jueves, 4 de junio de 2020

De Tacna a Lima



 Sólo unos kilómetros de desierto separaban a Arica en Chile de Tacna en Perú, pero las diferencias se sentían en forma inmediata, sobre todo en el tránsito. Chile, sin lugar a duda, era uno de los países, sino el único de América Latina, donde se respetaban las normas de tránsito, mientras que en Perú se sentía que la vida valía menos, ya que a los peatones les tiraban los vehículos encima. Otro aspecto era la falta de limpieza de las calles peruanas, así como la vestimenta de la gente, que era mucho más simple e indicadora de un menor desarrollo socioeconómico.
En la terminal de ómnibus de Tacna tomamos un ómnibus de la empresa Cruz del Sur, que estaba considerada como la mejor del país. Sin embargo, distaba mucho de los micros argentinos, que se destacaban por sus comodidades y nivel de los servicios.
Era la tarde temprano y el ómnibus se dirigió hacia el noroeste en dirección a la localidad de Ité.



Desierto del sur de Perú


El paisaje continuaba siendo desértico, tal cual en el norte de chileno, lo que realmente disfruté mucho porque me agradan los matices que toma el paisaje en relación directa con la hora del día en que estemos.



Diferentes matices en el desierto peruano


Las diferencias de relieve hacían aun más interesante el camino, aunque gran parte de los pasajeros del micro, se dispusieron a dormir una profunda siesta.



Diferentes relieves en el desierto


Las cadenas montañosas absolutamente peladas se debían a la influencia de la corriente fría de Humboldt o del Perú que producía precipitaciones en el mar por condensación, y no permitía que las lluvias ingresaran al continente.





Montañas cercanas a la localidad de Ité


Antes de ingresar a la localidad de Ité, nos paró la gendarmería y con un trato de pocos amigos nos revisaron todos los bolsos y efectos personales. Decomisaron algunos productos que algunos pasajeros peruanos habían comprado en Chile, y seguimos viaje.
Y al cabo de un trecho nos encontramos con un verdadero oasis, y eran los campos cultivados de la localidad de Moquegua.



Áreas cultivadas de Moquegua


Tanto en quechua como en aymara, el significado de Moquegua era de tierra fértil o tierra húmeda, que en esta región podría decirse que eran sinónimos. Sin embargo, dicha condición era factible a partir de las aguas del río Moquegua que siendo alóctono, es decir, que su caudal no respondía a las condiciones climáticas de la región, permitía el regadío y la producción de variedad de productos, entre ellos maíz y vides.



Producción de maíz en el valle húmedo y ladera árida detrás


Si bien en el valle de Moquegua se explotaban la agricultura y la ganadería, la principal actividad económica de la región era la minería.




Ganado lechero para abastecimiento regional en el valle del Moquegua


El trayecto hasta Lima era muy largo. Desde Tacna se tardaba alrededor de diecinueve horas, por lo que se fue haciendo de noche y arribamos a la capital peruana a la mañana siguiente.
Allí, tomamos un taxi y fuimos directamente a Miraflores, una localidad-barrio de muy buen nivel socioeconómico, y totalmente preparada para atender a todas las necesidades de los turistas, donde nos hospedamos.




Martín en la peatonal de Miraflores


Miraflores era el sector más distinguido de Lima, pero, además, el que ofrecía mayores ofertas culturales y el más seguro.



En Miraflores muchos artistas ofrecían sus obras en las calles


Miraflores contaba con varios espacios verdes, siendo el más importante el Parque Central, frente al cual se encontraba la catedral. Este templo fue construido sobre la base de la antigua iglesia denominada San Miguel de Miraflores.

Catedral de Miraflores frente al Parque Central


Recorriendo Miraflores pasamos por el Palacio Municipal cuya edificación comenzara en 1941. El edificio no sólo contaba con oficinas y salas para atención al público sino también con salón de actos y salas de exhibición de murales de pintores destacados.



Palacio Municipal de Miraflores


Otra de las ventajas que ofrecía Miraflores era la posibilidad de cenar y andar por la calle hasta horas más avanzadas de la noche respecto del Centro de Lima.



Con Omar y Martín, comiendo pizza en Miraflores


Al día siguiente comenzamos a caminar por la Avenida Arequipa y a poco de andar pasamos por el edificio de ENACO S. A., Empresa Nacional de la Coca, que se encargaba de producir mate de coca en saquitos, que en Perú era de consumo cotidiano. También lo elaboraban con menta, manzanilla y otras hierbas.



Empresa Nacional de la Coca S. A.


Continuando por la misma avenida, vimos el edificio de la Alianza Francesa, el de otras instituciones y empresas importantes, y una serie de mansiones que reflejaban las condiciones de la tradicional alta sociedad limeña.





Antigua mansión


Después de un buen rato, tomamos un taxi hasta la Plaza de Armas de Lima. Era muy interesante para nosotros conocer Lima por haber sido la capital del Virreinato del Perú, dependiendo de allí gran parte de lo que posteriormente fuera el norte del territorio argentino, incluida la ciudad de Buenos Aires.
Habiendo hecho el recorrido con medios mucho más cómodos y rápidos, aun a principios del siglo XXI, las distancias seguían siendo enormes. Y si bien se utilizaba el mar como principal ruta, era fácil imaginar lo que podía significar depender de autoridades que estaban tan lejanas durante el lapso de dos siglos, entre 1580, año de la segunda fundación de Buenos Aires y 1776, creación del Virreinato del Río de la Plata.



Plaza Mayor o Plaza de Armas de Lima


La Plaza Mayor o Plaza de Armas era el sitio fundacional de la ciudad de Lima y el principal espacio público de la ciudad. Estaba ubicada en el centro histórico y a su alrededor se encontraban el Palacio de Gobierno, la Catedral de Lima, la Iglesia del Sagrario, el Palacio Arzobispal de Lima, el Palacio Municipal de Lima y el Club de la Unión.



Palacio de Gobierno de Perú


Balcones coloniales como los del edificio del Club de la Unión o del de la Municipalidad de Lima, se habían construido como parte de la remodelación de la Plaza Mayor realizada en 1944. Y, aunque más estilizados y de una escala dos veces mayor, se asemejaban a los balcones originales del centro histórico.



Balcones del complejo arquitectónico de la Plaza Mayor de Lima


El Palacio Municipal de Lima o Municipalidad Metropolitana de Lima era lo que antiguamente se denominaba Cabildo de Lima. La fachada era de estilo arquitectónico neocolonial y conservaba su estructura básica, es decir, portales en planta baja y galerías, con balcones de madera, que se le adicionaron, pero que no eran compatibles con el estilo original.



Palacio Municipal de Lima


La fachada del Palacio Arzobispal de Lima era de estilo neocolonial, presentando elementos característicos del barroco y estaba hecha totalmente de piedra reintegrada. Sobre la puerta central o principal, que era de estilo neoplateresco, se hallaban dos grandes balcones, de estilo neobarroco, tallados en madera de cedro y reflejaban el sensualismo andaluz.




Palacio Arzobispal de Lima


Otro de los edificios destacados del centro histórico era la Basílica y Convento de San Francisco de Lima, también conocido como San Francisco el Grande o San Francisco de Jesús. Su construcción se inició en 1546. Pero en febrero de 1655 un terremoto tiró abajo el templo, y el edificio reconstruido fue inaugurado en 1672.


Basílica de San Francisco de Lima


La iglesia de San Francisco, joya del barroco peruano, ha sido declarada por la UNESCO, Patrimonio Cultural de la Humanidad.



Detalle del frente de la Iglesia de San Francisco de Lima


Como en muchos otros lugares con edificios que contaban con recovecos, las palomas se alojaban para anidar y permanecer durante las noches, haciendo aun más agradable el paisaje urbano.



Palomas alojadas en la fachada de San Francisco


En el centro de la Plaza Mayor se encontraba la Pileta del Virrey Conde de Salvatierra. Esta fuente ornamental de bronce estilo renacentista, coronada por el ángel de la fama o de la anunciación, contaba con ocho grifos destinados a la realización de abundantes juegos de agua. La taza mostraba adornos platerescos como rosetas circulares y jarrones con flores, y en la parte superior sobresalía el Escudo Real de Armas de Lima.
Esta pileta tenía la particularidad de ser el centro geodésico del Perú ya que desde allí partían todas las medidas del territorio peruano.




Pileta del Virrey Conde de Salvatierra


Otra obra de arte del centro histórico de Lima era la iglesia de Santo Domingo, cuya construcción comenzara durante la fundación de Lima en 1535, y finalizara cincuenta años después. Constaba de una torre construida en 1766 después de que el terremoto de 1746 destruyera la original. Era de estilo rococó, siendo la parte baja de forma octogonal. Estaba dividida en un cuerpo inferior llamado cubo y dos cuerpos altos donde había un balcón de estilo limeño. En la cima se situaba la escultura conocida como el Ángel de la Fama. La altura era de cuarenta y seis metros, y sus colores originales, blanco y rosado, convirtiéndose en el elemento más característico y llamativo del complejo religioso.



Torre de la Iglesia de Santo Domingo


Junto a la iglesia se encontraba el Convento de Santo Domingo, que también fue reconstruido después de un terremoto y que se podía visitar.
Era allí donde en 1551 se fundó la Universidad Nacional Mayor de San Marcos, la primera de esta parte del continente.



Complejo arquitectónico de Santo Domingo


Era característica de la arquitectura limeña, la cantidad y diversidad de balcones, ya que nunca se repetía el mismo diseño dentro de la ciudad. Al punto que, para los extranjeros, Lima era conocida como la ciudad de los balcones.
Según los historiadores, los nobles y las personas adineradas que llegaban a la capital del Virreinato del Perú, construían casonas y mansiones con estilos similares a la arquitectura árabe-morisco española. Y dentro de las costumbres españolas no se veía con beneplácito que sus mujeres salieran a pasear por las calles. Por eso, balcones y ventanas cumplían su rol enmarcado dentro de las normas sociales de la época, permitiendo a las señoras de alcurnia observar la vida de la ciudad sin tener que salir de sus casas, al tiempo que ofrecían la discreción necesaria. El enrejado de estos balcones era típico del norte de África, que agregaba frescura y sombra al clima cálido y sin lluvias, común en Lima y en Marruecos.
Entre los tantos balcones limeños se destacaban los de la Casa de Osambela, edificio de estilo neoclásico con reminiscencia del rococó, cuyos balcones eran de estilo Luis XVI, ornamentados con guirnaldas.





Balcones del centro histórico de Lima. A la derecha Casa Osambela


Y continuando con el recorrido por el centro histórico, encontramos el Santuario dedicado a Santa Rosa de Lima. Si bien su nombre verdadero era Isabel Flores de Oliva, su madre la llamaba Rosa por haber visto un día que el rostro de la niña se veía de ese color, como encendido. En 1671, el Papa Clemente X proclamó la santidad de Santa Rosa y señaló el 30 de agosto como día de la celebración de la patrona de toda América, Filipinas e Indias Occidentales.

Santuario de Santa Rosa de Lima


Conocer este centro histórico, al margen de sus bellezas arquitectónicas, era muy importante por la significación que tuvo no sólo para la historia de Perú sino para otros países sudamericanos, productos del desmembramiento de su antiguo Virreinato.



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