Después de haber pasado una grata estada en la
bella ciudad de Cuenca, partimos una mañana rumbo a Loja. El camino era
extremadamente sinuoso, algo que siempre me había gustado mucho porque detrás
de cada curva, el paisaje era diferente.
Saliendo de Cuenca
Camino extremadamente sinuoso entre Cuenca y Loja
En ese trayecto vimos diferentes plantaciones en los valles, algunas entre las propias viviendas, gran parte de ellas de maíz, y varios caseríos y pequeños pueblitos perdidos en la montaña, uno de los cuales contaba con un salón de belleza unisex. Y en cuanto al nivel socioeconómico, era muy diverso. La vegetación también difería en función de la altura.
Plantaciones de maíz en los valles
Caseríos en las áreas rurales
Cultivos entremedio de las casas
Vivienda de buen nivel socioeconómico
Verdes campos en suaves colinas
Cambios en la vegetación en función de la altura
Al aproximarnos a Loja, además de cruces a la vera
del camino, comenzamos a ver pintadas referidas al Movimiento de Unidad Plurinacional
Pachakutik, de tendencia indigenista y socialdemócrata. Por otra parte, en las
colinas verdes, había ganado vacuno y equino pastando libremente.
Aproximándonos a Loja…
Suburbios de Loja con una tumba a la vera del camino
Si bien la distancia entre Cuenca y Loja era de
sólo doscientos kilómetros, debido al tamaño del ómnibus que dificultaba tomar
las pronunciadas curvas a velocidad, y a la cantidad de paradas en el camino,
llegamos a destino pasado el mediodía.
Ya era el 28 de enero
de 2009, día en que Martín cumplía dieciocho años. Así que prontamente nos
propusimos encontrar un lugar donde hacer un sencillo festejo por la noche, con
pizza y torta de chocolate.
A lo largo del recorrido pudimos ver varias
iglesias. La que se destacaba en medio del paisaje era la de Santo Domingo que
había sido construida en 1557 en estilo gótico, pero después del terremoto de
1867, sólo las torres gemelas permanecieron en pie, manteniéndose a pesar de
que el edificio fuera renovado en estilo colonial.
De entre montañas y edificios se destacaban las torres de la iglesia de Santo Domingo
Vista parcial del casco histórico de Loja
Loja, construida entre cordones montañosos
Loja se caracterizaba por una rica tradición en
las artes, y era conocida como la capital musical y cultural del Ecuador. La
ciudad albergaba dos universidades, la Nacional de Loja fundada en 1859 por el
Gobierno Federal de Loja, y la Técnica Particular de Loja que tuviera su origen
en 1971. Pero, como en muchos países latinoamericanos, las condiciones no eran
las ideales, por lo que estudiantes, docentes y administrativos, llevaron a
cabo una gran marcha a través de las principales calles del Centro.
Marcha universitaria por las calles del Centro de Loja
La Juventud Universitaria de Loja
“Por una universidad progresista” – FIU
Área de Educación, el Arte y la Comunicación. Sector Administrativo
Esa noche cenamos en un local autoservicio y a pesar de la cantidad de platos que se ofrecían, muchos de ellos desconocidos por nosotros, pedimos salchipapa, el preferido de Martín.
Parte de la oferta gastronómica con los precios
expresados en dólares, moneda oficial de Ecuador
Si bien la ciudad hubiera merecido que nuestra
presencia fuera más prolongada, al día siguiente la abandonaríamos porque ya
estábamos en viaje de vuelta y debíamos prever cualquier inconveniente en la
ruta a transitar.
El ómnibus que nos conduciría tenía varias limitaciones,
pero no había opciones. Nos acomodamos en las primeras filas por la posibilidad
de tomar fotografías y descubrimos risueñamente que el conductor tenía algunas
contradicciones ideológicas, o bien, era muy amplio en sus convicciones. En
diversas partes de la unidad había pegado calcomanías de la bandera de los
Estados Unidos, junto al Che Guevara y a la Virgen María.
Al conductor del micro se le presentaban algunas contradicciones:
El mapa con la bandera de los Estados Unidos, la
Virgen y una cruz con el Che Guevara
A medida que avanzábamos hacia la frontera
ecuatoriano-peruana, la vegetación se hacía más exuberante, señal evidente del
aumento de las precipitaciones. Había claveles del aire en los alambrados y
diversidad de cultivos tanto en los valles como en las laderas de las montañas.
El paisaje, ¡bellísimo!
Gran nubosidad en el camino hacia la frontera ecuatoriano-peruana
Claveles del aire en los alambrados
Diversidad de cultivos en los valles y laderas
Ya cerca de la frontera comenzaban los cultivos de arroz, típicos de zonas cálidas y muy húmedas
Al llegar al paso fronterizo de Macará, presentamos la documentación ante las autoridades ecuatorianas. Y en cuanto vio mi pasaporte argentino, el agente que me estaba atendiendo, me preguntó serio y con voz grave:
- “De River”, le dije con orgullo.
- “Entonces no la dejaré pasar”, respondió. Y acto seguido desabrochó los botones de su uniforme mostrando su gran panza cubierta por la camiseta xeneixe.
Yo largué la carcajada, y repliqué: - “Pero mi hijo es bostero. ¡Sucede en las mejores familias!”
- “Entonces haremos una excepción. Pasará gracias a él.”
Fue una simpática despedida de Ecuador, país que nos había agradado muchísimo, tanto por la diversidad de sus paisajes como por el trato que nos diera su gente.
Martín en el puente fronterizo ecuatoriano-peruano
Omar y Martín, todavía del lado ecuatoriano
Río Macará, límite entre Ecuador y Perú
Ingresamos a Perú sin inconvenientes. La
vegetación continuó siendo higrófila, y aumentó la cantidad de arrozales que ya
se habían presentado en el transcurso del camino, pero notamos sectores de
pobreza mucho más marcados que los que habíamos visto en territorio ecuatoriano.
Llegamos a la ciudad de Piura a media tarde, y
mientras comíamos algo ligero, vimos pasar un camión que trasladaba trabajadores
de una manera no muy adecuada.
Traslado de obreros en la ciudad de Piura
Continuamos viaje en otro ómnibus hacia Lima, distante a casi mil kilómetros de allí, lo que demandaría alrededor de trece horas de viaje.
Antes de dejar Piura, pasamos por el Óvalo Grau, construido en honor al máximo patriota peruano, conocido como “El Caballero de los Mares”, luego, atravesamos el río Piura por el puente Bolognesi.
Óvalo Grau, en honor al máximo patriota peruano, conocido como “El Caballero de los Mares”
Puente Bolognesi sobre el río Piura
Ya en Lima hicimos algunas caminatas por el
Centro Histórico, disfrutamos de las exquisiteces de la cocina peruana en la
peatonal, y observamos antiguas y modernas edificaciones.
Martín en un paseo peatonal de la ciudad de Lima
Martín junto a una típica reja en el Centro Histórico de Lima
Dentro de la nueva arquitectura, uno de los edificios más destacados, era el del hotel Sheraton, que se había construido con técnicas sismo-resistentes basadas en grandes bloques de hormigón sin mampostería ni revoque externo. Indudablemente era muy seguro, pero sumamente desagradable a la vista.
El Sheraton de Lima, un edificio sismo-resistente…
Al caer la noche, las iglesias eran iluminadas,
luciendo más impactantes aún que durante el día.
Volvimos a cenar junto a nuestros amigos Hildegardo
y Paquita, ahora para contarles el viaje; y después de una muy agradable
sobremesa, nos dispusimos a descansar para, al día siguiente, emprender un
largo camino hasta la capital chilena.
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