Ingresando
a la provincia de Córdoba por el noroeste, la primera parada del micro fue en
Capilla del Monte, y desde allí, por la ruta treinta y ocho, continuamos hacia
el sur atravesando el valle de Punilla hasta Villa Carlos Paz. Luego tomamos la
ruta veinte hacia el este, y llegamos a Córdoba Capital.
Capilla del Monte, al ingresar al valle de Punilla por el norte
El origen de la ciudad de Córdoba formó parte del plan de proseguir la conquista española hacia el sur, que tenía como cabecera a la ciudad de Potosí, donde en ese entonces se explotaban grandes yacimientos de plata. Fue así por lo que Jerónimo Luis de Cabrera ingresó al territorio habitado por los comechingones, quienes vivían en comunidades denominadas ayllus, y encontrando un río al que llamó San Juan (posteriormente Suquía), el 6 de julio de 1573 fundó Córdoba de la Nueva Andalucía.
En 1599 se instaló la orden religiosa de los jesuitas, pasando a ser el punto central de las tareas de evangelización de esta congregación en Sudamérica. Y se continuó con la construcción de la catedral, de estilo barroco, que, si bien había comenzado en 1580, finalizó en 1758.
Catedral de Córdoba, sobre la peatonal Independencia, frente a la plaza San Martín (antigua plaza Mayor)
Detalle del frente de la Iglesia Nuestra Señora de la Asunción, Catedral de Córdoba
Los jesuitas fundaron en 1610 el Colegio Máximo, que derivara en 1613 en la Universidad de Córdoba, la primera en la Argentina y la cuarta más antigua de América, lo que le significara a la ciudad, el apelativo de “La Docta”. Posteriormente devino en la Universidad Nacional de Córdoba, recibiendo estudiantes de todo el país y del mundo, contando a principios del siglo XXI, con más de cien mil alumnos.
Pero al margen del renombre de la Universidad por sus actividades académicas específicas, sus estudiantes se han destacado a nivel nacional e internacional por su actividad política. En 1918, Córdoba fue el epicentro de un movimiento conocido como “Reforma Universitaria”, cuyos principios se basaron en la autonomía universitaria, el co-gobierno (docentes, estudiantes y graduados), la extensión universitaria (interactuar con la sociedad), la periodicidad de las cátedras (revalidación y libertad) y los concursos de oposición. Dichas consignas luego se extendieron al resto de las universidades del país, gran parte de América y España. Sin embargo, el 29 julio de 1966, la Policía Federal Argentina desalojó violentamente a profesores y estudiantes de varias facultades de la Universidad de Buenos Aires, que se oponían a la decisión del presidente de facto General Juan Carlos Onganía, de intervenir las universidades y anular el régimen de co-gobierno. Además de dar dos bastonazos en la cabeza al entonces decano, Dr. Rolando García (celebridad mundial), fueron agredidas y detenidas más de cuatrocientas personas, destruidos laboratorios y bibliotecas. Ese episodio es conocido como “La Noche de los Bastones Largos”.
Y el 29 de mayo de 1969 se produjo el “Cordobazo”, un levantamiento popular, protagonizado por estudiantes y obreros industriales, que contó con el acompañamiento de la población en general, demostrando fehacientemente la oposición al régimen militar que gobernaba el país. Si bien el movimiento fue violentamente reprimido, provocó la destitución de Onganía al año siguiente.
Posteriormente, durante la década del ’70, hubo persecuciones estudiantiles tanto por parte de la Triple A como de la dictadura cívico-militar que la sucedió.
En pleno microcentro, entre las calles Obispo Trejo y Caseros, y las avenidas Vélez Sarsfield y Duarte Quirós, se localizaba la denominada “Manzana Jesuítica”, donde se encontraban la Biblioteca Mayor y el antiguo rectorado de la Universidad, que fuera convertido en museo; el Colegio Nacional de Monserrat, fundado en 1687, que aún funcionaba; la Residencia; la Capilla Doméstica; y la Iglesia de la Compañía de Jesús, consagrada en 1671, que continuaba oficiando misas. En el año 2000 la UNESCO declaró a dicho conjunto arquitectónico histórico cultural, Patrimonio de la Humanidad. Y en 2006, Córdoba fue nombrada “Capital Americana de la Cultura”.
Sobre la calle Independencia, al lado de la Catedral, y sólo separado por el pasaje Santa Catalina, se encontraba el Cabildo.
Martín en la recova del Cabildo de Córdoba
El Cabildo de Córdoba era uno de los últimos edificios de estilo colonial español que quedaban en la Argentina. Su construcción original databa de principios del siglo XVII, pero sufrió numerosas transformaciones, particularmente en la segunda mitad del siglo XVIII.
Detalle de los ventanales del Cabildo
Además de haber tenido las funciones propias de un cabildo durante la dominación española, posteriormente fue un importante centro de actividad cívica de la capital provincial.
Martín jugando con las palomas que anidaban en el área del Cabildo
Palomas en las cornisas del Cabildo
Vista lateral del Cabildo por la calle Deán Funes
Caminamos por la peatonal San Martín que se encontraba colmada de gente por estar en un horario comercial muy cercano del mediodía. Si bien Córdoba contaba con importantes industrias, como algunas automotrices y otras metalmecánicas, el sector terciario era aún más destacado, generando el tercer producto bruto geográfico urbano de la Argentina después del Gran Buenos Aires y de Rosario.
Martín en un bar de la peatonal San Martín
Desde allí nos allegamos hasta la peatonal 9 de Julio intersección Rivera Indarte, esquina que se hiciera famosa a partir de que durante muchos años, don Fernando Albiero Bertapelle, más conocido como “Jardín Florido”, se dedicara a piropear a las mujeres que por allí pasaran.
Calle 9 de Julio esquina Rivera Indarte
Cuando este hombre comenzó a llamar la atención de la gente fue en la década del ’30, al obtener un puesto de camarero en el Jockey Club cordobés, que en esos tiempos era uno de los lugares más exclusivos de la aristocracia. Y al salir de trabajar lo hacía vistiendo a imitación –casi paródica- de los antiguos personajes de abolengo, usando frac, sombrero de copa, un bastón con una bola de billar a modo de empuñadura y una flor en el ojal.
Jardín Florido llegó a convertirse en un símbolo del Centro de la ciudad, por lo que Raúl Montachini, le dedicara el vals “Caballero de Ley”, que decía así:
Calle 9 de Julio esquina Rivera Indarte,
Corazón elegante de mi docta ciudad,
Donde late la vida al compás de los gritos
De un lustrín y los versos de un cieguito cantor.
Con su paso altanero se acerca el viejecito
Que guarda veinte abriles dentro del corazón
¿Quién no lo conoce? Ahí va Jardín Florido,
En el ojal prendido su infaltable clavel.
El piropo elegante que el caballero brinda
A la cordobesita que acaba de pasar,
La niña se da vuelta y esboza una sonrisa
Que es como una caricia para el galán de ley.
Pasaron muchos años y el centro de la docta
Lo vio todos los días sus calles caminar
Y se fue marchitando el clavel en su pecho,
A la Dama de Negro no pudo galantear.
Galantería fina, piropos respetuosos,
Quedaron en el aire del centro cordobés
Y un clavelito blanco se fue rumbo al olvido,
Murió Jardín Florido, caballero de ley.
Continuamos nuestra recorrida por el Paseo de las Flores, y luego nos dirigimos a La Cañada, mi lugar preferido dentro de la ciudad.
Paseo de las Flores
Paseamos bordeando la Cañada, un verdadero oasis en medio de los edificios del Centro cordobés
Y por la noche concurrimos a la peña “El Aljibe” donde degustamos típicas empanadas y escuchamos música folklórica.
Omar en la peña “El Aljibe” durante la sobremesa
Mientras actuaba un conjunto folklórico, el público danzó con los integrantes del ballet
Susana Buontempo, dueña del establecimiento y conductora de programas de Cadena 3, también salió a bailar
Y contagiado por el ambiente, Martín se puso a bailar junto a nuestra mesa
Y yo simplemente me dediqué a observar
Como en
otras oportunidades, disfruté muchísimo de Córdoba, una de las ciudades más atractivas
de la Argentina.
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