Bajando del
Chimborazo pasamos por los campos cultivados en las fértiles laderas, donde se
asentaba la mayor parte de la población indígena de la zona.
Campos cultivados en las laderas del Chimborazo
Por momentos el
paisaje se convertía en una postal de los Alpes Suizos, donde se encontraban
casitas aisladas entre sí con producción de granja.
Viviendas y producción en medio de un hermoso paisaje
Los majestuosos
volcanes que rodeaban Riobamba proveían la ceniza volcánica, que a pesar de las
molestias que causan cada tanto, era la bendecida ayuda de la que tanto
necesitaban los indígenas, ya que fertilizaba la tierra para la siembra del
maíz y de otros cultivos.
Tierras fertilizadas por la ceniza volcánica
Tanto los
productos agrícolas como los animales se comercializaban en las ferias varios
días a la semana, pero principalmente en los mercados, los días sábados.
Campos de pastoreo al pie de los cultivos
Durante los fines de semana se organizaban visitas a las comunidades de las faldas del Chimborazo donde se llevaban a cabo programas de crianza de cuyes, animal sagrado de la cultura indígena, que era fuente de proteínas y de recursos. Se había establecido un sistema de crédito para incentivar esta actividad llevada a cabo, en su mayoría, por mujeres.
Verdes laderas, al pie del Chimborazo
Los volcanes, además, brindaban la mejor
puzolana que se pudiera pedir. Este producto consistía en ceniza y piedra
volcánica, y llevaba ese nombre por la población del Puzzuoli, en las faldas
del Vesubio. Era un material alumino-silíceo a partir del cual se producía el
cemento desde la Antigua Roma. Por eso esta zona era una importante productora
tanto de bloques como de tejas que se vendían ampliamente en la comarca, donde
el cuarenta por ciento del cemento Pórtland había sido sustituido por este
aglomerado alternativo.
Cenizas y piedra volcánica como materiales para la construcción
Continuamos camino por el valle compartiendo la filosofía de Lin Yutang: “…viajar para no ver nada ni a nadie, sino las ardillas y las ratas almizcleras y los picamaderos y los árboles y las nubes.”
Cúmulos que nos indicaban buen tiempo
Y de pronto, entre los árboles, divisamos Riobamba. Los estratos de la mañana se habían disipado y nos daban un verdadero regalo para la vista.
La ciudad era muy pujante con presencia de industrias lácteas, molineras, de materiales para la construcción, de cerámica, cementeras, aserraderos, y de embalajes, entre otras.
Riobamba, protegida por las montañas
Al volver al Centro de Riobamba fuimos a conocer la casa donde Simón Bolívar escribiera su obra literaria “Mi Delirio por el Chimborazo”.
Placas de reconocimiento a Simón
Bolívar
Esa casa, adquirida por la Municipalidad de
Riobamba en 1975, había sido convertida en un museo.
Patio de la casa donde fue escrito “Mi Delirio por el Chimborazo”
Riobamba era, además, un importante centro comercial y de servicios que cubría sus propias necesidades y las de otras localidades cercanas, así como las de la zona rural circundante.
Martín en un mini-shopping de
Riobamba
También se vivía de la actividad turística,
que no sólo estaba relacionada con los atractivos naturales de sus alrededores,
sino con las connotaciones histórica de la ciudad.
Riobamba era conocida como la ciudad de las
primicias. Había sido fundada el 15 de agosto de 1534 por Diego de Almagro con
el nombre de Santiago de Quito, siendo la primera en lo que posteriormente
sería Ecuador. Fue una de las ciudades más grandes y bellas de América hasta
que el terremoto de 1797 la destruyó. También había sido la primera en tener
cabildo, lugar de la primera iglesia del país, en tener convento, en tener
escudo de armas (1623), el primer científico y autor del primer mapa de Ecuador
(el geógrafo Pedro Vicente Maldonado quien nació en 1704), el primer
historiador (Juan de Velasco quien naciera en 1727), la primera Constituyente y
primera Constitución del Ecuador (1830), el primer tranvía (principios del
siglo XX), el primer equipo de fútbol profesional del país (1919), la primera
radiodifusora (1925), el primer estadio olímpico, los primeros juegos olímpicos
ecuatorianos (1926), la primera feria nacional agropecuaria (1941), el primer
hipódromo, la primera insurgencia femenina (1976)…
También era famosa por el Combate de Riobamba
o de Tapi cuando en 1822 las fuerzas independentistas dirigidas por Antonio
José de Sucre enfrentaron a las fuerzas realistas comandadas por Nicolás López.
Fue un combate de caballería de ambos ejércitos donde se destacó el comandante
Juan Galo Lavalle al mando de un escuadrón del Regimiento de Granaderos a
Caballo creado por el General José de San Martín. El Comandante Sucre destacó
la intrepidez del Mayor Lavalle y su escuadrón; y el Libertador Bolívar los
distinguió con el título de “Granaderos de Riobamba”. Fue conocido como
el combate más brillante de caballería en las Guerras de la Independencia
Sudamericana. De hecho, en muchas ciudades latinoamericanas había sido puesto el
nombre “Riobamba” a alguna de sus calles o plazas, entre ellas, Lima,
Buenos Aires, Córdoba, Santa Fe, Rosario…
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