martes, 23 de junio de 2020

Descansando en Santiago de Chile


   
Salimos por la mañana del hotel Imperio, caminamos por la Alameda y tomamos el metro en Unión Latinoamericana, bajándonos en la estación Universidad de Chile. Y con toda candidez, bien ridículos, con sombreros ecuatorianos, Martín con camiseta de The Strongest de Bolivia, y yo con bermudas playeras, nos paseamos por el Centro de Santiago de Chile. Dimos unas vueltas por el centro financiero para después proseguir por el Paseo Ahumada.

¡Bien ridículos! Con sombreros ecuatorianos, Martín con camiseta de The Strongest de Bolivia,

y yo con bermudas playeras, nos paseamos por el Centro de Santiago de Chile


Fue realmente placentero andar por la zona céntrica observando todo sin apuros ni obligaciones. Por lo que tomamos la calle Nueva York donde, en su intersección con la calle de La Bolsa se encontraba nada menos que el primer rascacielos de Santiago, el edificio Ariztía, que, con sus trece pisos y dos subterráneos, databa de 1921, y en el que se localizaban tanto tiendas como oficinas. Y frente a él habían ubicado en 2003, la emblemática fuente de agua “Las Tres Gracias”, construida en Francia en el siglo XIX y que había pasado anteriormente por el parque O’Higgins y la plaza de la Constitución.


Martín en la calle Nueva York, frente al edificio Ariztía y junto a la fuente “Las Tres Gracias



El Paseo Ahumada era la principal vía peatonal de Santiago que corría de norte a sur, uniendo la Alameda con la Plaza Mayor o Plaza de Armas. Allí se encontraban las más destacadas casas comerciales y por ella circulaban gran cantidad de personas tanto locales como visitantes. Y en muchos bares anunciaban que se servía café como en Buenos Aires.


Caminando por el Paseo Ahumada


A medida que avanzaba la mañana aumentaba la densidad de transeúntes


Entre los tantos objetos y servicios que se ofrecían al transitar por el Paseo Ahumada estaban los caricaturistas, por lo que Martín se prestó para que lo retrataran. Y el dibujante le hizo elegir un personaje dentro del cual incluiría su rostro.
Martín eligió el huaso, que se trataba de un campesino dedicado a las tareas propias de las antiguas haciendas del valle central chileno; y el hombre comenzó a hacer su tarea que en pocos minutos estuvo concluida.


Retratando a Martín como huaso


Y así quedó la caricatura


Ya en la Plaza de Armas o Plaza Mayor, Centro Histórico de la ciudad, pudimos ver el contraste edilicio entre el viejo y el nuevo Santiago, destacándose la Catedral Metropolitana por su estilo neoclásico, que estaba dedicada a la Asunción de la Santísima Virgen. A uno de sus lados se hallaba el Palacio Arzobispal de Santiago, mientras que en el lado opuesto se erigía un edificio vidriado de gran altura.

Catedral Metropolitana de Santiago frente a un moderno rascacielos vidriado


 La Catedral de Santiago estaba dedicada a la Asunción de la Santísima Virgen


El edificio de columnas era el Palacio Arzobispal de Santiago


Continuamos avanzando por la calle Puente, en una zona que en los últimos años había sido denominada “Pequeña Lima” por la cantidad de inmigrantes peruanos que allí dedicaban los comercios a sus necesidades específicas. Y a pocas cuadras encontramos el Mercado Central, que si bien estaba especializado en todo tipo de alimentos provenientes del mar, como cangrejos, pulpos y pescados del Pacífico, también podían encontrarse gran variedad de artículos, como prendas, artesanías, souvenirs, y diversos restoranes de diferentes niveles donde degustar las comidas típicas chilenas.

Cangrejos y otras especies del Pacífico


Pescados y pulpos


Al otro día volvimos a tomar el metro para bajarnos en la estación Baquedano, justo donde se encontraba la plaza homónima adornada con flores multicolores, cruzamos el río Mapocho, y tras caminar por la calle Pío Nono en pleno barrio Bella Vista, llegamos al pie del cerro San Cristóbal.

Coqueta plaza Baquedano con flores multicolores


El río Mapocho era el principal curso de agua de la ciudad de Santiago, cuyo régimen era nivo-pluvial, por lo que en febrero estaba crecido debido al deshielo de la Cordillera. Y si bien en ese momento el paisaje era verde por estar parquizado, durante la dictadura de Pinochet, se había convertido en un río de sangre por la cantidad de asesinados que aparecían flotando en sus aguas.


Río Mapocho desde el puente de la calle Pío Nono


El cerro San Cristóbal tenía una altura de ochocientos ochenta m.s.n.m. con una prominencia de doscientos ochenta metros. Era el segundo más alto de la ciudad, superado sólo por el cerro Renca. Desde allí ingresamos al Parque Metropolitano de Santiago y en funicular llegamos hasta la ladera donde se encontraba el Zoológico Nacional de Chile.

Ingreso al Parque Metropolitano de Santiago por la calle Pío Nono


Si bien el zoológico era bastante limitado en cuanto a la variedad y espacio disponible para los animales, tenía como gran atractivo las vistas panorámicas de la ciudad.

Vista panorámica de la ciudad de Santiago desde el zoológico


Al contar con desniveles, la ciudad podía verse desde diferentes alturas


Tal vez fuera el tigre (Panthera tigris), el que más sufriera el encierro. Siendo el felino más grande del mundo y habitante de bosques y sabanas de Asia, con territorios de veinte kilómetros cuadrados para las hembras y un área promedio de ochenta kilómetros para los machos, resultaba mucho más triste verlo tan restringido en sus movimientos. Pero al margen de la caza para la obtención de diversas sustancias y huesos utilizados en la medicina tradicional china (ahora prohibida), como por la comercialización de su piel, el mayor problema lo constituía la destrucción de los ecosistemas en los que cazaba una gran cantidad y diversidad de especies. Ya a principios del siglo XXI se calculaban sólo tres mil tigres de los cien mil existentes a principios del siglo XIX en estado salvaje, mientras que perduraban cerca de veinte mil viviendo en cautiverio.

Un tigre con escaso espacio para desplazarse


La jirafa (Giraffa camelopardalis), cuyo nombre provenía del árabe “ziraafa” o “zurapha” que significaba “alta” fue bautizada por los romanos como “cameleopardo”, un cruce entre camello y leopardo, cuando Julio César introdujo la primera en Europa, llevada desde Asia Menor y Egipto, donde conociera a Cleopatra. Era otro mamífero con grandes requerimientos de espacio, por ser su hábitat natural las sabanas y bosques abiertos de Asia y África, donde podía ramonear los árboles inaccesibles para la mayor parte del resto de la fauna. Era la más alta de todas las especies, pudiendo medir casi seis metros, siendo sólo su cuello un tercio del total que era utilizado por los machos como arma al armar duelos con el fin de establecer una jerarquía ante las hembras. Fue clasificada como una “especie bajo preocupación menor” por la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza, por existir más de ochenta mil en estado salvaje, en especial en parques nacionales y reservas.

Muy hábil la jirafa con su lengua


Los patos pertenecían a la familia Anatidae, principalmente a la subfamilia Anatinae, y dentro de ella al género Anas. Y si bien existía una gran variedad de especies, en este zoológico predominaban los domésticos (Anas platyrhynchos domesticus), de color blanco.

¡Patos al agua!

Dentro de uno de los piletones estaba nadando un tapir, una extraña mezcla de oso hormiguero, pequeño elefante y cerdo; sin embargo, no estaba emparentado con ninguno de ellos, sino con caballos y rinocerontes. Si bien existían varias especies, en Chile sólo había ejemplares del Amazonas o también llamado tapir brasileño. Vegetarianos por excelencia, su hábitat natural eran las áreas selváticas tropicales, aunque gran parte de su existencia la pasaban en el agua. La destrucción de su ecosistema natural era lo que los estaba llevando al borde de la extinción, además de la caza indiscriminada. Los ejemplares nacidos en Chile estaban casi todos en zoológicos.


El tapir, una especie vulnerable por exceso de caza y destrucción de las selvas


Si había un ave característica del largo territorio chileno era el flamenco. Los había desde el desierto de Atacama hasta la Patagonia, viviendo en zonas de agua de baja profundidad como salares, lagunas y desembocadura de ríos, alimentándose de invertebrados, gambas y moluscos.

 
Pileta con flamencos chilenos





A medida que ascendíamos teníamos una nueva vista


Luego ingresamos al aviario, una enorme jaula con aves voladoras, que contaba con doble puerta para evitar que escaparan.

Martín en el ingreso al aviario


Un pájaro sobrevoló la cabeza de Martín


Y el ave más llamativa de todas era, sin duda, el pavo real común (Pavo cristatus), también conocido como pavo real de la India y pavo real de pecho azul, que desde tiempos antiguos se destacara entre los animales más admirados a causa del extraordinario abanico policromado que formaba la cola desplegada de los machos.

Pavo real común o de pecho azul


Tratando de reproducir su ecosistema natural, los comederos de las palomas eran colgados de las ramas de algunos árboles o pendientes desde el techo de la jaula.

Comedero para palomas


Casal de palomas


Paloma comiendo alimento balanceado


Y si bien había algunos animales más, a Martín sólo le interesaron el lobo marino y los monos.
Estanque donde nadaba un lobo marino


Martín pasó un largo rato divirtiéndose con las monadas


Nos estábamos acercando al mediodía y el calor se intensificaba, así que después de tomar unas bebidas bien frías, descansamos en el mirador, sacamos algunas fotografías, e iniciamos el descenso en el funicular.




El intenso calor del mediodía ameritaba una bebida bien fría


 En uno de los miradores, Martín y unas monjas descansaron a la sombra


La ciudad desde el mirador del zoológico


Desde el funicular mientras descendíamos


 Almorzamos en uno de los tantos restoranes de la calle Pío Nono, y a la tarde visitamos el Patio Bella Vista, una especie de shopping abierto, donde los locales convergían en los patios centrales.

Martín en el Patio Bella Vista


Los locales, bares y restoranes convergían en patios centrales


 Donde había Moais representando a la isla de Pascua


Mientras estábamos allí, un grupo de bailarines con los atuendos de la isla de Pascua interpretaron varias danzas típicas, que se caracterizaban por la alegría y la sensualidad, con suaves contorneos de caderas, así como algunos movimientos de vaivén de la pelvis algo violentos. Y uno de los detalles que llamaba la atención del público era que el bailarín vestía un largo taparrabo sin ropa interior.

 Grupo de baile de la isla de Pascua


El detalle era que el bailarín no usaba ropa interior


Compramos artesanías de lapislázuli, que era la piedra semi-preciosa típica de Chile, volvimos a cruzar el Mapocho y llegamos a la plaza Italia donde había un mini-obelisco. Ese lugar era considerado popularmente como un punto de división entre ricos y pobres, ya que hacia el este o “arriba”, haciendo mención a la cordillera de los Andes, se encontraba el “barrio alto” correspondiente a las comunas más pudientes como Providencia, Ñuñoa, La Reina, Vitacura, Las Condes y Lo Barnechea; mientras que hacia el poniente estaban localizados los sectores de menores ingresos. Debido a esa característica, en la plaza Italia convergían gentes de diferentes grupos sociales o políticos cuando existía algún acontecimiento nacional para ser celebrado, así como también era el punto de partida para el desarrollo de las marchas de protesta que se desplazaban hacia La Moneda u otros edificios gubernamentales.


 Mini-obelisco en plaza Italia


 Zona de nuevos rascacielos en el distinguido barrio de Providencia


El último día lo dedicamos a hacer algunas compras ya que en ese momento, febrero de 2009, los precios en Chile eran bastante inferiores a los de Argentina.
A la mañana fuimos al Portal Edwards donde la calidad de las prendas no era la esperada, así que decidimos almorzar en el restorán-bar que estaba al lado del hotel para volver a salir por la tarde.
Fuimos hasta el mall Plaza Alameda que era bastante nuevo y había muchos locales con marcas de prestigio. Y allí conseguí ropa de bebé para mi nieta Rocío que nacería unos meses más tarde.
Después volvimos sobre nuestros pasos para visitar el mall Paseo Estación, localizado en la Estación Central del Ferrocarril, con precios y calidad más bajos que el anterior, donde compré camisetas del club Universidad de Chile para Martín y algunos obsequios para la familia.

Martín y Omar en el Mall Plaza Alameda

Martín en la Estación Central de Ferrocarril 


Boleterías y escaleras mecánicas de la Estación Central


Con varios paquetes retornamos al hotel donde nos preparamos para al día siguiente emprender el regreso a Buenos Aires. Fueron sólo un par de días de descanso por todos los esfuerzos físicos que nos había generado el largo recorrido por la región andina, y a la vez, volver a acostumbrarnos a la vida citadina.

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