicos. Nunca yo había encendido al mismo tiempo el aparato de aire
acondicionado y el ventilador, pero allí lo hice. Los 39ªC con una humedad
cercana al 100% lo ameritaban.
El hotel estaba en la avenida principal, así que salimos a
conocer el Centro de la ciudad. Muchos edificios y comercios, pero con poco
movimiento por ser fin de semana.
Avenida
céntrica de Guayaquil
Santiago de Guayaquil fue fundada en 1534, y el nombre se debía
a su patrono, Santiago Apóstol y a la unión de los nombres de un cacique
llamado Guayas y de su esposa Quil. Según contaba la leyenda estos nativos habían
sido símbolos de la resistencia autóctona, que, de acuerdo con la tradición
popular, eligieron morir antes que someterse al vasallaje impuesto por los
conquistadores españoles. Si bien esta versión era discutida por los
historiadores, era la más aceptada por los pobladores.
Centro
financiero de Guayaquil
Santiago de Guayaquil era la ciudad más poblada del Ecuador
con más de dos millones y medio de habitantes, además de ser el centro
comercial, financiero y cultural más importante. Sin duda, el puerto, uno de
los más activos de América del Sur, era el que le había dado esa primacía respecto
de Quito, la capital del país.
Guayaquil,
centro comercial y financiero del país
Caminando hacia la costanera, nos encontramos ante un enorme
monumento que representaba el famoso abrazo de Guayaquil entre los generales
José de San Martín y Simón Bolívar, durante el proceso de independencia de
América. Dicho encuentro, ocurrido el 26 de julio de 1822, fue realizado a
solas, sin testigo alguno y en circunstancias en que los historiadores continuaban
discrepando, y que los ecuatorianos inmortalizaron en el bronce en pleno Centro
de Guayaquil.
El
abrazo de Guayaquil entre José de San Martín y Simón Bolívar
La ciudad de Guayaquil se encontraba sobre el río Guayas, a sólo
veinte kilómetros de su desembocadura en el océano Pacífico.
Perfil
de Guayaquil sobre el río Guayas
Pocos años atrás, con el fin de embellecer la ciudad, se habían
hecho una serie de obras entre las que se encontraba el Malecón 2000. Además de
modernizar la antigua costanera, la habían convertido en un complejo comercial
y cultural.
Malecón
2000
Recorrimos otras áreas de la ciudad observando su
arquitectura que se manifestaba diversa con edificios de antiguos estilos y
torres modernas.
Diferentes
estilos en el Centro de Guayaquil desde el Malecón 2000
Varias naves que partían de los muelles del Malecón 2000 permitían
realizar paseos navegando el río Guayas para así tener una visión panorámica de
la ciudad.
Una
de las naves amarradas en el Malecón 2000
El Malecón 2000 era el orgullo de los habitantes de la ciudad
porque había recuperado espacios que aparecían como abandonados a la vera del
río, y porque además era uno de los pocos lugares donde se podía concurrir
después de las seis de la tarde. Sin embargo, no nos había atraído demasiado,
porque tal cual Puerto Madero en Buenos Aires y los shoppings, los sentíamos
insulsos y semejantes en cualquier parte del mundo donde se encontraran, sin
identidad y ajenos a nuestros gustos.
Malecón
2000, inaugurado en octubre de 1999
Caminamos por la Avenida Malecón Simón Bolívar y pudimos ver
el Palacio Municipal o también conocido como Cabildo de Guayaquil, que era la
sede del Alcalde y de la Municipalidad. Estaba edificado sobre la antigua Casa
Consistorial que funcionaba como cabildo colonial y que fuera demolida a
principios del siglo XX.
Cabildo de Guayaquil
Y justo al lado del Palacio Municipal se encontraba la Torre
del Reloj, que era de estilo morisco, y por lo tanto, de singular belleza.
Torre
del reloj
Recorriendo el interior de la ciudad pasamos por una academia
de baile totalmente abierta, y al advertir nuestra presencia, con la mejor
buena onda, nos invitaron a sumarnos. Pero no aceptamos, tanto porque queríamos
continuar conociendo la ciudad, como por la elevada temperatura que nos hubiese
impedido hacer cualquier movimiento brusco.
Academia
de baile en un barrio de Guayaquil
Nos dirigimos hacia el Parque del Centenario donde se
encontraba un imponente monumento, la Columna de los Próceres, que rendía
homenaje a los héroes de la emancipación local y regional. En la parte superior
de la columna había una estatua con un brazo extendido sosteniendo una
antorcha, en cada ángulo del pedestal otras que representan el heroísmo y la
justicia, y al lado de la base estaban las figuras de los hombres que se habían
distinguido en la lucha por la independencia de Guayaquil.
Parque
del Centenario
Como toda ciudad latinoamericana, Guayaquil se destacaba por
la gran diferencia entre los sectores socioeconómicos. Y era por eso, que había
un circuito de bajos precios, que lo conformaban varios mercados.
Los
mercados ofrecían productos a precios más acomodados
En los mercados la gente compraba ropa, comida, productos
electrónicos y lo que fuera. Allí el regateo estaba a la orden del día, y si se
insistía, se podía llegar a una rebaja del treinta por ciento o más.
Venta
de comida al paso
Si bien no pudimos saber cuáles eran realmente los controles
bromatológicos, por lo menos en apariencia, el estado de los alimentos parecía
confiable.
Venta de cocos en el mercado
Algunos de los locales estaban bajo techo, tal cual como
algunos de los locales de venta informal en Buenos Aires. Predominaban las
segundas marcas o las falsas imitaciones.
Ropa y juguetes de segundas marcas e imitaciones
Y como en todo lugar y por todas partes, se vendían bananas
al natural, secas, asadas, fritas, dulces, saladas…, como uno quisiera.
Puesto
de venta de bananas asadas
Muchos de los locales se encontraban debajo de las autopistas.
Guayaquil era una ciudad bastante peligrosa, por lo que las ferias cerraban
temprano y muchos vendedores se llevaban la mercadería a sus casas.
Locales
de venta debajo de una autopista
Guayaquil, luego de varias
fundaciones, se había afianzado en 1547 en el “Cerrito Verde” o “Cerrito de la
Culata”, que, posteriormente se denominaría Cerro Santa Ana por la invocación a
esa imagen por parte de un buscador de oro que estaba en peligro.
Cerro
San Ana, donde se originó la ciudad
En el Cerro Santa Ana se encontraba
el barrio Las Peñas, que albergaba casas que habían pertenecido a personajes
ilustres. Ese sector era uno de los “recuperados” tras un periodo de abandono,
y se había convertido en residencia de artistas y de área turística con bares,
restoranes y otras atracciones.
Barrio
Las Peñas, con casas centenarias
Volviendo al malecón,
disfrutamos del fresco aire del río después de muchas horas de calor agobiante.
Estábamos en la peor estación del año para visitar Guayaquil, pero era la única
en que podíamos tomarnos unas largas vacaciones como para hacer extensos
recorridos.
Ventolina
en el río Guayas
A pesar de que las condiciones meteorológicas no eran las
mejores, en un taxi nos dispusimos a cruzar el Puente de la Unidad Nacional que
atravesaba el río Daule, pasaba por Samborondón, y cruzaba el río Babahoyo,
para llegar a Durán. Justo al sur de Samborondón, en la ciudadela La Puntilla,
por la confluencia de los ríos Daule y Babahoyo, tenía su origen el río Guayas.
Confluencia de los ríos
Daule y Babahoyo. Al oeste Guayaquil y al este el cantón Durán
Pasando el puente se llegaba a la ciudad de Eloy Alfaro, en
el cantón Durán. Esta ciudad, que formaba parte del conurbano guayaquileño, había
tenido su mayor desarrollo durante el auge de los ferrocarriles ya que allí
estaban instalados los principales talleres.
Ciudad
de Eloy Alfaro, frente a Guayaquil
En la década del ’90, tal cual había ocurrido en el resto de
América Latina, el gobierno ecuatoriano levantó la mayor parte de los ramales
ferroviarios, por lo cual en Durán, gran parte de los trabajadores quedaron
desempleados, pauperizándose drásticamente la mayor parte de la población.
Cantón
Durán, al este del río Babahoyo
Las márgenes del río Babahoyo dejaban en claro la situación
de desigualdad socioeconómica de la ciudad. Hacia el este, sobre la margen
izquierda, podía verse un cordón de viviendas precarias, como consecuente
continuación del centro del cantón Durán.
Viviendas
precarias de Durán, sobre la margen izquierda del río Babahoyo
Mientras que, en la margen derecha, las casas de Samborondón,
en la parroquia La Puntilla, según palabras del presidente Rafael Correa, vivían
los pelucones, refiriéndose al sector adinerado que se había opuesto, desde un
principio, a su política. Originariamente el término “pelucón” aludía a
las pelucas que utilizaba la aristocracia.
Residencias
de los pelucones de Samborondón, en la margen derecha del río Babahoyo
Retornando al Centro de Guayaquil fuimos el domingo a la
tarde a la Plaza Seminario o de las Iguanas. Multitud de familias con niños
rodeaban las fuentes donde nadaban cantidad de tortugas y peces de diferentes
tamaños.
Tortuga
en la Plaza Seminario o de las Iguanas
Pero lo más exótico, era la cantidad de iguanas que se
desplazaban libremente entre los visitantes, tanto en los caminos como en el
césped, de ahí que los guayaquileños la llamaran Plaza de las Iguanas.
Una
de las tantas iguanas de la Plaza Seminario
Frente
a la Plaza Seminario se encontra la Catedral Metropolitana de Guayaquil o
Catedral de San Pedro, que contaba con torres semi-góticas muy ornamentadas.
Catedral
de San Pedro
Si
bien el interior no presentaba las riquezas de otras iglesias latinoamericanas,
sus tres naves eran imponentes. Los pilares se cruzaban en lo más alto de las
bóvedas formando ojivas y por las grandes ventanas ingresaba la luz exterior a
través de los vitrales.
Interior
de la Catedral
Este era otro país donde necesitábamos un diccionario
gastronómico para poder entender lo que se nos ofrecía, aunque no tan
complicado como en otros.
Un plato típico guayaquileño era el arroz con menestra y
alguna carne. Se preparaba con fréjol maduro del tipo conocido localmente como
canario, o podía ser reemplazado por lentejas o garbanzos; y como complemento
se le agregaban patacones, trozos de plátanos fritos. Y por ser ciudad-puerto,
había un evidente predominio de los recursos del mar, por lo que abundaban los
ceviches de pescado crudo, o de camarón o concha, cocidos.
Pero lo más interesante, era que todo resultaba muy barato
para los argentinos. Estábamos en enero de 2009, y los precios de los menúes
económicos en dólares, moneda oficial de Ecuador, eran de aproximadamente la
quinta parte de lo que costaban en Buenos Aires.
El precio de la carta está en dólares
Martín, quien no le hacía asco a nada, probó absolutamente
todos los platos típicos. Y el que más le gustó fue uno en base a pescado, con
camarones, maíz, papas fritas, brócoli, zanahorias, pimientos, cebollas y salsa
de tomate, todo eso acompañado de frutillas; pero las comió a lo último, a modo
de postre.
Martín
saboreando un plato típico guayaquileño
Nos había llamado la atención que los locales de Mc Donald’s
eran visitados sólo por gente de muy buen pasar económico y que se vestían muy
bien para ingresar. Eso era lo contrario de lo que ocurría en los Estados
Unidos, donde prácticamente predominaban negros, latinos y jóvenes con poco
dinero. Lo que ocurría era que en términos relativos los precios eran mucho más
altos que los de otros lugares y que no era tan frecuente que quienes no
pertenecieran a la clase alta tuvieran posibilidades de salir a comer afuera.
En Argentina, la concurrencia a esos locales de comida rápida, no respondía a
un sector socioeconómico determinado, sino más que nada a una determinada filosofía
gastronómica, razón por la cual muy difícilmente me encontrara entre sus
clientes.
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